Cap2. Nueva Arcania

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-¡WAAAAOOO!, ¡tío ya hemos llegado!, ¡Tío!, ¡Tío Rayzzen!, ¡Es Nueva Arcania! -exclamó el joven Daego. El barco dónde navegaban desde isla Kaumi se balanceaba al son de las olas mientras aparecía la majestuosa ciudad. Era la primera vez, en sus doce años de vida, que salía de su país. Todo era nuevo y emocionante para él.

-Ya, ya... ¡bájate del pasamanos de la borda o te volverás a caer! -bramó Rayzzen que se aproximó a su sobrino a pasos agigantados.

Rayzzen era alto y apuesto. Con una oscura melena que le llegaba hasta media espalda y llevaba siempre recogida con una cola alta. A pesar de ello, varios mechones de cabello se le escapaban por aquí y por allá, con gracilidad. Sus ojos rasgados miraban a su alrededor con una viva inteligencia. Justo debajo de su ojo derecho tenía tres lunares que formaban un triángulo. Rasgo distintivo de los Momonori. El tío de Daego siempre vestía una camisa blanca muy ancha que llevaba abierta hasta el pecho y unos pantalones ajustados. En su hombro izquierdo llevaba una hombrera de metal con unos extraños grabados. A Daego siempre le había fascinado esa pieza de armadura, pero su tío nunca le había contado gran cosa sobre ella.

El joven bajó de un salto y se estiró el kimono de entrenamiento que siempre llevaba puesto. Sus botas chocaron contra el suelo de madera con un quedo crujido. A Daego no le terminaban de gustar, pues no estaba muy acostumbrado a llevarlas. El prefería ir descalzo o con unas cómodas sandalias. Pero ante la insistencia de su tío se vio en la obligación de ponérselas.

Rayzzen por su parte, al llegar hasta su sobrino, le revolvió el pelo con una sonrisa afable. Daego detestaba que lo hiciera pues hacía poco tiempo que había empezado a lucir una pequeña coleta y se le soltaba con bastante facilidad.

-¡Tío! -exclamó enfadado mientras se recogía el pelo.

-Mira Daego... ¡qué magnífica ciudad! -le dijo pasándole un brazo por los hombros.

La ciudad de Nueva Arcania, capital del reino humano Arcano, se encontraba anclada entre dos colinas. La gran biblioteca se alzaba sobre el promontorio del oeste la cual hacía las veces de gran faro. Sobre la colina del este se erigía el castillo Pendragón, sede del gobierno Arcano.

La ciudad se dividía en dos zonas amuralladas. En el barrio alto, próximo al mar, se alzaban los palacetes señoriales de la nobleza arcana. Esta zona atraía a miles de personas de todo el mundo, erigiéndose como un gran centro de comercio. Al norte y separado por una formidable muralla se hallaba el barrio bajo, dónde las calles y edificaciones se aglutinaban y dividían sin orden. El barrio bajo se había convertido en lugar de reunión para todas las razas del mundo. Berserkers, elfos, pictos y enanos compartían información y hacían tratos en igualdad de condiciones.

El ajetreo del muelle, el ir y venir de cargueros y navíos de todo tipo de naciones llenaban de furor a Daego, quien no podía esperar para bajar a ver la ciudad que se abría ante sus ojos.

-¡Vamos tío! -gritó Daego, quien tenía el petate sobre el hombro, listo para salir nada más armaran la pasarela de embarque. Se ajustó bien su katana al cinto y miró con impaciencia como el barco se aproximaba al muelle.

-La ciudad no se va a ir a ninguna parte. -le dijo Rayzzen poniéndose a su lado. No obstante, sonrió de buena gana. Él también recordaba la primera vez que salió de Kaumi para emprender su propia aventura.

Ambos cruzaron el portalón de la inmensa muralla que separaba los astilleros de la zona alta de la ciudad. Unos rudos soldados con armadura brillante vigilaban las idas y venidas de los transeúntes. A Daego le causó furor ver aquellas armaduras y no pudo evitar plantearle la cuestión a Rayzzen.

-¿Son paladines tío? -preguntó Daego señalando con la cabeza los guardias

-No Daego, son guardias de la ciudad. Guerreros nacidos en Nueva Arcania e instruidos para el combate. -explicó Rayzzen mientras traspasaban los siete metros de la gruesa muralla, tras lo cual se abrió la avenida principal del barrio alto de la ciudad.

La Forja del Paladín: El Lucero del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora