Capitulo II

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Estaba en mi habitación, doblando con cuidado la última túnica que iba a llevarme, junto con mis sirvientas. Dos días. Dos días sin ver a mi madre. Sabía dónde había estado, lo que significaba que tuvo que haber estado en la habitación del Emperador, soportando que la tocara sin ella quererlo.

El crujido de la puerta hizo que levantara la cabeza. Ahí estaba ella, mi madre, Maryx, con el rostro más pálido y cansado que nunca, pero con paso firme. Era como si el peso de su vida la hubiera golpeado de repente, pero su mirada seguía igual de fuerte. Y detrás de ella, Braryon, mi hermanito, siempre lleno de energía e inocencia, con algo entre sus pequeñas manos escondidas.

— Madre — me levanté, sonreí al ver a mi hermano pequeño de cinco años — ¿Podemos hablar a solas, madre? — esta asintió.

Braryon fue con la criada hacia mi balcón, hasta que terminamos de hablar.

— Dime que no me hiciste este favor a cambio de estar en su cama de nuevo — ella simplemente sonrió tímidamente, con fortaleza en los ojos.

— Hija mia — sus manos agarraron las mías, dándome un objeto pequeño cubierto por un pañuelo. — No importa lo que yo pasé, no importa nada por que no tiene relevancia a comparación de lo que tú podrás lograr. Tu tienes una oportunidad que nadie de nuestra familia a tenido durante años, ni yo ni tu hermano.

— ¿Que es lo que me has dado? — Mis ojos no dejaban de observar nuestro agarrón de manos, en donde mi madre había puesto este objeto.

— Algo que si descubre que falta, rodaran cabezas.

Me sorprendí, aparte las manos de mi madre y dando la espalda a la zona donde estaban las criadas descubrí que tenia entre mis manos. Un collar con un pedazo de una Amatista Ígnea.

Los recuerdos del día de mi muerte vinieron a mí, el cómo iluminaba la piedra, la calidez que me daba. La sensación sigue siendo la misma...

— ¿De dónde la has sacado? — Miré a mi madre, quien suspiró de alivio al darmelo.

—No importa de dónde la conseguí —respondió mi madre, su tono firme pero cansado. Sus ojos se oscurecieron momentáneamente, como si ocultaran un secreto demasiado pesado para compartir.

No dejé de mirarla, esperando alguna explicación más. Sabía que esta amatista no debía estar aquí. No quedaban más. Al menos, eso es lo que todos creíamos.

—Madre, si que importa... —intenté insistir, pero ella negó suavemente con la cabeza, deteniendo mis palabras.

Es imposible que haya ido a la torre, esta vigilado por guardias aunque puede que el cristal en estos años no estuviera en la torre. ¿De donde coño agarró este trozo? ¿Como? y ¿Cuando?

—Escúchame bien, Roxahn. Lo que importa es que lo guardes. En cuanto te quiten el collar que llevas ahora, póntelo solo cuando estés sola, ¿me oyes? Y lo más importante, hija, mantenlo siempre escondido. Si alguien lo ve... —dejó la frase en el aire, pero sabía exactamente lo que quería decir.

Mi mente se llenaba de preguntas, de dudas, pero había algo en la mirada de mi madre que no me dejaba indagar más. No era miedo, sino determinación, como si supiera que esto era más grande de lo que podía explicar.

Antes de ella morir, me dejó escrito en una nota escondida que fuera a la torre, aunque la palabra que había detrás de esta estaba tachada, que intentara agarrar un pedazo.

Mis manos se apretaron alrededor de la amatista. El peso del objeto era pequeño, pero sentía que cargaba mucho más que una simple joya. Era una parte de mí, de lo que alguna vez fui, y ahora también una promesa de lo que vendría.

ARCANO I: SEMILLAS DE DRAGÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora