Capítulo 3: Juegos perversos

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Christian alguna vez fue alguien lleno de sueños e ilusiones. Amaba las flores, la música y el baile. Disfrutaba de largos paseos cerca de su residencia en Mónaco, todo era felicidad.

Poco a poco fue descubriendo el amor, la pasión y eventualmente se enamoró, pero a su padre no le gusto que haya sido de un hombre.

Lo echó de casa y lo desheredo.

Desde entonces había estado solo, pues a su familia no le importo si se había casado y tenido un hijo con una mujer para complacerlos. Nunca le volvieron a tender la mano.

Se vio a sí mismo como la única fuerza que lo sacaría adelante en esa vida, lejos de los lujos de Mónaco y el odio de su familia. Él no repetiría ese patrón, pues siempre buscaría ser un refugio para su amado hijo, quien se convirtió en su razón de vivir.

Pero ahora, frente a él, se encontraba aquel hombre del que se había enamorado perdidamente. 

Sin embargo, no era un ambiente de romance. Un juego de cupido para unirlo a su lado.

No, no lo era después de escucharlo hablar.

—Este error fue descubierto hace poco, y mis clientes quieren llegar a un acuerdo —Toto ni siquiera lo recordaba.

Su firmeza al hablar, sin titubear y como si se tratara de algo guionizado con anterioridad, tenso a Christian.

¿Cómo podía presentarse así nada mas y decirle que su hijo no era suyo?

—Es mentira —Susurró.

—No lo es, señor Horner —Comenzó el abogado —Pero también debemos hacer una prueba de ADN para asegurarnos de que no haya más errores.

—Max es mi hijo —Respondió levantando un poco la voz —Yo lo cuide desde que era un bebé.

Parecía estar en un estado de negación.

—Señor Horner, mis clientes desean que el proceso sea lo más discreto posible —Continuó Toto sin inmutarse, ya esperaba esa reacción —Si el ADN confirma la identidad del joven, entonces hablaremos de la compensación económica...

—¿Compensación económica? —Interrumpió —No les venderé a mi hijo.

El abogado se dio cuenta de su error, debió escoger mejor sus palabras.

—No es lo que quería...

—¿Creen que porque soy pobre pueden venir y quitarme a mi hijo? —Christian se levantó de la mesa dispuesto a irse —No se acerquen más a nosotros. No necesitamos su dinero, ni mucho menos que llenen de ideas la cabeza de mi hijo.

—Señor Horner, debe entender que esto es por el bien de Max —Dijo Toto persiguiendolo y tomando su brazo con cierta brusquedad —No podrá darle el estilo de vida que mis clientes le ofrecen.

En ese momento se jalo para librarse de su agarre y lo volteo a ver.

—¿Y que pasara si digo que no?  —Sus ojos azules estaban llenos de lágrimas, le aterraba la idea de perder a su único hijo.

—No es intención de mis clientes...

—Responde —Insistió sin dejarlo terminar.

Toto suspiró pesadamente y se quitó los anteojos para tocar delicadamente el puente de su nariz. Estaba muy estresado.

—Señor Horner, Max es mayor de edad —No hacía falta decir más, ambos sabían a qué se refería —Ellos no desean un escándalo donde los mayores afectados serán los jóvenes. Por favor, al menos piénselo un poco.

ʟᴀᴢᴏꜱ ᴅᴇ ꜱᴀɴɢʀᴇ~ᶜʰᵉˢᵗᵃᵖᵖᵉⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora