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Después de esa noche en la que nuestras vidas cambiaron para siempre, Minjeong y yo nos acomodamos en una rutina llena de expectativa y emoción. Sabía que algo diferente se estaba gestando dentro de mi híbrida, lo veía en cada pequeño detalle, desde cómo su cuerpo reaccionaba al mío hasta cómo sus instintos de protección crecían día a día.
Una mañana, mientras estaba en la cocina preparando el desayuno, sentí sus pequeñas manos rodear mi cintura. Me apoyé en su toque y, al darme la vuelta, vi esa sonrisa juguetona que tanto amaba.
—Rina... —su voz era apenas un susurro—. Creo que ya está sucediendo.
—¿Qué está sucediendo, amor? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—Nuestro gatito —dijo con una dulzura que me derretía—. Estoy segura de que ya está aquí, creciendo dentro de mí.
El pensamiento de que estábamos creando una vida juntas me llenó de una mezcla de nerviosismo y felicidad. La miré a los ojos, esos mismos ojos que me habían cautivado desde el principio, y la abracé con fuerza.
Los días pasaron y mi pequeña gatita comenzó a mostrar señales de embarazo. Su vientre se había vuelto un poco más redondeado, y su energía, aunque seguía siendo vibrante, parecía canalizarse en proteger y cuidar de sí misma, y de nuestro futuro bebé. Sus instintos maternales estaban a flor de piel.
Una noche, mientras estábamos en la cama, acaricié su vientre con delicadeza, sintiendo la calidez de la vida que crecía dentro de ella.
—No puedo esperar para conocerlo —susurré.
—Yo tampoco —respondió Minjeong, con una sonrisa tierna—. Pero... —de repente, su expresión se volvió traviesa—. Sabes, Rina, esto no significa que no puedas seguir cumpliendo con mis necesidades... —su voz se volvió juguetona mientras se acomodaba más cerca de mí.
—Oh, ¿eso crees? —respondí con una sonrisa mientras la tomaba por la cintura, dejando que mis manos recorrieran su piel suave.
El ambiente se cargó rápidamente, y pronto estábamos envueltas en esa conexión íntima que siempre nos hacía perder el control. Minjeong, a pesar de estar embarazada, seguía siendo la misma gatita dominante y apasionada que conocía.
Sus gemidos se intensificaron cuando me moví dentro de ella, con la misma fuerza y deseo de siempre, con sus paredes apretando y succionando mi pene fuertemente generándome tanto placer como todas las veces que estaba dentro de Mingjeong y sin darme cuenta había llenado toda la linda, rosadita y estrecha vagina de mi gatita con mi esperma, notandolo en la carita de placer que hacia al llenarla...
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Después de nuestro momento de pasión, me quedé a su lado, escuchando el suave ronroneo que emitía mientras se acurrucaba a mi lado, y su respiración tranquila.
—Nuestro bebé va a ser perfecto, Rina —dijo mientras acariciaba su vientre—. Y tú serás una mamá increíble.
Los meses pasaron, y el momento tan esperado finalmente llegó. Minjeong dio a luz a una hermosa niña híbrida, con las mismas orejitas suaves que ella y los ojos llenos de vida que me recordaban a los de Minjeong.
El amor que sentía por ambas no tenía límites.
Esa noche, después de que la pequeña se quedó dormida en su cuna, Minjeong me abrazó desde atrás, susurrando en mi oído:
—¿Sabes, Rina? Creo que podríamos intentarlo otra vez... quiero más gatitos..
Mi cuerpo se estremeció ante sus palabras, pero esta vez estaba preparada. Sabía que no sería fácil y que podríamos estar pegadas por mas de un dia entero sin parar, pero juntas habíamos creado algo hermoso.
Y así, mientras nuestros cuerpos volvían a unirse en una danza de placer y deseo, supe que nuestro futuro estaba lleno de promesas, de más noches como esta, donde el amor y el deseo nunca se extinguirían.....
