«Tú me cambiaste la vida desde que llegaste a mí.
Eres el sol que ilumina todo mi existir»–Me cambiaste la vida, Río Roma.
💙💜💙💜
La historia comienza así.
El miércoles decide esperar a su esposo para que ambos regresen juntos a casa luego del trabajo, así que espera sentado en las banquitas metálicas del parque local a que Lan XiChen llegue. En eso, un amable vendedor se acerca con una nevera portátil y le ofrece un jugo de uva. Un jugo de uva bien frío. Jiang Cheng, siendo un simple mortal, sucumbe a la tentación y termina comprándolo. Son las 3:18 de la tarde cuando lo abre y lo bebe a grandes sorbos.
Maldita sea, qué grave error.
Inmediatamente, un dolor espantoso explota en sus dientes delanteros, subiendo estrepitosamente por su cara y se instala en su cabeza. Le arde. Jiang Cheng termina escupiendo el líquido, tirando la botella casi llena a la basura. Cuando Lan Huan llega a su encuentro, le da un beso en los labios y le toma la mano para empezar a caminar. Sin embargo, la molestia no se detiene.
Solo empeora. Empeora y empeora con el pasar de los días.
En un principio, Jiang Cheng pensó que se trataba de una incomodidad comun. Después de todo, los adultos descalcificados como él tiende a sufrir molestias similares de vez en cuando. Una pequeña advertencia de nuestro organismo para recordarnos que es hora de ingerir un cóctel de vitaminas. Jiang Cheng lo hizo obedientemente, pero el sufrimiento no cesó en lo absoluto.
Cada hora que pasaba, el dolor aumentaba. Era espantoso. Jiang Cheng llegó al extremo de evitar hablar lo máximo que pudiese para evitar el latigazo desagradable que le recorría desde el diente hasta el maldito cerebro. Lo odiaba.
Lo peor de la situación es que la solución estaba al alcance de su mano: Lan Huan. Su querido esposo dentista. Jiang Cheng sabía que si mencionaba en voz alta su queja, XiChen no dudaría ni un segundo en llevarlo al consultorio para resolver el problema. En un abrir y cerrar de ojos estaría como nuevo, olvidándose del tomentoso momento.
Facilito.
Sip. Pan comido. Lo haría después... muy después.
¿Qué por qué no lo hace inmediatamente? Pff, ya saben. Tiene cosas de adulto qué hacer. Pagar cuentas. Llorar en la regadera antes de irse a trabajar. Leer funas en Facebook. Pelearse con sus compañeros de empresa por correo corporativo. Esas cosas. Está ocupado.
Claramente no es que tenga miedo. Para nada.
Porque Jiang Cheng no es un cobarde. No señores.
...
¡Bueno, quizás lo es un poco! ¡Solo un poco!
El dentista es... terrorífico. Le da muchísimo miedo. Listo, lo dijo y no se avergüenza en lo más mínimo. No cuando es un terror fundamentado por los gritos de agonía que los pobres pacientes de odontología emitían mientras les reparaban los dientes. Dios bendito. Cuando Jiang Cheng esperaba a su esposo en la sala de espera y escuchaba el taladro miniatura encenderse, todos los vellos de su cuerpo se erizaban como los de un gato. Los demás artilugios que veía entrando y saliendo de sus bocas a través del espejo no ayudaban a disminuir su nerviosismo.
Jiang Cheng podía regocijarse todo lo que quisiera sobre su valentía y gallardearía; no le temía a las alturas ni a las películas de terror, cazaba los ratones y ninguna cucaracha voladora se le escapaba si la tenía en la mira. Eso estaba bien. Pero cuando se trataba de ir al dentista, era un completo perdedor. No importa si el dentista es el mismo hombre con el que se casó hace tantos años. La respuesta sigue siendo no. No y no.
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Hey You! | ChengXi
Fiksi PenggemarJiang Cheng es uno de los peores pacientes que un dentista pueda tener en su consultorio. Afortunadamente, su esposo Lan XiChen es muy considerado y atiende sus malestares con amorosa paciencia. Incluso cuando la anestesia hace de las suyas y termin...