Cap3. Ultreia

8 0 0
                                    


La orden de paladines de la Luz es una ancestral organización. Arniel, el primer paladín, dio su vida para proteger al mundo del primer Lord de la oscuridad. Ahora, los mejores guerreros de todo el mundo viajan hasta la catedral de Arkangelus, donde descansan los restos mortales del primer guardián de luz. Allí, de ser admitidos, se formarán durante años para ser los baluartes defensores del mundo. Habilidad con las armas, destreza con los poderosos hechizos de luz y habilidades de supervivencia son las enseñas que definen las características de un paladín.

Sólo los mejores pasarán las duras pruebas. Sólo los fuertes de corazón. Un duro camino le aguarda al joven Daego Momonori.

(. . .)

En las calles de Nueva Arcania un joven lleno de ilusiones caminaba asombrado ante las maravillas del mundo. La avenida principal del barrio noble de la ciudad era un extraordinario centro de comercio. Repleto de todo tipo de objetos y magia, para los ojos de aquél joven era la experiencia más emocionante de su vida.

-Y dime Daego, ¿Por qué quieres ser paladín? -la pregunta de Rayzzen tomó completamente desprevenido a su sobrino.

-Hum... yo... pues... -la respuesta parecía atragantársele en la garganta- Sería un honor poner mi espada al servicio de la Luz... y... llenar de orgullo el nombre de la familia...

-Así que llenar de orgullo el buen nombre de la familia... ¿eh?, ¿O más bien a tu padre? -dijo Rayzzen a carcajadas mientras propinaba una palmada de complicidad en su espalda.

Daego se puso rojo como un tomate. Lo cierto era que una gran parte de él quería impresionar a su padre. Era un hombre frío y distante. Necesitaba sentir algo de calor a través de su elogio.

-Si... -la voz de Daego sonó abatida, carente de esperanza- Aunque no creo que eso cambie su opinión sobre mí.

-Anda que tú también... -replicó Rayzzen sacudiendo la cabeza- Mi hermano tiene un carácter severo... espera grandes cosas de sus hijos y es normal, lo educaron para ser el hombre que es a día de hoy. Tu abuelo era terriblemente estricto, sobre todo con tu padre, su heredero.

-Padre nunca me ha hablado de él. -comentó Daego, distraído con los personajes que se iban encontrando por la gran avenida. Cada uno más pintoresco que el otro.

-No me extraña, tu abuelo no era precisamente una figura cariñosa. -Rayzzen soltó una fuerte carcajada mientras se colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja- Quien seguramente se haya hartado de escuchar sus batallitas sea Satsukineo.

-¿Mi hermano? -preguntó el joven extrañado.

-Exacto. Eso es porque será el siguiente heredero. Tu padre espera que sea severo, estricto, bla, bla, bla... ¡Un gran dirigente para su pueblo! -exclamó teatralmente alzando los brazos- Al igual que espera que Oyori cumpla con su deber, como segundo hijo, de capitanear las huestes del clan.

-Comprendo... -musitó Daego cabizbajo. Tenía una idea en la cabeza que llevaba tiempo hundiéndole la moral. Ahora su tío había hondado en ese asunto y las lágrimas acudieron irremediablemente a sus ojos- Soy el tercer hijo... del que no se espera nada.

-¡Aquí te equivocas! -bramó Rayzzen.

A Daego le sorprendió el tono jovial que empleó su tío y cuándo alzó la vista se lo encontró sonriendo con indulgencia.

-Lo que tu padre quiere es que busques tu lugar en este mundo, que halles un propósito para tu vida. Realmente él odia que intentes imitar a tus hermanos, pues sus destinos son completamente diferentes al tuyo. Tu destino es...

-Ya... pero yo sé que él me odia. -Daego interrumpió bruscamente a su tío y nuevamente una fuerte emoción le embargó. Notaba como se le humedecían los ojos.

-¿Pero de qué estás hablando? -preguntó confuso Rayzzen que se vio obligado a parar para encarar a su sobrino.

-Bueno... -Daego cerró los ojos pues le ardían y no quería que su tío viera debilidad en ellos. Quería demostrarle que ya no era un niño, así que esbozó su mejor sonrisa antes de contestar- Cómo yo maté a madre...

Finalmente, no fue capaz de controlar el torrente de lágrimas que vino después. Bajó la cabeza mientras se frotaba los ojos con amargura. De no ser así se hubiera percatado que el rostro de Rayzzen se ensombreció fruto de sus palabras.

En un rápido movimiento, le propinó un fuerte bofetón. Éste, desprevenido, cayó al suelo de culo. Tal fue su sorpresa que se quedó petrificado. Al mirar a los ojos de su tío podía leer una furia desmedida. Como una oscura y lejana tormenta. Silenciosa.

-¡Y te vuelves a equivocar! -profirió Rayzzen ante la atónita mirada de Daego y los curiosos transeúntes- Y no lo digo por lo que pueda pensar tu padre, o lo que quieran cuchichear tus hermanos. Eres tú el que se equivoca al asumir la muerte de tu madre cómo propia. ¡Abre los ojos Daego! Fuera, en el mundo, la oscuridad acecha y campa a sus anchas. No permitas que ella anide en tu corazón o acabará destruyéndote.

"La percepción que tienen los demás de ti está definida en buena medida por lo que llevas en tú interior, ¿Entiendes lo que te quiero explicar? -en ese momento Rayzzen le ofreció su mano a Daego para ayudarle a levantarse del suelo- Si asumes como propia la muerte de tu madre, los demás también lo verán de ese modo. Ella dio la vida para traer a su hijo al mundo. Honra el amor y la luz de ese acto, honra su memoria. No lo transformes en oscuridad."

-Yo... yo no... -tartamudeó Daego preso de la emoción- Nunca lo había visto de esa forma. -logró decir al final.

Rayzzen sonrió con cariño a su sobrino y le dio un fuerte abrazo.

-Ultreia. -le susurró al oído- Aquí empieza tu camino. Tu forja del paladín.

La Forja del Paladín: El Lucero del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora