8.- Compras domésticas

39 10 9
                                    

Ben sabía que salir al centro comercial con su novia significaba pasar horas esperando que se pruebe las toneladas de ropa, cual lapiz labial es mejor y que maquillaje la hace ver más guapa, lo sabía, lo entendía y lo aceptaba, nunca había tenido problemas con eso con ninguna novia anterior, pero realmente no se imaginó estar discutiendo si era mejor una licuadora o una batidora.

—Tiene siete velocidades, es desmontable e incluye los accesorios —pensó en voz alta Mal —. Aunque cuesta nueve mil... Si vendo una docena de pasteles tal vez...

—¿La quieres? Llevala —le respondió Ben, pero Mal estaba demasiado metida en sus cálculos mentales para prestarle atención.

—La licuadora incluye función para batir, pero casi no necesito la licuadora por sí sola... Entonces una docena de pasteles... Si vendo un cuadro también...

—¿Hola? Llévate la batidora, yo pago —repitió, sin embargo no lo escuchó. Ben rodó los ojos. Llamó a una de las vendedoras y compró la batidora mientras Mal seguía haciendo sus cálculos. Su novia seguía peleando consigo misma mientras Ben ya tenía la batidora metida en su carrito de compras.

—¿Sabes qué? Al diablo, me la voy a llevar, merezco una batidora bonita, además se pagará sola una vez que la use y preparé las órdenes que me faltan ¿cierto? —concluyó Mal. El joven rey suspiró y sonrió divertido cuando su novia se percató de que ya estaba dentro la batidora.

—¿Podemos seguir? —preguntó él. Mal asintió y lo siguió. Pasaron por el pasillo de videojuegos y consolas, Ben amaba los juegos de video, pero ahora que era rey apenas tenía tiempo. A Mal le dió igual y compró uno de los videojuegos por los que Ben había rogado la mitad del año. Le puso una etiqueta de regalo y se lo entregó.

—Tú regalo de cumpleaños —le mencionó y siguieron con las compras. Ben se mordió el interior de las mejillas para no soltar un chillido de emoción. Mal compró unas pantuflas con cabeza de dragón y Ben compró unas iguales con la cabeza de un cerdo. Mal pagó por la tonelada de libros que Ben metió al carrito, al igual que él pagó los cientos de artículos de repostería y arte de Mal. Ambos habían hecho una lista de víveres para la semana y fueron tachando las cosas en su lista conforme cruzaban por los pasillos. El precio total de lo que habían comprado era absurdo, pero ¿a quién le importa eso cuando eres la persona más poderosa de Auradon? Ben era el rey y tenía acceso ilimitado, Mal decía que solo estaba cobrando por todos los años defendiendo a Auradon sin recibir un centavo.

Luego de forzar el maletero de la camioneta para que todo entrara, emprendieron camino de regreso al palacio de la bestia y organizar sus compras, cuando a medio camino Mal tomó la mano de Ben en un semáforo.

—Olvidamos el regalo de tu madre —se lamentó, fue el motivo principal por el cuál habían ido a hacer las compras desde el principio. Ben estrelló la cabeza contra el volante, respiró hondo y suspiró. Encendió la direccional y dio vuelta de regreso al centro comercial.

—Sin distracciones la próxima vez —dijeron al mismo tiempo, ignorando el hecho de que prometieron lo mismo la vez anterior y la vez anterior a esa...

Flufftober 2024 BealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora