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Pov: Vera Lee Collins
—...Y así es como comenzó la Segunda Guerra Mundial —concluye el profesor Williams con un tono solemne—. Recuerden que tienen examen sobre este tema el jueves. Ya pueden salir del aula.
Mientras todos comienzan a levantarse, recojo mis cosas sin apuro, cuando, al salir al pasillo, veo a Marc haciéndome señas para que me acerque. Me dan ganas de girar y salir en dirección opuesta.
Es un hijo de puta...
Ignoro su gesto y avanzó hacia la salida de la escuela, pero antes de que pueda escapar, un cuerpo musculoso se interpone en mi camino.
Es Marc.
—¿Qué quieres, Marc? —le pregunto con una mezcla de frustración y cansancio.
—Quiero hablar contigo —dice, e intenta cogerme la mano, pero me aparto al instante.
—¿Ah, ahora sí quieres hablar...? —le replico con tono mordaz.
Marc frunce el ceño, como si no entendiera de qué hablo.
—No sé de qué estás hablando.
Suelto una risa amarga, como si su desconcierto fuera una broma de mal gusto.
—¿En serio? Te recuerdo que hoy me ignoraste todo el día y ni siquiera sé por qué. Además, te vi... te vi besándote con Effie.
Su mandíbula se tensa y parece estar a punto de responder con dureza, pero en su lugar, sonríe como si todo fuera culpa mía.
—Tú te lo buscaste, Vera. No es mi culpa que vinieras hecha un desastre.
Siento una punzada en el pecho, y bajo la cabeza, mi voz se vuelve suave.
—Hoy tuve un problema con mi mamá, por eso no me dio tiempo de arreglarme. Lo siento, Marc.
Él cruza los brazos, mirándome de arriba abajo con desdén.
—No te estoy pidiendo disculpas. Pero, ¿cómo se te ocurre venir con esas cejas? —dice, y siento que mi cara arde de vergüenza.
—Fue un accidente... pensé que las había maquillado. No volverá a pasar, lo prometo —murmuro, deseando que el suelo me trague.
Marc suspira con desdén y me lanza una advertencia.
—Más te vale cumplirlo, o quizás me tocará dejarte... e irme con Effie —dice, y luego agrega con descaro—. Ah, y lo del beso fue sin querer. Ella me besó.
—Pero yo vi cómo tú le agarrabas la cara... tú también la besaste, Marc.
—Estás alucinando. Yo no sería capaz de hacerte eso... Te amo, Vera. Te lo digo, fue ella quien me besó.
—Pero yo vi...
—No viste nada. Quizás estás imaginando cosas. Siempre me haces quedar como el malo.
Siento que un nudo se forma en mi garganta, pero respiro profundo, tratando de mantener la compostura.
—¿Sabes qué? Dejemos esto así. Estoy segura de lo que vi, pero da igual. Fue mi culpa por no lucir como a ti te gusta.
Marc asiente, satisfecho, como si con eso diera por cerrado el tema.
—Exacto, fue tu culpa —me suelta, sin una pizca de duda—. Pero, en fin, dejemos lo malo atrás. ¿Por qué no vienes a verme entrenar?
—Marc, ya terminé mis clases y tengo planes.
—¿Con quién? ¿Por qué no me lo dijiste? Sabes que tienes que pedirme permiso.
Trago saliva, recordando que Marc nunca soporta la idea de que haga algo sin su aprobación.
—Lo sé, pero creí que no te importaría. Voy a ver a mi hermana.
—¿Xia está en la ciudad? —pregunta, entrecerrando los ojos. Asiento, manteniendo la mentira.
—Sí, pero solo estará hasta mañana. Está muy ocupada, así que no tendrá tiempo para verte.
Marc me lanza una mirada dudosa, pero asiente al final.
—Qué pena, quería saludarla. Otro día será.
—Sí... otro día —le sonrío de lado—. Bueno, me tengo que ir. Nos vemos mañana. Te quiero.
Finalmente, Marc asiente, dándome permiso para seguir mi camino. Camino hacia la salida, sintiéndome extrañamente aliviada. Cerca de la puerta, una figura alta de cabello rojo me intercepta con una sonrisa amplia.
—¡Pero si es mi roca seca favorita! —exclama Thomas con su entusiasmo de siempre—. ¿A dónde tan apurada?
—Voy a las clases de tiro —le explico.
—¿Quieres que te lleve?
—No te preocupes, tienes que ir a entrenar. No quiero hacerte llegar tarde. Yo puedo ir caminando, no es tan lejos.
—¿Estás loca? —me mira divertido—. Está al otro lado de la ciudad, Vera. Vamos, no pasa nada.
—Pero tienes entrenamiento...
—Sí, pero estoy en la banca por culpa de Marc, así que nadie notará si me desaparezco una hora —dice con una sonrisa despreocupada.
Sus palabras me sorprenden, y asiento con un gesto, algo preocupada.
—Está bien... —respondo, dudando. Ambos caminamos hacia su carro.
Una vez en el auto, mientras él maneja, no puedo evitar preguntarle:
—¿Por qué estás en la banca? Ya dijiste que fue por Marc, pero... ¿qué hizo esta vez?
Thomas suspira, la mandíbula tensa. Mueve la cabeza con resignación antes de responder.
—Ya sabes cómo es Marc, siempre tiene que ser el mejor y tener la razón. Estábamos jugando en equipos, yo estaba con Nicolás y Mike, y su equipo iba perdiendo. Yo estaba a punto de anotar otro punto cuando él me empujó y ambos caímos. El entrenador Russo nos vio y, sin preguntar nada, nos mandó a los dos a la banca. A mí me da igual, pero Marc armó un drama. Dijo que lo había lastimado y que yo era un "inconsciente". Russo le creyó y me dejó en la banca para los próximos dos partidos.
Niego con la cabeza, porque no es la primera vez que Marc hace algo así.
—No es justo —murmuro, sintiendo la indignación crecer.
Thomas niega suavemente, intentando tranquilizarme.
—Vera, ya fue. No vale la pena seguir dándole vueltas.
Nos quedamos en silencio. Él conecta su celular al auto y pone música para relajar el ambiente. Varias canciones pasan hasta que de repente la música se detiene por una llamada. Thomas desconecta el Bluetooth y contesta, y poco a poco, mientras escucho su voz hablando con su hermano, mis ojos se van cerrando y caigo en un sueño profundo, lejos de los problemas que dejé atrás, aunque sea solo por un rato.
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Hasta que nos volvamos a ver
RomanceVera lee Collins siempre ha sido la sombra de su hermana Xia. ¿Será que esto cambia cuando su vida da un giro de 180 grados? ¿Podrá superar los problemas que la atormentan desde hace años? ¿Encontrará a alguien que la amara tal y como es? Para sabe...