Donde Erin se ve atrapada en una maldición y un enamoramiento sorpresa.
O
Donde Klaus conoce al amor de su vida pero ella lo odia.
{THE VAMPIRE DIARIES S2-4}
{OCXKLAUSMIKEALSON}
{LIBRO UNO DE DOPELGÄ...
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"𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐎𝐔𝐒𝐄 𝐆𝐔𝐄𝐒𝐓"
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El sol comenzaba a colarse por la ventana del cuarto de Erin, iluminando suavemente el espacio mientras ella descansaba profundamente en la cama. Raia estaba sentada en el alféizar, observando con atención los primeros rayos de luz. Erin había estado inconsciente toda la noche, y aunque Raia sabía exactamente por qué, esa razón comenzaba a inquietarla. Había vuelto por motivos verdaderamente importantes, y Erin era uno de ellos. Elijah, la otra razón, había sido lo que la hizo regresar a Mystic Falls tras un siglo de ausencia.
De pronto, Raia escuchó unos leves quejidos. Volteó hacia la cama y vio cómo Erin empezaba a despertar, frotándose los ojos con esfuerzo. Raia se puso de pie justo en el momento en que Erin abrió los ojos solo para cerrarlos de inmediato, cegada por el resplandor del sol que inundaba la habitación.
—Buenos días, dormilona —dijo Raia con una media sonrisa.
Erin despertó sobresaltada, retrocediendo hasta pegarse contra el espaldar de la cama.
—¿Qué demonios...? —murmuró mientras intentaba alcanzar su teléfono. Pero Raia fue más rápida, arrebatándoselo y guardándolo en su bolsillo.
—No entiendo —comenzó Raia, mientras caminaba tranquilamente por la habitación, observando una foto de las hermanas en la pared—. Mandas a buscarme con el idiota de Elijah, llego aquí para ayudarte, y lo primero que haces es asustarte por mi presencia.
—¿Raia? —preguntó Erin, con el rostro aún desorientado. La mayor asintió con calma—. ¿Cómo quieres que no me asuste si apareces en plena medianoche, y para colmo, tienes mi mismo rostro? —Raia soltó una pequeña carcajada.
—Tranquila, chiquilla —dijo entre risas—. Solo he venido a ayudarte con tus problemas de maldición y con esos originales rebeldes.
Erin intentó levantarse con cuidado, pero un mareo repentino la hizo tambalearse. Raia apareció a su lado en un instante, sujetándola y ayudándola a sentarse de nuevo en la cama.
—¿Qué te sucede? —preguntó Raia, arrodillándose junto a ella al ver cómo Erin se llevaba una mano a la frente, frunciendo el ceño de dolor.
—Solo fue un mareo fuerte —respondió Erin, masajeándose las sienes—. Es como si me hubiera dado una fuerte migraña... o algo peor.
