La joven Meg

Capítulo 1: Llegada a Buenos Aires

Me senté en el avión, mirando por la ventanilla mientras despegábamos de Nueva York. Mi corazón estaba dividido entre la emoción de conocer una nueva ciudad y la tristeza de dejar atrás todo lo que conocía. Mi mamá, Laurita, me había convencido de pasar el verano en Buenos Aires, su ciudad natal.

—Che, Meg, ¿estás emocionada? —me preguntó mi mamá, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.

—Sí, mamá. Estoy ansiosa por conocer la ciudad —respondí, tratando de sonreír.

—Te va a encantar. Vas a ver que es una ciudad increíble —dijo, sonriendo.

Después de un largo vuelo, finalmente aterrizamos en el Aeropuerto Internacional Ezeiza. Mi mamá me tomó de la mano y me llevó hasta la salida.

—Vamos, nena. Tenemos que buscar a tu tío Tomás. Él nos va a llevar a casa —dijo.

Mientras salíamos del aeropuerto, sentí el calor y la humedad de la ciudad. Me sorprendió la cantidad de gente que había en la calle, todos hablando a gritos y moviéndose con prisa.

—¿Estás bien, Meg? —preguntó mi mamá, notando mi expresión confundida.

—Sí, mamá. Solo estoy un poco abrumada —respondí.

—No te preocupes, nena. En un ratito te vas a acostumbrar —dijo, sonriendo.

Mi tío Tomás nos esperaba en la puerta del aeropuerto, con una sonrisa amplia en su rostro.

—¡Laurita! ¡Meg! ¡Qué emoción verteAgain! —exclamó, abrazándonos.

—Hola, Tomás —dije, sonriendo.

—Vamos, vamos. Tenemos que ir a casa. Tu abuela está ansiosa por verte —dijo, tomándonos las maletas.

Mientras nos dirigíamos a casa de mi tío, no podía dejar de mirar la ciudad. Era tan diferente a Nueva York, pero había algo en ella que me atraía.

—Mamá, ¿qué es ese edificio? —pregunté, señalando un gran edificio en el centro de la ciudad.

—Ese es el Obelisco. Es un símbolo de la ciudad —respondió mi mamá.

—Es impresionante —dije, asombrada.

—Sí, lo es —dijo mi tío Tomás—. Esta ciudad tiene mucho que ofrecer. Vas a ver que te vas a enamorar de ella.

Sonreí, sintiendo que ya estaba empezando a hacerlo.