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La música suave estaba presente en el ambiente mientras ella se sentaba en ese sofá para una sola persona a leer ese grueso libro sobre procesos quirúrgicos, la música sólo era ruido blanco de fondo para ella ya que su atención estaba totalmente puesta en el texto.

Luego de que amaneciera salió de la mansión de la Bonten y fue directo al consultorio que tenía en el centro de Tokio. Trabajaba allí algunos días a la semana, otros se los tomaba libre o iba a quedarse en la mansión. Ese pequeño consultorio era como una bocanada de aire fresco al salir de Bonten.

En la Bonten tenía toda una sala equipada para las emergencias que pueda surgir, ya sean pormenores o muy graves.

La Bonten, como todos sabían era la asociación criminal más grande de Japón actualmente, algo así no se logra siendo descuidado y el hecho de que existiera allí esa zona para tratar la salud de todos era justo una medida de precaución. Todos participaban con frecuencia en enfrentamientos, salían heridos de gravedad, o incluso muertos, a los heridos los trataban allí para que no tuvieran que ir a cualquier otro hospital ya que allí podrían ser interrogados por la policía, para eso existía dentro del sistema Camila, ella cumplía con ese deber junto a otras dos chicas que estaban allí cuando ella no.  Camila había curado a varios allí y había visto morir a otros cuantos. No sabía que sentía exactamente hacia eso.

Pero nadie la forzaba a estar allí, lo hacía por agradecimiento y también porque curar a personas era aquello que le gustaba hacer en la vida.

Siguió con su lectura hasta que escuchó como alguien tocaba la puerta, y solo por el sonido del golpeteo supo quien era. Dejó el libro abierto sobre el sofá y fue a abrir, encontrando a Ran al otro lado.

—Hola, ¿estás libre?

—Atendí al último paciente como hace media hora, pasa —Ran entró al lugar y ella volvió a cerrar la puerta —. ¿Cómo sigues con lo de anoche?

—Bien pero con el dolor de cabeza que dijiste que tendría, ¿me das las pastillas?

Asintió y fue hasta uno de los estantes para tomar uno de los frascos, Ran estaba parado detrás de ella, como a tres pasos, mirándola. Ella sabía que la miraba, su mirada se sentía por más tonto que suene, y sus movimientos se entorpecían cuando esos ojos violetas la tenían.

Al tener la pastilla volteó de nuevo hacia él y se acercó a dársela —Tómala.

—Oh, ¿no me ofreces un vaso de agua?

Frunció el ceño, ella reconocía esa frase y sabía que él la dijo apropósito.

—Vete a la mierda, Ran.

El rio ante eso —Lo siento, no sabía que estuvieras de mal humor hoy.

—No estoy de mal humor, eres tú el que se empeña en sacar lo peor de mí.

—Camila… —suspiró con algo de diversión —Eres única.

—Y tú torpe, por eso te hirieron anoche.

—¿Te preocupé acaso?

—No me gustaría ser yo la que le de la noticia a Rindo de que ya no estás vivo.

—Oh, ¿solo eso?

Ya no respondió y fue a sentarse de nuevo en su pequeño sofá a seguir leyendo, miró de soslayo a Ran quien había ido hasta un pequeño lavadero a servirse agua en un vaso para tomar la pastilla. Luego vino hacia ella y se apoyó en el reposabrazos del sofá, mirando lo que ella leía.

𝘛𝘶́ 𝘯𝘰 𝘵𝘦 𝘝𝘢𝘴 ━━━━━ 𝘙𝘢𝘯 𝘏𝘢𝘪𝘵𝘢𝘯𝘪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora