Tenías que ser tu

𝑩𝒊𝒆𝒏𝒗𝒆𝒏𝒊𝒅𝒂

**Estaba de camino a la casa de mi tía, que se convertiría en mi nuevo hogar. El camino fue calmado pero cansado, ya que tenía sueño porque en el avión no había dormido; no había traído mis pastillas para descansar.**

La casa de mi tía era distinta a como la recordaba. La sentía como un lugar más grande de lo normal, y esta percepción me generaba una sensación de extrañeza, especialmente porque hacía dos años que no la visitaba. Aquella casa, que una vez fue refugio de risas y memorias, se mostraba, ahora, como un espacio renovado, con cambios que me hacían sentir distante.

**Pasé toda la tarde con mi tía, quien me relató la historia 𝒅𝒆 𝒔𝒖 divorcio de mis padres. Ella no sabía nada, porque mi madre evitaba contarle los conflictos para no involucrarla en una disputa familiar. Mi tía Verónica, la hermana de mi papá, siempre estuvo al margen de esos problemas, pero la complicada trama familiar absorbía a ambos.**

**Cenamos, y un invitado compartió la mesa por primera vez. Mi tía me presentó y explicó cómo sería mi habitación, buscando evitar confusiones a la hora de dormir. Alex y yo no paramos de conversar durante la cena, compartiendo historias de nuestras vidas, creando un vínculo en un ambiente donde los secretos y las tensiones familiares parecían disiparse por un momento.**

Así, entre relatos pasados y nuevas conexiones, mi llegada se convirtió en un puente hacia el reencuentro y la reconstrucción, marcando el inicio de un nuevo capítulo en esta casa, donde el ayer y el hoy encontrarían su lugar.