Cap.1 Lucero del Alba

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Era una noche tormentosa en el castillo del clan Momonori. Satsuneo, el señor feudal, estaba inquieto y mandó que no le molestaran, pues necesitaba estar a solas. Su mujer, Ichika, acababa de dar a luz a su tercer hijo, pero hubo complicaciones en el parto.

"La salud de su mujer pende de un hilo" Le dijeron los médicos. "Depende de ella que supere este trance".

-Maldita sea. -gruñó a solas en la habitación que hacía las veces de despacho. Agarró la taza de té que estaba tomando y la estampó contra la pared.

El sonido de los cristales rompiéndose le sacó de su enajenación. Miró de soslayo a la pared y vio un retrato roto. Se aproximó a él y la sonrisa de su amada Ichika hizo que su corazón le diera un vuelco. La taza había tenido la mala fortuna de romper un bello retrato de su mujer. El mejor artista de la ciudad lo había pintado justo el día de su boda.

Lo agarró con manos temblorosas. Los cristales que lo protegían se habían hecho añicos y Satsuneo se cortó la mano, manchando de sangre la delicada pintura. Las lágrimas empezaron a correrle por las mejillas.

Dio un respingo al escuchar la puerta deslizarse detrás suyo. Rápidamente se enjuagó las lágrimas con la manga de su kimono.

-He ordenado que me dejéis a solas. -dijo con calma, pero con dureza. El señor feudal no podía permitirse el lujo de mostrar debilidad, ni siquiera en un momento como ese.

-Hermano... -dijo una voz familiar a sus espaldas.

-¿Rayzzen? -contestó éste aún sin darse la vuelta.

Hacía años que no veía a su hermano menor, Rayzzen Momonori, pues éste llevaba una vida alejada de Kaumi, su isla natal. En el viejo continente, su hermano Rayzzen servía en la insigne orden de caballería de los paladines de Luz. Ello lo tenía alejado de su país largas temporadas. A pesar de ello, el señor feudal no estaba de humor para hablar con nadie.

-Vine en cuánto supe del inminente nacimiento de tu hijo. -dijo su hermano avanzando por la habitación.

-¿Y no te han dicho que no se me molestara? -replicó irritado Satsuneo.

-Hermano... ¿Qué ocurre? -Rayzzen se fijó en el retrato manchado de sangre que tenía en la mano su hermano mayor y su preocupación fue a más.

-Se trata de Ichika. -respondió Satsuneo tras una larga pausa- Ha tenido complicaciones durante el parto. Su vida pende de un hilo.

-Oh, lo lamento Satsuneo. -el rostro de Rayzzen mostró una profunda expresión aflicción, pero en un instante ésta pasó a otra de urgencia. Avanzó rápidamente hasta su hermano mayor y aferró la manga de sus ropajes- ¿Y tu hijo?, ¿Qué ha ocurrido con él?

Satsuneo sacudió el brazo para apartar la mano de su hermano. Siempre le había irritado la actitud irreverente de éste, más aún en un momento como ese. Tal vez por ello, al hablar, lo hizo con un tono mezcla de desprecio e ira mal contenida.

-Él está bien. Duerme en su habitación, a cargo de la nodriza.

-¡Qué alegría! -exclamó Rayzzen alzando los brazos al aire. No obstante, al ver la cara furibunda de su hermano los bajó rápidamente y se inclinó con presteza- Lo lamento hermano, sé que no es momento... estando Ichika... pero debo contarte algo.

-Que sea rápido. -le contestó escuetamente para acto seguido avanzar hasta el escritorio, dónde dejó el retrato de su mujer con delicadeza- Luego déjame a solas.

-Hace unos meses, en la catedral de Arkangelus, se proclamó un anunciamiento. -comenzó éste yendo directamente al grano, pues parecía que a su hermano se le había agotado la paciencia- Un niño iba a nacer bajo la bendición de la dama blanca de Luz. Al mismo tiempo, Baba Lagash suma sacerdotisa de Luna, lanzó una profecía. "En la noche del equinoccio primaveral, bañado con la luz de una luna llena, nacerá el bendecido por la Luz. Y su llegada al mundo supondrá la luz primera que marca el ascenso del alba. Nacerá al sur del viejo mundo y su marca será la tríada."

Hubo un momento de silencio roto únicamente por el sonido incesante de la lluvia en el exterior. A Satsuneo le daba vueltas la cabeza. Su hijo había nacido ésa misma noche, día del equinoccio primaveral. Incluso la noche era tranquila y la luna brillaba con esplendor en aquel momento. Más tarde empezaría la tormenta que se había desatado. Un relámpago destelleó el interior de la habitación.

