~𝐂𝐮𝐥𝐩𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐃𝐞 𝐀𝐬𝐞𝐬𝐢𝐧𝐚𝐭𝐨~Junior Express~

-Capítulo 8-

A este punto, ya estaban todos alrededor de mí, tratando de ver qué es lo que había pasado.

—Por favor, retrocedan, hay que contaminar lo menos posible la evidencia. —Les dije, enseriándome—.

Fui a recoger unos guantes de látex y empecé a fijarme en qué había en el tacho, lo único raro eran un par de guantes y un pedazo de soga quemado...

—¡¿Qué mierda?! —Estaba comenzando a perder la calma—. ¡Por favor, hagan un recuento de todos!

Comencé a oír murmullos de números y nombres hasta que se callaron de pronto. Ante ese silencio abrupto decidí mirar a mi alrededor.

—¿Y Lila...? —Mierda—.

Indescriptible es el cómo comencé a sentirme. Lo que bajaba por mi frente era sudor, pero un sudor frío, de nerviosismo y ansiedad.

No podía ser que a Lila le hubiera pasado algo, ¿verdad?

Sería totalmente ridículo, Lila tenía toda la capacidad para defenderse...

—Mierda, mierda, mierda... —Comencé a repetir en susurros—. Rulo Rolando y Arnoldo, acompáñenme a revisar hacia el frente del monorriel, Carlos y Natalio, revisen la parte trasera.

Todos comenzamos a mirarnos preocupados.

Les pedí a los que se iban a quedar allí que mantengan la calma y traten de no tocar posibles evidencias, para evitar contaminarlas.

Pero, estaba siendo un hipócrita... ¡¿cómo les podría pedir que se calmen si yo estoy demasiado preocupado?!

Vagón por vagón, revisamos cada centímetro, no había nada ni nadie... tampoco había evidencias ni huellas...

Es curioso, ¿no? Si no hay huellas... después revisaré otros tachos de basura o lugares donde puedan haber sido descartados elementos de limpieza.

—Alto... —Arnoldo nos hizo frenar en seco—. Espere un momento, capitán Topa.

Habíamos llegado al vagón donde se encontraba el baño y Arnoldo no nos quería dejar pasar, pero él se adentró y abrió la puerta del baño, quedándose perplejo, hasta que se dio la media vuelta.

—Capitán Topa, prepárese mentalmente para ver esta escena, porque es... es... —

Dejó las palabras en el aire y yo me acerqué rápidamente a ver, imaginándome lo peor.

¿Que si me imaginaba lo peor?
¡Era lo peor!

—¡LILA! —Grité su nombre—.

El verla allí, tirada en el piso... sí, definitivamente yo no quería ver eso. No, no sólo que no quería verlo, no quería que hubiera pasado, en primer lugar, ¿por qué tuvo que pasar?

Todo por ese idiota... conscientemente, considero que no hemos tratado mal a nadie de la tripulación ni los hemos agarrado de boludos... ¿pero y si sí? ¿Pero y si sí y ahora por eso tenemos que afrontar la muerte de nuestros compañeros, amigos y tal vez para algunos algo más?

¿Qué tal que le pasa algo a los Rulos?
¿Qué tal que me pasa algo a mí?

No, no, no... debería dejar de pensar tanto y concentrarme en lo que está pasando.

Es una escena tan shockeante que las palabras no salen de mi boca aunque mi mente esté maquinando a excesivos kilómetros por hora.

Lila... ¿por qué tenía que terminar así? Una chica, compañera y amiga, tan carismática, tan solidaria, tan mandona a veces, pero lo hacía por nuestro bien, tan atenta, tan...

Y ahora... simplemente, desparramada por el suelo, cubierta de sangre... esto es bestial...

Aparte de querer matar, esta persona... Dios mío, es despiadada.

Con el estómago abierto se la puede ver, con las piernas y las manos magulladas...

—Arnoldo... avisále a los demás. —Di la orden, tratando de contener la cantidad numerosa de lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos—. Bueno, Lila... hubiera deseado que no fuera nuestro último adiós... y también decirte todas las cosas que nunca pude... —