II

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Con el paso del tiempo, la relación entre los humanos y las criaturas del océano, como las sirenas y tritones, se tornó cada vez más peligrosa y oscura. Lo que alguna vez había sido una historia de misterio y fascinación mutua se había convertido en una caza despiadada. Los rumores comenzaron a esparcirse por las profundidades del mar: los humanos, ahora mejor equipados, no solo evitaban los encantamientos de las sirenas y tritones, sino que activamente los cazaban. Los relatos de aquellos que habían desaparecido cerca de la superficie se multiplicaban, y el terror se apoderaba de las comunidades submarinas. Los cuerpos de sus compañeros, que nunca retornaban al agua, eran aprovechados por los humanos para obtener riquezas de formas macabras.

Los más altos mandos de la sociedad de sirenas y tritones, aquellos antiguos y sabios seres que habían gobernado por siglos en las profundidades, emitieron advertencias estrictas. Ninguno de los suyos debía acercarse a las embarcaciones humanas, ni subir a la superficie. Las olas ya no eran seguras, y cualquier contacto con los humanos representaba un riesgo mortal. Los informes de sirenas y tritones capturados y asesinados habían aumentado, y los ancianos temían que sus cuerpos estuvieran siendo profanados de las formas más crueles. Los humanos, en su codicia, habían descubierto en las criaturas del mar un recurso valioso. Su carne se vendía como manjar exótico en los mercados negros, y sus escamas, brillantes como diamantes, eran tratadas como piedras preciosas, usadas en joyas de lujo que adornaban a los ricos y poderosos de la superficie.

Los dientes de los tritones, afilados como cuchillas, eran extraídos de sus cadáveres para ser transformados en objetos ornamentales, trofeos de caza que simbolizaban la victoria sobre los misterios del mar. Las historias de sirenas cuyas colas, al ser cortadas, eran exhibidas como piezas de coleccionista, recorrieron el reino submarino como una pesadilla compartida. Los cantos y las canciones de estas criaturas, antaño celebradas por su belleza y su poder, ahora se veían silenciadas por el miedo. En lugar de cazar o cortejar a los marineros, las sirenas y tritones se ocultaban en las profundidades, temerosos de lo que los humanos podrían hacerles si caían en sus redes.

El tritón solitario, el marginado por su incapacidad para cantar, fue uno de los pocos que no sintió la amenaza de la misma manera que los demás. Para él, la superficie y los humanos ya representaban una fuente de supervivencia ocasional. Aunque era consciente de la creciente amenaza, y había visto las naves humanas evolucionar a lo largo de los siglos, no temía por su vida de la misma forma. Estaba acostumbrado a estar solo, a vivir en las sombras, y su exilio voluntario lo había llevado a evitar los riesgos que otros asumían al cazar tan cerca de la superficie.

Sin embargo, no podía evitar escuchar los murmullos de miedo que se extendían entre su pueblo. Las historias de tritones cazados y sirenas desaparecidas resonaban en su mente, y aunque no tenía lazos cercanos con ellos, una parte de él sentía una profunda tristeza. Era como si el mundo al que nunca había podido pertenecer estuviera desmoronándose frente a sus ojos. Aquellos que lo habían despreciado y marginado ahora vivían en constante terror, y el océano, que una vez había sido su reino incuestionable, se había vuelto un lugar peligroso.

La sociedad de las profundidades, siempre tan orgullosa y libre, ahora se escondía en los rincones más oscuros del océano, temiendo por su vida. Las advertencias de los ancianos se repetían en cada rincón del mar: "No te acerques a la superficie. Los humanos son crueles, y no mostrarán compasión." Pero a pesar del miedo generalizado, había quienes no podían resistir la tentación de la caza. Algunos tritones jóvenes, imprudentes y llenos de arrogancia, ignoraban las advertencias, creyendo que su canto los protegería. Estos atrevidos desafiarían la suerte, acercándose a los barcos para tentar a los marineros, y muchos nunca volvían.

Mientras tanto, el tritón solitario continuaba sus migraciones, pero ahora con más cautela. Observaba de lejos las embarcaciones humanas, sabiendo que el riesgo de ser atrapado era mayor que nunca. Aunque no temía la muerte, sabía que su vulnerabilidad lo hacía más susceptible a ser cazado, al no poder utilizar el canto como arma o defensa. Así, en su eterna soledad, evitaba las zonas donde los humanos eran más frecuentes, manteniéndose en los confines más oscuros del océano, donde las luces de los barcos no llegaban.

Soundless Voice 「Narusasu」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora