E X T R A

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El cuarto de Ellie estaba lleno de las pequeñas cosas que había ido acumulando a lo largo de los años: posters de bandas, una guitarra apoyada en la esquina, y varias fotografías de ella con sus amigos y, más recientemente, de Max.

Cuatro meses habían pasado desde el ataque de Vecna, y aunque sus extremidades ya no estaban enyesadas, el recuerdo del dolor aún latía bajo su piel. Ellie podía caminar, sí, pero con cierta torpeza, y a veces se apoyaba en la pared o en una de las muletas que aún mantenía cerca por si acaso.

Max estaba sentada en la cama, mirando cómo Ellie intentaba mover una pierna, un gesto pequeño, casi imperceptible, pero que marcaba un gran avance. Max no era de expresar mucho, pero Ellie sabía que la preocupación siempre estaba ahí, escondida detrás de su usual mirada desafiante.

—No me mires así, Maxine. —Ellie sonrió, dejando caer su cuerpo en la cama junto a Max con un suspiro—. Mis piernas están mucho mejor, por si te preocupa.

Max arqueó una ceja, con esa expresión entre burlona y cariñosa que hacía que Ellie quisiera besarla cada vez que la veía. —¿"Mucho mejor"? ¿Eso incluye tropezarte con tus propios pies al caminar?

Ellie se rió suavemente, dejando que su cabeza descansara sobre la almohada mientras miraba al techo. —Es parte del encanto, supongo. Pero mis brazos están perfectos. —Levantó ambos para que Max los viera—. Sin yesos, sin nada. Ahora soy libre... al menos de la cintura para arriba.

—¿Quieres una medalla por eso, Ellie? —bromeó Max, pero la suavidad en su tono no pasó desapercibida. Ellie sabía que, detrás de cada broma, Max estaba agradecida de que estuviera bien. Y ese conocimiento llenaba su pecho de un calor que ninguna broma podía apagar.

Ellie giró su cabeza para mirarla, sus ojos azules fijos en los de Max. Había algo en la forma en que la luz caía sobre Maxine, con su cabello pelirrojo desordenado y su expresión relajada, que hacía que Ellie quisiera más. Quería sentirla cerca, de una forma que no había sentido en semanas.

Sin decir nada, Ellie se inclinó y sus labios encontraron los de Max. Al principio fue suave, un toque tímido, casi como si estuviera probando las aguas. Max respondió, como siempre lo hacía, pero Ellie no quería detenerse ahí. Sus manos, ahora libres y sin restricciones, se movieron hacia la nuca de Max, atrayéndola más cerca, profundizando el beso.

Maxine, que siempre tenía el control, intentó suavizar la intensidad, pero Ellie no se lo permitió. Tiró de ella con más fuerza, sus labios buscando más, necesitando más. Cuando Max intentó apartarse de nuevo, Ellie susurró contra sus labios:

—No... no me trates como si fuera de cristal, Maxine. Estoy aquí. Estoy bien.

Max la miró por un segundo, con los labios ligeramente hinchados y una respiración entrecortada. Ellie pudo ver la duda en sus ojos, pero también algo más, algo que se escondía detrás de la fachada dura que siempre intentaba mantener.

Finalmente, Max cedió.

El siguiente beso fue diferente. Fue más profundo, más desesperado. Las manos de Max se deslizaron por el cuerpo de Ellie, y cuando sus lenguas se encontraron, Ellie sintió un escalofrío recorrer su espalda. Fue como si todo lo que habían reprimido en los últimos meses, todas las emociones contenidas, estallaran en ese momento.

Max la tomó por la cintura con más firmeza, pero siempre con cuidado, mientras Ellie entrelazaba sus piernas con las de Max, moviéndose lo más cerca que su cuerpo le permitía. El calor entre ellas aumentaba.

Pero justo cuando la pasión alcanzaba su punto máximo, Max se apartó lentamente, apoyando su frente contra la de Ellie mientras ambas trataban de recuperar el aliento.

—Tú siempre queriendo ir al extremo —murmuró Max con una sonrisa entre jadeos, sus manos aún en la cintura de Ellie.

Ellie soltó una risa, sus ojos cerrados mientras disfrutaba del momento. —No me puedes culpar por eso, Maxine.

Max le dio un suave beso en la mejilla, su respiración aún irregular. —No quiero que te hagas daño.

—No me voy a hacer daño —respondió Ellie, colocando una mano en la mejilla de Max, acariciando su piel con el pulgar—. No mientras estés conmigo.

Max cerró los ojos por un segundo, como si esas palabras hubieran calmado una tormenta que llevaba meses dentro de ella. Finalmente, la abrazó, recostándose junto a Ellie, su mano entrelazada con la suya.

—Siempre contigo —susurró Max

Ellie sonrió, dejándose llevar por el calor de Max a su lado. Habían pasado por tanto, pero en ese momento, nada más importaba. Solo ellas dos, juntas, superando cada cicatriz que la vida les había dejad

Lazos ocultos | Max Mayfield Donde viven las historias. Descúbrelo ahora