Draco Malfoy

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"Ay, desde que te vi, me invade una gran sensación

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"Ay, desde que te vi, me invade una gran sensación

fue como una extraña emoción 

como mariposas que buscaban flores de color en mi corazón"

TINI, Nacho "te quiero mas

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***  Brillo de estrellas ***

Los pasillos de Hogwarts resonaban con el eco de los pasos apurados de los estudiantes, pero Draco Malfoy tenía la vista fija en una figura que avanzaba tranquilamente frente a él: Estela Zabinni, la hermana de su mejor amigo, Blaise. Desde que eran niños, Draco había sentido una atracción inexplicable hacia ella. Era diferente, una Slytherin como él, pero con una calma y bondad que contrastaba con su propia arrogancia. Estela era como una estrella lejana, brillante e inalcanzable.

Cada intento de acercarse a ella terminaba en fracaso. Estela lo rechazaba, y siempre lo hacía con una frialdad que no era suya. Draco sabía que ella lo veía como un niño mimado, alguien que no se tomaba nada en serio. Pero eso no podía estar más lejos de la verdad.

Los años pasaron, pero la frustración de Draco solo creció. Estela seguía tratándolo con una distancia que él no comprendía. ¿No se daba cuenta de que él la miraba de una forma diferente a los demás? ¿Que lo que sentía no era un capricho pasajero?

Una tarde, mientras caminaba por los terrenos del castillo, la encontró sentada en uno de los bancos del jardín, con un libro en las manos. El sol se estaba poniendo, y la luz dorada caía suavemente sobre su cabello oscuro. Decidió que ya era suficiente. Tenía que hablar con ella, tenía que decirle lo que sentía, aunque lo rechazara de nuevo.

—Estela —la llamó, y ella levantó la mirada, sorprendida de verlo ahí.

—Draco, ¿qué quieres? —preguntó con esa voz tranquila que siempre lo desarmaba.

—Necesito hablar contigo. Ya no puedo seguir pretendiendo que no me importas —soltó, sin preámbulos.

Estela lo observó en silencio, sus ojos verdes escrutando cada uno de sus movimientos.

—¿Por qué haces esto? —preguntó finalmente, su tono sereno, pero lleno de desconfianza—. Siempre has sido un niño mimado, Draco. Crees que puedes tener todo lo que quieras, pero yo no soy uno de tus caprichos.

Draco sintió que sus palabras lo golpeaban como un puñal. ¿Eso era lo que ella pensaba de él? No podía culparla, había sido así durante mucho tiempo, pero no con ella.

—No soy el niño que crees —replicó, dando un paso hacia ella—. Lo que siento por ti no es un capricho, Estela. Te he mirado durante años, y he visto cómo eres. Eres diferente, eres buena. Y me gustas desde que éramos niños. Nunca lo he dicho en serio antes, pero esta vez lo digo de verdad.

Estela lo miró a los ojos, buscando la verdad en ellos. Por un momento, Draco pensó que lo rechazaría otra vez, pero entonces, algo en su mirada cambió. Una leve sonrisa, apenas perceptible, curvó sus labios.

—Siempre supe que me gustabas, Draco —admitió finalmente—. Pero también tenía miedo de que solo fuera una fase para ti. Que un día te aburrirías de mí.

—Eso nunca pasaría —dijo con firmeza—. No con lo que siento por ti. He tratado de ocultarlo porque pensaba que era solo un capricho, pero no es así. Te admiro por tu bondad, por cómo siempre eres la voz de la razón. A veces, me gustaría ser más como tú.

Estela se quedó en silencio, claramente sorprendida por su sinceridad. Se mordería el labio inferior, pensativa, y por un momento, Draco sintió que todo el aire del jardín se había detenido.

—Tú... ¿te gustaría ser más como yo? —preguntó, casi incrédula.

—Sí —respondió él, acercándose un paso más—. Lo que quiero es ser alguien que te haga sentir bien. No soy solo el niño mimado que ves. He crecido, he cambiado, y estoy aquí porque no quiero perderte.

Estela suspiró, dejando caer la barrera que había mantenido entre ellos durante tantos años. Dio un paso hacia él, y antes de que Draco pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, sintió sus labios sobre los de ella, suaves y cálidos, como la luz de la estrella que tanto representaba su nombre.

Cuando se separaron, el mundo parecía más brillante. El sol ya se había puesto, pero las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, como si celebraran su conexión.

—Supongo que puedo darte una oportunidad, Malfoy —bromeó Estela con una sonrisa traviesa—. Pero no me decepciones.

Draco sonrió por primera vez en mucho tiempo, sintiendo que, finalmente, había alcanzado esa estrella que tanto había deseado.

—No lo haré —prometió—. Y si alguna vez te sientes insegura, recuerda que siempre estaré aquí, y que lo que siento por ti es real.

Se quedaron juntos, compartiendo risas y confidencias mientras el cielo se oscurecía. Esa noche, bajo el manto de estrellas, ambos se dieron cuenta de que su relación no era solo un cuento de hadas; era una nueva historia que estaban comenzando a escribir juntos.

Con el tiempo, el amor entre Draco y Estela floreció. Se convirtieron en un equipo dentro de Slytherin, apoyándose mutuamente en cada desafío. Cada mirada, cada toque, cada sonrisa se convirtió en un recuerdo que atesorarían por siempre. No eran solo Draco y Estela; eran dos almas que se encontraban en medio de la oscuridad, iluminándose mutuamente como las estrellas en el cielo.

One Shot- Harry PotterWhere stories live. Discover now