1. El día que la conocí

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Tenía tan solo 16 años cuando la conocí. Pude reconocer su aroma de lejos; ella era mía, lo supe en cuanto la vi. Era mi alma gemela, aquella que había sido diseñada para mí.

Olimpia Warner era una mujer hermosa, la más hermosa que había conocido. Pertenecía a otra manada y yo acababa de asumir mi rol como alfa de la manada líder de todo el mundo: la manada Selene. Fue en ese momento, al hacer un trato, que sus ojos color caramelo me miraron, llenos de alegría e ilusión. No perdí tiempo; en medio de aquella plaza la abracé con todas mis fuerzas. Ni siquiera fue necesario escuchar su voz para saber que la amaba, pero al oírla, mis oídos fueron bendecidos por aquel tono tan dulce.

Hoy solo era un recuerdo, y mi casa era la tumba de esos momentos.

—Amigo, pronto comenzaremos a investigar cerca de otra manada al sur, pero ya han pasado varios años desde que ella desapareció, y hay que considerar la posibilidad de que ya no esté aquí —dijo mi beta, Cedric, quien se había hecho cargo de la manada muchas veces cuando mis crisis se presentaban. La búsqueda de Olimpia duró mucho tiempo y nunca hubo éxito; sin embargo, la realidad de que ella había muerto se hizo presente cuando enfermé. Estaba muriendo junto con ella por perderla, o eso creí, hasta que mi deterioro se detuvo de forma inesperada.

Ya no sabía qué pensar. El estar conectado con mi mate a través de la marca me daba esperanzas, pero mi angustia no paraba y no parará hasta tenerla entre mis brazos.

—Pronto me uniré a esa búsqueda; tú quedarás a cargo. Prepara todo —le respondí.

Mi casa se encontraba a oscuras en todo momento, una molestia para mí. Estela, mi ama de llaves, una mujer que me vio crecer y que me ve sufrir día a día, solo venía cuando lo necesitaba. Por esa razón, la dejé regresar con su familia.

Me dirigí al baño y, al mirarme en el espejo, pude ver mis ojos azules y las bolsas debajo de ellos, que mostraban lo mal que dormía. Mi deterioro era cada vez más evidente, y solo le pido a la Diosa Luna que me permita encontrarla.

En otra parte...

Mi corazón latía fuerte mientras mis piernas corrían sin parar. A lo lejos, veía a mi entrenador con los brazos cruzados, mirándome de forma dura. Odio el tipo de vida que llevo; solo soy un número para la Academia de Cazadores. Soy una humana que tiene habilidades físicas un poco más desarrolladas que los usales y estoy entrenada para ser una máquina de matar. Esta máquina, o al menos los cazadores, nos encontramos bajo el mando del Gran Concilio de Seres Mágicos. Básicamente, podemos intervenir en el mundo mágico si los líderes de todos los seres con magia están de acuerdo.

Por cierto, me llamo Chloe Winter, una huérfana de 20 años que no conoce otro mundo más allá de la Academia, rodeada de armas y personas que no demuestran ninguna muestra de afecto.

¿Y quieren saber quiénes son los malos de la historia? Les cuento que son nada más y nada menos que aquellos llamados Demonios. Jamás se unieron al Concilio y solo buscan destruir. Hace un tiempo, la líder o emperatriz de los licántropos fue secuestrada y jamás se la encontró. Eso fue una declaración de guerra contra el Concilio y es por eso que estoy aquí, corriendo mientras cargo una goma de camión detrás de mí, atada por una cuerda a mis caderas, y siento que me muero.

—¡Winter! ¡Ven aquí! —la voz del Comandante me sacó de mis pensamientos y pronto me dirigí a él.

—Sí, señor. ¿Qué es lo que desea? —pregunté.

Él me miró sin expresión alguna y pronto puso su mano sobre mi hombro.

—Felicitaciones, el Jefe te quiere en su oficina —dijo, con una sonrisa poco confiable que me hizo palidecer.

El jefe de los cazadores se llama Michael y es un hijo de perra. Es la definición de un jefe, no de un líder.

Corrí a mi habitación para cambiarme de ropa. Y si se preguntan si aquí hay algún tipo de color, la respuesta es no; todo es negro y gris.

Tomé una camiseta negra básica y unos pantalones militares negros, holgados y con un sinfín de bolsillos. Una chaqueta negra de algodón calentó mis brazos, y finalmente tocaba arreglar mi rostro y cabello.

Mi labial rojo hacía que mi piel blanca resaltara; mis ojos azules se veían muy bien con solo unas pestañas arqueadas, y mi cabello castaño quedó suelto.

Ya lista, sin ninguna arma más que una daga —ya que no se permite portar armas dentro, a excepción de una sola en caso de ataque—, caminé por los pasillos fríos y grises de la Academia. Muchos iban de aquí para allá, sumergidos en sus tareas.

Yo pertenecía al grupo de merodeadores; mi estatura pequeña y ser delgada me ayudaban a moverme entre las sombras.

Miré a cinco personas más afuera de la oficina. Puedo decir que en la Academia no existen amigos, o al menos en mi experiencia.

Las puertas de la oficina se abrieron y Michael nos recibió.

—Sean bienvenidos. Los llamé para comenzar una misión muy importante. Como ya saben, esto podría iniciar una guerra. Ya dieron el primer golpe al atacar a los licántropos, quienes son los más fuertes del Concilio. La mezcla de fuerza animal y humana hace estragos. Sin embargo, fue raptada por los demonios en un momento de vulnerabilidad. Ustedes son los encargados de ir al sur, el último lugar que no hemos explorado del mundo mágico.

Mis nervios se dispararon; era mi primera misión y supongo que el hecho de ser la mejor de la clase sirvió de algo.

—Isaac Stoneheart, perteneces a la división de guerreros. Serás nuestro guerrero principal y estarás al lado del alfa, quien traerá sus guerreros. Tú comandarás junto a él la estrategia de pelea. Entrarás cuando nuestra arma secreta entre, y esa es nuestra merodeadora, Chloe Winter. Es tu primera misión; no nos decepciones. Victoria Ashvale, nuestra erudita. ¿Qué más decir? Tú eres nuestro mapa, nuestro cerebro. Armaste este plan, así que necesito que estés allí para crear cualquier plan de emergencia. Confío en que eres la mejor de los eruditos de esta Academia. Leroy Thornfield, irás junto a Victoria como mago. Debes estar cerca para atender cualquier orden que ella te pueda dar. Y finalmente, Vanesa Clark, nuestra arquera o francotiradora. Tú irás con la merodeadora; es importante que no te dejes ver. Eres nuestra arma secreta.

Así, la charla se extendió mientras se analizaban los planes de batalla. Mi emoción era muy intensa; daré lo mejor de mi para esta batalla.

 Mi emoción era muy intensa; daré lo mejor de mi para esta batalla

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Alpha Adrián y Luna Olimpia en su boda

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