Capítulo 1

42 32 0
                                    

Caminó lentamente por la acera. Las botas negras de combate salpicaban en los charcos de la ciudad de Nueva York. Los altos edificios tapaban el cielo gris y el aire cargado de tensión y ansiedad le ahogaba. La cantidad de gente caminando por las calles le mareaba.


No es que tuviese pánico de las multitudes, es que, por experiencia, sabía que estar en una gran masa de gente era como si un montón de ratones estuviesen en una pequeña celda con un gato. Un gato invisible. Un gato con apariencia de ratón.



Aunque no era justo pensar así. Porque ella era el gato.



Se acercó las manos a la cara y las frotó. Estaban congeladas. Tenía frío. Mucho frío. Pero era imposible no tenerlo, porque ni siquiera podía abrocharse el abrigo. Obviamente, no porque no quisiese, sino porque en el caso de ataque, no sería capaz de sacar la pistola que tenía en el bolsillo interior del abrigo.



Ella era como un delfín, que duermen siempre con un ojo abierto, alerta, aunque no juguetona como ellos. Era silenciosa, desconfiada como un zorro, que no le gustaba resaltar. Solo quería sobrevivir y cumplir la misión con éxito, directa, sin vacilar.



Su móvil sonó en el bolsillo exterior de su abrigo. Lo sacó despacio, intentando alejarse de la gente a un lugar donde hubiese menos probabilidades de que escuchasen su conversación.


Era triste, pero si alguien la llamaba, no iba a ser precisamente un familiar preocupándose por ella.



Cogió la llamada y se llevó el teléfono a la oreja con un suspiro de resignación.


—Prometheus Eagle—sonó una voz grave, casi robótica.



—Te escucho—respondió la mujer.



—...—silencio tras el móvil.



—Te escucho, Blue Cheetah-dijo refunfuñando.


—Bien—respondió el hombre.


—No tengo todo el día, Blue. Estoy en Nueva York, no en un pueblo en el que viven dos personas. Me podrían escuchar hasta las moscas—dijo mirando a su alrededor en el callejón en el que estaba lleno de basura.


—Pues te voy a dar una buena noticia.


La chica no respondió. Nunca había buenas noticias. Solo noticias no tan malas.


—¿Y bien?—preguntó ansiosa la chica.


—En dos días te vuelves a España.


—¿Qué? ¿Y la misión?

Bajo la mirada del asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora