Capítulo 1: El Chico de Ojos Esmeralda

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El rumor corría como el viento en pleno otoño, filtrándose en los pasillos oscuros y resonando en las voces susurrantes de los estudiantes. La tarde estaba nublada, y la brisa fría hacía ondear las hojas de los árboles que bordeaban el patio, como si estuvieran susurrando secretos.

—¿Escuchaste hablar de él? —le preguntó a su amiga con un tono cargado de curiosidad, mientras la miraba de reojo.

El viento levantaba mechones de su cabello castaño, enredándolos en su bufanda. El aire cargado de humedad hacía que el patio, con sus viejos edificios de piedra gris y enredaderas trepando por los muros, se sintiera frío y solitario, casi opresivo.

—No, ¿quién es? —respondió su amiga con confusión, ajustando el abrigo que la protegía del frío.

Su contraria rodó los ojos, exasperada.

—¿Acaso vives debajo de una piedra? Él es el chico de los rumores, el que todos hablan... el de Nakamura.

El silencio que siguió fue interrumpido solo por el crujido de las ramas secas al caer. A lo lejos, las nubes empezaban a oscurecer, presagiando una tormenta.

—¿Hablas del chico que murió el año pasado? —preguntó su amiga con preocupación, los dedos le temblaban mientras ajustaba su mochila. Una fina lluvia comenzó a caer, convirtiendo el suelo en un espejo que reflejaba las luces tenues del patio.

La chica asintió, bajando la voz como si el simple acto de hablar de él pudiera invocarlo.

—Sí, por culpa de él, aquel chico hizo... aquello. —Su tono bajó un poco más, como si el frío no viniera solo del clima sino del recuerdo mismo—. Pero eso no es todo... dicen que este no fue el único incidente.

Las gotas de lluvia tamborileaban suavemente en los paraguas de los estudiantes que se apresuraban a salir del lugar. Los pasos rápidos y los murmullos constantes hacían eco en el aire mientras las chicas seguían hablando, ignorando el mundo a su alrededor.

—¿Dices que es cierto que se acostó con media secundaria solo para tener "beneficios"? —soltó su amiga, sorprendida, casi gritando, atrayendo miradas curiosas de los pocos que todavía paseaban bajo la lluvia.

La chica negó con la cabeza y suspiró con desaliento, sus hombros se encorvaron un poco.

—No lo sé, pero lo peor de todo es que nosotras terminamos en la misma universidad que él —murmuró, mirando las viejas puertas de madera reforzada de la facultad que se alzaban como guardianes mudos—. Ese chico es capaz de cualquier cosa.

Su amiga apretó los labios, nerviosa.

—Algún día pagará —dijo finalmente, su voz apenas audible mientras la lluvia empezaba a intensificarse—. Nadie puede hacer algo tan horrible y seguir adelante como si nada.

El eco de las gotas se hizo más fuerte, y la conversación de las chicas parecía fundirse con el sonido del agua cayendo sobre las losas de piedra del patio.

—¿Sabes cómo se llama? —preguntó su amiga, casi con miedo a la respuesta.

—No. —la chica dejó que la pausa se alargara, y una ráfaga de viento sacudió los árboles cercanos—. Pero todos lo conocen por su apodo...

Una ráfaga más fuerte atravesó el lugar, trayendo consigo el nombre que flotaba en el aire como una maldición:

Kirarabu.

El viento silbó a través de las ramas desnudas, mientras las luces titilaban en la lejanía.

(...)

Siempre creí que los humanos no somos más que un cúmulo de palabras. A veces buenas, a veces malas. Palabras que crean, palabras que destruyen. Las palabras flotan en el aire como el eco de un susurro que nunca podemos atrapar. Y, sin embargo, a veces esas mismas palabras se nos clavan como espinas. No somos lo que decimos, ni lo que otros dicen de nosotros. Somos algo más... algo que se esconde entre las palabras no dichas.

KIRARABU [Nueva Versión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora