𝓔𝓵 𝓓𝓮𝓼𝓲𝓮𝓻𝓽𝓸 𝓭𝓮 𝓓𝓪𝓷𝓽𝓮

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"Capítulo 2: Una Llama de Esperanza"

Me adentré en las sombras del centro comercial, cada paso resonando en el vasto silencio. Mis ojos barrían el lugar, atentos a cualquier peligro.

El suelo bajo mis pies era traicionero, cubierto de escombros y esquirlas de vidrio. Con cada movimiento, el piso parecía temblar, como si el mundo aún se estremeciera por el desastre que lo destrozó. De repente, el suelo cedió; una grieta abrió el vacío bajo mis pies, y caí junto con los restos del segundo piso.

Sentí el impacto en mi espalda, un golpe seco, seguido de una lluvia de escombros que marcó mi piel con nuevos moretones y heridas. La nube de polvo se disipó lentamente, y me incorporé entre los restos, adolorido y cansado. Había dejado de estar alerta, y este lugar, como si estuviera vivo, me lo recordaba.

Lentamente, mis ojos se acostumbraron a la penumbra. A mi alrededor, una tienda abandonada aparecía vacía, extrañamente intacta. No pude evitar pensar, ¿de verdad estoy solo aquí? En ese instante, la llama de esperanza que había creído extinguida en mi interior volvió a encenderse, débil pero persistente.

*La Investigación*

Exploré la tienda con cautela. Entre la ropa rasgada y las latas vacías, noté rastros de alguien que había estado aquí antes, un recuerdo efímero en este mundo vacío. Era evidente que había sido un refugio improvisado, aunque no por mucho tiempo.

—¿Se fue alguien o simplemente no queda nada para tomar? —murmuré al aire, tratando de descifrar las pistas.

Imaginé a otra persona, quizá enfrentándose al mismo dilema que yo, recorriendo estas tiendas ahora saqueadas, preguntándose si alguna vez podría escapar de la soledad. Pero todo parecía indicar que este refugio había sido abandonado hacía tiempo, probablemente por falta de recursos.

*Mi Objetivo*

Salí de la tienda con más precaución, recorriendo el centro comercial, aunque la búsqueda fue infructuosa. Cada pasillo, cada rincón estaba vacío, como si este lugar se hubiera resignado a un olvido permanente.

—Hoy no es mi día —susurré, sintiendo una frustración que hacía eco en la vastedad del centro.

Caminé sin rumbo, casi como un espectro errante, buscando sin saber qué. Finalmente, me rendí. Quizá este no era el lugar donde encontraría respuestas ni compañía. Sin embargo, la llama de esperanza seguía ardiendo, insistente, susurrándome que debía seguir buscando.

*Explorando el Centro de la Ciudad*

Dejé atrás el centro comercial y me dirigí hacia el corazón de la ciudad. Las calles, desiertas y silenciosas, eran como un cementerio de concreto, donde sólo quedaban rastros de una vida extinguida.

Mis ojos se posaron en un edificio que parecía intacto, un tanto solemne en su silencio: una biblioteca. Algo en mi interior me empujó a entrar, como si en esas paredes quedara atrapado el eco de voces pasadas.

La puerta estaba entreabierta. Me deslicé en el interior, donde las sombras parecían más densas, y el silencio se rompía apenas por el crujir de mis pasos. Las estanterías estaban repletas de libros cubiertos de polvo, testigos de un conocimiento que nadie había reclamado.

El corazón me latía con fuerza; ¿cuánto tiempo había pasado desde que había tenido un libro entre las manos? Entre las páginas, encontré un mapa de la ciudad. Mis ojos se fijaron en un símbolo que indicaba un refugio subterráneo. Sentí un escalofrío recorrerme, mientras la llama de esperanza en mi pecho ardía con más intensidad. ¿Era posible que hubiera otros sobrevivientes, otras almas vagando como yo en busca de un propósito?

*El Misterio del Refugio*

La promesa de encontrar a alguien más, de descubrir que esta ciudad no era solo un cementerio olvidado, encendió algo dentro de mí. El refugio podría guardar respuestas, o quizás la única compañía que podría encontrar en un mundo que parecía haberlo abandonado todo.

Caminé hacia el umbral, sosteniendo el mapa con fuerza. ¿Qué secretos ocultaba ese refugio? ¿Realmente estaba solo en esta ciudad, o había alguien más luchando por sobrevivir?

"La esperanza es el puente entre el pasado y el futuro".

Fin del capítulo 2

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