-Si lo que estás insinuando es que mi hijo... -empezó Satsuneo alejando de su mente tales ideas.

-Ha nacido al sur del viejo mundo y su marca es la tríada. -repuso Rayzzen con una excitación mal contenida- ¡Es la marca del clan Momonori! Los tres lunares bajo el ojo derecho, formando un triángulo. Y cuando he llegado al embarcadero de Kaumi la luna brillaba con fuerza en el cielo nocturno.

-No dices más que tonterías. -repuso Satsuneo a quien le tembló la voz.

-Hermano... entiendo que estés preocupado por la salud de Ichika, pero tanto si quieres como si no, tu hijo ha nacido para ser el lucero del alba ¡Hay que avisar a todo el mundo!

Rayzzen se inclinó nuevamente a modo de despedida y dio media vuelta con intención de irse. Pero Satsuneo actuó rápido y le agarró del brazo antes de que éste saliera por la puerta.

-¿Se puede saber qué estás haciendo? -le reprendió con seriedad.

-Pues...

-Rayzzen, tengo dos hijos mayores, ¡maldita sea! -bramó Satsuneo, quien arrastró a su hermano al escritorio y lo sentó en una silla. Luego fue a buscar dos tacitas de porcelana y una botella de un fuerte licor de hierbas. Sirvió dos copas y se las bebió las dos antes de que su hermano pequeño pudiera tocarlas siquiera. Más calmado, tras el dulce ardor del licor, volvió a servir otras dos copas- El mayor de ellos, Satsukineo, está llamado a ser el siguiente señor feudal del clan Momonori. Su hermano menor, Oyori, tomará el mando de los guerreros samurái del clan, tal y como dicta la tradición. Tradición que tu rompiste, por cierto.

-Mi destino era otro, ya lo hemos hablado mil veces... -le contestó Rayzzen tomando un largo trago del licor. Luego sirvió a su hermano mayor un poco más- Hermana podría haber tomado el mando...

-Ella también se fue, como tú. Los dos me dejasteis solo. -gruñó Satsuneo frunciendo el entrecejo.

-Ya...

-¿Entiendes lo que te estoy planteando, Rayzzen? -continuó tras apurar su copa- Satsukineo será el futuro señor feudal y Oyori tomará el mando de los guerreros del clan. Así ha de ser.

-No entiendo que tiene que ver eso con tu hijo menor...

-¡Absolutamente todo! -exclamó Satsuneo- Si esparcimos a los cuatro vientos que es el niño de la profecía, el bendecido por la Dama Blanca, la luz que ha de traer el amanecer... ¿Qué piensas que pasará? Las gentes de Kaumi lo idolatrarán desde pequeño y muy probablemente lo querrán a él como el siguiente señor feudal, haya sido o no preparado para ello. Eso nos puede llevar a una guerra civil.

-Pero es el bendecido por la Luz. -replicó Rayzzen quien comenzaba a entender la preocupación de su hermano mayor- No podemos ocultarlo sin más.

-Estoy de acuerdo Rayzzen. -Satsuneo en ese momento se aproximó al gran ventanal que daba al exterior. La lluvia había cesado y la tormenta se alejaba- Te lo llevarás. Cuando tenga la edad adecuada te lo llevarás de aquí y lo tendrás bajo tu tutela. Si de verdad es el bendecido por la Luz, deberá encontrar su propio camino, alejado de todo esto. Pero me jurarás, aquí y ahora, que jamás le dirás a nadie, ni siquiera a él, su condición. Ello no ha de interferir en su camino.

Rayzzen se levantó de la silla y se arrodilló a los pies de su hermano Satsuneo. Se inclinó hasta que su frente tocó el suelo.

-¡Lo juro! -dijo con la voz cargada de emoción- Juro que de mis labios jamás saldrá palabra alguna de lo aquí mencionado. Juro que guiaré a tu hijo hasta convertirse en la nueva luz que ha de guiar este mundo.

Rayzzen notó, sorprendido, la mano de su hermano en la cabeza. Alzó la vista y vio cómo este sonreía por primera vez. Parecía profundamente aliviado. Se levantó entonces del suelo y tras unos segundos cayó en la cuenta de algo importante.

-Hum... ¿y como se llama...?

-Daego. -respondió Satsuneo alejándose nuevamente al escritorio- Daego Momonori. Ahora, vete, necesito estar a solas.

Rayzzen se inclinó nuevamente a modo de despedida. Dio media vuelta para salir de la habitación y así dejar tranquilo a su hermano. Pero antes de salir, Satsuneo volvió a hablar.

-Rayzzen. Recuerda siempre tu juramento.

La Forja del Paladín: El Lucero del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora