Cap5. Fuego y Luz

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Una deflagración envolvió el cuerpo del mago de fuego. Rayzzen saltó al suelo y rodó para esquivar las llamas. A Daego le agarró desprevenido y la explosión le hizo caer al agua de la fuente, salvándose de la llamarada.

-¡Daego! -gritó Rayzzen.

-¡Estoy bien! -contestó la cabeza de Daego que acaba de emerger del agua- ¿Qué ha pasado?

-No lo tengo del todo claro. -éste se volvió al mago que tenía el cuerpo envuelto en llamas. Pero tras fijarse un poco más de dio cuenta que no estaba envuelto en llamas, él mismo era de llamas. Los ropajes se habían consumido como si de un elemental se tratase. En torno a su cuerpo tenía un vestigio mágico.

Cuatro aros de fuego lo rodeaban, con inscripciones mágicas en ellos. Rayzzen conocía bien aquellos que usaban la magia desde la ciencia y éste era uno de ellos. Si los aros de fuego estaban activados, el hechicero aún estaba convocando un conjuro.

-¡ALAS DE FUEGO! -vociferó entonces el mago ígneo y unas enormes alas le surgieron de la espalda. Eran alas de dragón, de llama pura. Con un rugido batió sus poderosos apéndices y salió disparado al cielo.

-¡Tío! -gritó Daego que estaba corriendo hacia Rayzzen- ¡Tío!, ¿Qué es eso?

-Un piromántico. -repuso él mirando hacia el cielo con la mano haciendo de visera. El mago de fuego parecía haberse detenido a varios metros por encima de la torre de hechicería.

Alzó sus brazos y de sus manos surgió una gran bola de llamas. Un parpadeo más tarde la esfera era monstruosamente grande. De súbito, el cielo se llenó de una veintena de haces de fuego que surgían de los alrededores de la torre de hechicería. Las lenguas ígneas impactaron de lleno en la esfera del grotesco piromántico, alimentándola.

-¡MAGMA! -se escuchó gritar en coro a los acólitos de fuego. Justamente los mismos que habían visto, minutos antes, Rayzzen y Daego.

De repente, la esfera de fuego extinguió sus llamas, solidificándose al momento con un gran estruendo. Gotas de magma empezaron a caer del cielo y con ello empezaron los primeros gritos de horror.

-¡Alrich! -vociferó desde las alturas el piromántico- ¡Como tribuno regente de ésta ciudad, te has manchado las manos de sangre!, ¡El pueblo arcano reclama justicia!

-Increíble... -mustió Daego atónito por la situación.

Rayzzen se mordió el labio inferior. Miró a su alrededor. Había demasiada gente en aquella plaza.

-¡Dame tu mano! -gritó a su sobrino, aferrándosela.

Luego contó rápidamente, 1, 5, 12... 25 personas. Cerró los ojos para concertarse mejor. Invocó toda la esencia mágica de luz que tenía en su interior y cuándo notó que ya no le quedaba más usó su técnica secreta. Absorber el poder mágico de luz de otros seres vivos. Así que empezó a extraer el poder latente de su sobrino.

Notó como la mano de Daego empezaba a temblar, incluso intentó zafarse de Rayzzen. "Lo siento Daego..." pensó mientras notaba cómo le empezaba a sangrar la nariz. En su frente se le formó una marca. Un círculo que emite tres haces, el vestigio mágico de la luz por fe.

-¡ESCUDO DE LUZ! -vociferó alzando su mano libre.

Veinticinco esferas luminosas salieron disparadas hacia sus objetivos, creando al instante un escudo protector sobre cada una de ellas. Lamentablemente, había absorbido tanto poder mágico a su sobrino que éste se desplomó al suelo. Incluso a Rayzzen le temblaban las piernas por el sobreesfuerzo. Pero no podía permitirse un solo segundo de debilidad. Era un paladín.

-Horthar... -susurró entre dientes pensando en su antiguo maestro.

Mientras tanto, en lo más alto de la torre de hechicería, el piromántico al fin arrojó la monstruosa esfera de magma. La multitud gritaba horrorizada ante aquel infierno que se había desatado sobre sus cabezas. Rayzzen ya se preparaba para recibir el impacto... cuándo vio cómo se abrían todos los accesos de la torre de hechicería. De ella salieron en tropel decenas de magos.

Dos de ellos actuaron al instante, como si de uno solo se tratase, alzaron sus manos al aire. Del suelo apareció un gran círculo mágico que los rodeó. Estalagmitas se formaron en torno a los dos magos mientras que pequeñas rocas empezaron a levitar movidas por los poderes telúricos. El vestigio mágico de la tierra por ciencia.

-¡MURO DE ROCA! -corearon al unísono los dos hechiceros terranos.

Frente a ellos la tierra se abrió y se alzó un vasto muro de roca que por muy poco no derriba media torre de hechicería. Éste interceptó la bola de magma en una tremenda explosión de cascotes y fragmentos ígneos.

La gente corría y gritaba auxilio, pero por fortuna los escudos de luz que había convocado Rayzzen cumplieron a la perfección su cometido. El caos se desató. Los magos de ambos bandos empezaron a enfrentarse en un combate sin cuartel, en un espectáculo de hechizos.

-¿Tío...? -preguntó un Daego confundido y demacrado.

Rayzzen sacó un frasco de su cinto. En su interior centelleaba un líquido azulado. Miró entonces a su sobrino con cara de culpabilidad.

-Toma, te ayudará a recuperar fuerzas.

Daego, obediente, asintió con la cabeza y de un largo trago se bebió la pócima. Enseguida se le iluminó el rostro.

-¡Wow!, ¡Esto es genial! -dijo dando saltos alrededor de Rayzzen- ¡Me siento pletórico!

-Me alegro que te haya sentado bien. -comentó distraído su tío mientras con la mirada analizaba la situación.

Los combates se iban intensificando a su alrededor y el que más guerra estaba dando era el piromántico desde las alturas, al cual no lograban reducir entre explosiones y estallidos mágicos. No obstante, lo que más alarmaba a Rayzzen eran los civiles que aún seguían deambulando desorientados por las inmediaciones.

En esas reflexiones se encontraba cuándo, justo por el rabillo del ojo, vio cómo se aproximaba un proyectil ígneo. Rápidamente alzó su mano para invocar el poder de la luz. En la palma de su mano brilló un destello que adquirió forma de escudo circular. El impacto con el proyectil lo hizo retroceder varios metros. Aun así, aguantó estoicamente.

-¡Rayzzen! -gritó Daego alarmado.

-¡Desenvaina la espada y retrocede! -le gritó a su sobrino mientras echaba mano a su cintura dónde se encontraba Werion, látigo de luz, su arma de paladín. Hacia él venía corriendo un acólito de fuego, seguido de cerca por dos hombres más, armados con espadas- ¡Encárgate de evacuar a los indefensos!, ¡Son ellos los que más te necesitan!

-Pero tío... -exclamó su sobrino detrás suyo.

-Ésta será tu primera prueba como futuro guardián de luz. -sentenció Rayzzen quien giró la cabeza hacia su sobrino para dedicarle una sonrisa de afecto- No me decepciones.

Daego se quedó asombrado. Pero al mismo tiempo sintió un subidón de adrenalina. Esa sería... ¡Su primera gran prueba! La emoción lo embargaba.

-Confía... -empezó a decir. Pero un colosal fragmento de la torre de hechicería se desprendió, cayendo entre los dos.

A Daego no le dio tiempo a reaccionar. Sólo notó un fuerte empellón en el centro del pecho, que lo hizo rodar por el suelo, a salvo de la inmensa escalinata de piedra que acababa de caer del cielo. De su tío no vio ni rastro. Ahora mismo Daego se encontraba solo.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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La Forja del Paladín: El Lucero del AlbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora