Bajo las reglas del corazón

Capítulo 1: Un Encuentro Inesperado

Aquel día, el sol brillaba con una luz dorada que filtraba a través de las hojas de los árboles, creando un espectáculo de luces y sombras en el suelo del bosque. Era uno de esos días en que el aire fresco y el canto de los pájaros me invitaban a dejar de lado mis responsabilidades y simplemente perderme en la lectura. Siempre había encontrado en la literatura un refugio, un mundo donde podía escapar de las expectativas de mi familia y la rígida sociedad del siglo XIX.Mientras caminaba por el sendero, un libro de poesía en mis manos, disfrutaba del suave murmullo del viento entre las ramas. La poesía de Keats llenaba mis pensamientos, cada verso resonando en mi corazón como un eco de mis propios anhelos. Sin embargo, mi concentración fue abruptamente interrumpida cuando, de repente, me choqué con algo—o, más bien, alguien.Un hombre de aspecto desaliñado estaba frente a mí, sus ropas un poco raídas y su cabello desordenado. Antes de que pudiera reaccionar, él soltó una exclamación.—¿Por qué no tienes más cuidado? —dijo, su voz cargada de reproche.Su tono me sorprendió, y por un instante me quedé paralizada. Miré hacia arriba, y el mundo pareció detenerse. Tenía ojos intensos, de un marrón profundo que capturaba la luz de una manera casi hipnótica. Su belleza era salvaje, distinta de la delicadeza que tanto se alababa en las damas de mi tiempo. Pero su actitud era tan distante que apenas podía apreciar su atractivo.—Ten mas cuitado tu—respondí, intentando mantener la calma—. No lo hice intencionadamente fuiste tu el que iba corriendo.—Deberías prestar más atención a donde caminas —replicó, todavía irritado, aunque su mirada había cambiado, como si mi respuesta lo sorprendiera. Por un breve momento, vi destellos de algo más en sus ojos, pero desapareció rápidamente.Sin más palabras, continué mi camino, dejando atrás a ese extraño hombre que, de alguna manera, había perturbado mi paz. Al regresar a casa, mi corazón aún latía rápido por el encuentro inesperado. Pero cuando llegué, la realidad me golpeó de nuevo.Mis padres estaban en la sala, y su expresión era grave. Mi madre, con una mueca de preocupación, me habló de un asunto urgente. La familia se encontraba en una situación difícil, con deudas que pesaban como una losa sobre nuestros hombros. Con un suspiro, me reveló que un duque vendría a visitarnos esa tarde, un noble que estaba dispuesto a casarse conmigo. La noticia me dejó helada.—¿Pero por qué? —protesté—. No quiero casarme, madre.—Es por el bien de la familia, querida. Este duque puede ayudarnos a salir de la ruina —insistió, su voz temblorosa—. Debes prepararte. No podía creerlo. La idea de un matrimonio arreglado, con un extraño, me horrorizaba. Pero mi deber hacia la familia era innegable. Con el corazón pesado, me preparé para el encuentro, intentando ocultar la angustia que me devoraba por dentro.Las horas pasaron lentamente, y cuando finalmente llegó la tarde, el sonido de un carruaje en la entrada resonó en mis oídos como un presagio. Mi madre me instó a salir, y mientras descendía las escaleras, mi mente estaba llena de temores y dudas. Pero lo que menos esperaba era lo que sucedería a continuación.Al abrir la puerta, allí estaba él: el hombre con el que me había chocado en el bosque, el mismo que me había tratado con desprecio. Mis ojos se encontraron con los suyos, y en un instante, todo se volvió confuso. Él sonrió, como si se divirtiera con la situación, y su expresión cambió a una mezcla de sorpresa y diversión. En ese momento, el mundo se desvaneció a mi alrededor. Todo lo que había sentido, toda la ira y el rencor que había acumulado en mi pecho, se convirtieron en una especie de resignación. —Parece que el destino ha decidido jugar una broma —dijo, su voz suave ahora, pero con un aire desafiante.Y así, mientras me quedaba paralizada en la puerta, comprendí que mi vida estaba a punto de cambiar de una manera que nunca habría imaginado. Tendría que casarme con el hombre al que más odiaba, y ese odio pronto se mezclaría con algo que ni siquiera podía comenzar a comprender.