Cap2

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Esa noche, mientras Clara y Sofía volvían a casa después de ver el atardecer, la ciudad se envolvía en una quietud inusual. Las farolas proyectaban sombras más largas de lo habitual, y el sonido de sus pasos resonaba demasiado fuerte en el pavimento, como si el mundo a su alrededor se hubiera vaciado de vida.

—¿No te parece que está más... callado de lo normal? —preguntó Sofía, rompiendo el silencio con una risa nerviosa.

Clara miró a su alrededor. Era cierto, algo estaba diferente, pero no sabía cómo explicarlo.

—Tal vez es solo la noche, el frío. Ya sabes cómo las cosas cambian un poco cuando cae el sol.

Sofía asintió, pero no parecía convencida. A medida que avanzaban por las calles, una extraña sensación crecía en ambas, un presentimiento que no podían ignorar. Todo seguía igual, pero al mismo tiempo, algo no encajaba. Las luces de los semáforos parpadeaban de manera errática, y la luna, que normalmente las acompañaba en su caminar, estaba ausente del cielo.

De repente, Clara sintió un ligero tirón en su estómago, como si su cuerpo se resistiera a seguir avanzando. Se detuvo en seco.

—¿Lo sentiste? —preguntó, girándose hacia Sofía, que también había parado, con los ojos muy abiertos.

—Sí... no sé qué fue, pero lo sentí.

Ambas se quedaron quietas, escuchando el viento, que ahora parecía más denso, casi palpándose en el aire. Sofía miró hacia el parque a su derecha. Algo la atraía allí, una extraña conexión que no sabía explicar.

—Vamos por aquí —dijo, señalando el camino que bordeaba los árboles.

Clara asintió sin decir nada. A medida que entraban en el parque, los sonidos del mundo exterior comenzaron a desvanecerse. Ya no podían oír los coches a lo lejos ni el eco de la ciudad. Era como si hubieran atravesado una barrera invisible.

—¿Recuerdas cuando solíamos venir aquí al principio? —preguntó Sofía en un intento de aliviar la tensión.

Clara sonrió, pero algo en su mente la mantenía inquieta.

—Sí, fue uno de nuestros primeros paseos juntas. Este lugar solía ser nuestro pequeño refugio.

El parque parecía casi igual, pero con un aire de desolación que no habían notado antes. Las hojas en los árboles tenían un color más apagado, y las sombras parecían moverse de una manera imperceptible, como si el paisaje estuviera vivo de alguna forma, observándolas.

—No me gusta esto —murmuró Sofía, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda—. Algo no está bien.

Clara sintió lo mismo, pero no quería alarmarla. Sin embargo, cada paso que daban las alejaba más de lo familiar. El cielo sobre ellas, oscuro y profundo, parecía más distante, casi como si no perteneciera a su mundo. Las estrellas titilaban, pero sus formas no eran las que conocían.

—Clara... —susurró Sofía, deteniéndose de repente. Miraba un árbol al borde del sendero, pero lo que la había congelado no era el árbol en sí, sino algo grabado en su corteza.

Era un corazón tallado, con sus nombres dentro. "Clara & Sofía". El mismo que habían hecho juntas años atrás, cuando se conocieron. Pero el problema era que ese árbol no existía en ese lado del parque. Lo sabían, porque el verdadero árbol estaba mucho más cerca de la entrada.

—¿Cómo...? —comenzó a preguntar Sofía, pero las palabras no le salieron.

Clara se acercó, tocando la marca en el árbol. Era real. La madera era rugosa bajo sus dedos, el corte profundo, tal como lo recordaba. Pero no tenía sentido.

—Esto... esto no es posible. Este árbol debería estar más allá de la fuente —murmuró Clara, intentando comprender lo que veían sus ojos.

El aire se volvió más espeso. Sofía miró alrededor, y por primera vez notó que el parque, aunque igual, parecía más distante, más extraño. Como si hubieran entrado en una versión de su mundo donde las reglas no eran del todo las mismas.

—Clara, siento que... como si no estuviéramos en casa —susurró, buscando la mirada de su novia.

Clara asintió, el peso de la verdad cayendo lentamente sobre ambas. No había un portal visible ni un momento claro de cambio, pero algo había ocurrido. Este no era su mundo. O al menos, no del todo.

—Estamos en el mismo lugar, pero es diferente —dijo Clara finalmente—. Como si... hubiéramos cruzado a otra versión de nuestra realidad.

Sofía respiró hondo, sus pensamientos llenos de preguntas que no podía articular. Todo era igual, pero algo era profundamente distinto.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó en un susurro, temerosa de lo que podría suceder a continuación.

Clara, con su corazón latiendo con fuerza, la tomó de la mano con fuerza.

—Vamos a averiguarlo juntas. No importa dónde estemos.

Y así, con la brisa soplando a su alrededor y las sombras alargándose a cada paso, Clara y Sofía comenzaron a adentrarse más en este mundo extraño, sabiendo que había más misterios por descubrir, más allá de la lógica que alguna vez conocieron.

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