4º Carta

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S-Última carta, dejaremos de sufrir- dijo dejando a un lado la carta, guardándola en la caja que guardaba aquellas cartas jamás dadas.

Ese día no habría clases, ella decidió quedarse en casa, mientras que Abril la pasaba con su novio.

Pensó si valdría la pena llamarla una última vez, escuchar aquella increíble melodía que descendía de sus labios cada vez que pronunciaba alguna palabra. Después de plantearse eso decidió llamarla, con las pocas esperanzas que quedaban en su cuerpo.

Primer tono

Segundo tono

Tercer tono

Cuarto tono...

A- ¿Hola? ¿Samantha?- peguntó sin mucho interés.

S- Hola Abi...- no le había dicho así desde la última vez que hablaron, antes de que la encontrara detrás del gimnasio.

A- ¿Qué pasa? ¿Qué quieres, Sam?- preguntó, Samantha no borraba la estúpida sonrisa de su rostro por volver a escuchar la voz que siempre amó.

S- Te amo... te amo, Abi...- dijo con voz entrecortada, con los ojos encharcados y sonrisa.

A- ¿Qué te pasa?- preguntó indiferente.

S- Antes de irme quería escuchar tu voz por última vez, moría por oír aquella voz que mucha veces me sacó sonrisas, esa melodía que quedará por siempre en mi...- dijo con su voz quebrándose cada vez más. 

A- ¿Irte?- 

S- Tranquila, no me verás nunca mas, dejaré de existir, Abi. No te molestaré ni te daré tus caratas ¿no te parece perfecto?- dijo fingiendo entusiasmo, rezando por que en la cabeza de la castaña hubiera al menos un segundo que preocupación.

Colgó

La sonrisa de Samantha se desvaneció en segundos, dándose por vencida, perdiendo cualquier signo de esperanza. 

Se encerró en su cuarto, sentándose en su cama, con un peluche de oso y una navaja.

Mala idea, papá, no deberías haberlas dejado en casa...

Abrazó el peluche con una mano mientras pasaba la cuchilla de la navaja por su piel, el ardor de su piel no tardó en salir, en sangre y lágrimas en sus ojos dejaba caer todo lo que contuvo durante años.

Después de unos minutos no sintió nada, solo paz y oscuridad.

Ya nada dolía, ni siquiera su muñeca...


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Cinco toques a su puerta y nadie habría, sus padres estaban de viaje y por la llamada estaba preocupada.

A- ¿Samantha?- gritó tocando la puerta, le había dado las llaves de su casa en algún momento de su vida, pero había olvidado por completo su existencia.

Abrió la puerta, encontrándose con un silencio incómodo, el cual no esperó encontrarse.

Revisó cada esquina menos su cuarto, cerrado sin ningún sonido proveniente de dentro.

A- ¿Sam?- preguntó tocando la puerta.

Después de unos toques, la puerta seguía sin abrirse, decidió intentar tumbarla. Después de varios intentos la abrió, cayendo al suelo viendo los pies de la chica.

cartas jamás enviadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora