Quien es ese hombre

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Antonio, con el corazón en la garganta, se plantó en la sala de la casa de Sonia.  Patricia, con una sonrisa irónica, le dijo que Sonia no estaba.  Pero Antonio, obsesionado con ella, sabía que estaba mintiendo.  Era la hora en que Sonia iba a la cafetería, y si no estaba ahí, debía estar preparándose para ir a la universidad.

"Patricia, sé que Sonia está aquí, así que por favor, llámala", dijo Antonio, con un tono de voz desesperado.

Patricia, con un gesto de irritación, intentó responder, pero Antonio la interrumpió.  "Sonia", dijo, con una sonrisa que no alcanzaba a llegar a sus ojos.

Sonia, con la cara desencajada, se quedó paralizada.  "¡Qué haces aquí!  Patricia, llama a la policía, ese hombre es un acosador", gritó, con un tono de voz atemorizado.

Patricia, con la cara pálida, solo alcanzó a decir: "Estás loca".

Antonio intentó acercarse a Sonia, pero ella retrocedió, con la mirada llena de terror.  En ese momento, Sergio Catamarán, el padre de Sonia, apareció en la sala.

"Padre, es ese hombre, el que me acosó.  Llama a la policía", dijo Sonia, con la voz temblorosa.

Un golpe seco resonó en la habitación.  Sergio Catamarán había dejado la marca de su mano en la mejilla de Sonia.  Ella se agarró con dolor, más que en su mejilla, en su corazón.  Y salió corriendo a su habitación.

"Sonia, aparte de fácil, mentirosa", gritó Sergio, con un tono de voz lleno de rabia.

Antonio, helado al ver cómo trataban a Sonia, se llenó de ira.  Se acercó a pasos firmes y tomó del saco a Sergio.  No lo golpeó, porque no resolvía los problemas con golpes, pero sabía muy bien cómo acabar con sus enemigos.

"Que sea la última vez que maltratas a Sonia, porque si me entero que lo haces otra vez, te acabo, y sabes que puedo hacerlo", dijo Antonio, con un tono de voz amenazante.

Sergio, intrigado, lo miró con una mezcla de miedo y curiosidad.  "Qué te pasa, Antonio?  Sonia te insultó y la defiendes.  Y se puede saber a qué vienes a mi casa?  Viniste a ver a Patricia?"

"Sonia dijo la verdad, y vine a disculparme y a pedir tu permiso para cortejar a tu hija", respondió Antonio, con un tono de voz firme.

Sergio, aturdido, se quedó en silencio por un momento.  "Entonces tú fuiste quien acosó a Sonia?  Eres un hombre formal, me parece bien", dijo, con un tono de voz que no reflejaba su verdadera opinión.

"¡Papáaaa!", gritó Patricia, con un tono de voz lleno de rabia.  Se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación.

"Pasa a la habitación de Sonia, porque no creo que ella quiera venir, porque es necia, y por cómo la traté, menos querrá salir", dijo Sergio, con un tono de voz resignado.

Antonio, indeciso, se quedó mirando a Sergio.  Pero Sergio lo acompañó a la habitación de Sonia.  Abrió la puerta y vio a Sonia tirada en la cama, llorando.

"Pasa", dijo Sergio.

Antonio entró en la habitación y cerró la puerta.  "Si no es Patricia, será la tonta de Sonia", pensó Sergio, con un tono de voz sarcástico.

Antonio, con la garganta seca, se aclaró la voz.  "Hola, Sonia", dijo, con un tono de voz tímido.

No la dejó contestar.  Sabía que ella lo iba a correr.

Sonia se sentó a la orilla de su cama, consciente de que su padre conocía al hombre. Ya no sentía miedo, solo una furia contenida.

Antonio, con la voz temblorosa, se presentó: "Soy Antonio de la Madrid Valencia. Sé que no me conoces y te quiero pedir una disculpa por lo del café y por lo que ocurrió hace un momento. Y vine a dejar tus libros".

Sonia lo interrumpió con un seco: "Disculpado. Te puedes retirar. Y gracias por mis libros". Se levantó de la cama y se dirigió al baño.

Antonio, desesperado, la tomó de la mano y la jaló hacia él, haciendo que ella chocara contra su pecho. La tomó de la cintura, sin soltarla.

"Dame una oportunidad", dijo Antonio, con un tono de voz frustrado, con Sonia pegada a él.

"Suéltame, por favor. No te conozco, no me das confianza y eres un pervertido", dijo Sonia, molesta.

El tonto de Antonio no se dio cuenta de que al tener cerca a Sonia, ver sus labios rosados y sus ojos marrones, y tenerla agarrada de la cintura pegada a su cuerpo, hizo que se le formara una erección. Podía sentirla.

"Suéltame, por favor", repitió Sonia, irritada, y se mordió el labio interior, un gesto que hacía de costumbre cuando estaba nerviosa.

Antonio, excitado, insistió: "Sonia, por favor, dame una oportunidad". Al ver que Sonia se mordió el labio interior, no pudo contenerse más y la besó con desesperación. Cuando se dio cuenta de que le había dicho "pervertido" porque tenía una erección y porque al abrir los ojos vio que, además de forcejear, Sonia estaba llorando, la soltó.

Sonia se separó de él y le pegó una cachetada.

"Sonia, discúlpame, soy un idiota", dijo Antonio, frustrado.

Sonia lo corrió de su cuarto y Antonio se fue sin antes pedir su número a Sergio, ya que Sonia no lo escucharía. Él no se daría por vencido.

Sonia se sentó en la cama, con la mente llena de confusión. No entendía por qué ese hombre la buscaba. Lo recordaba del café, claro, pero solo hasta el día que chocó con él.  "Está loco", pensó, con un escalofrío recorriéndole la espalda.

Sergio, sin embargo, había espiado todo. No había cerrado completamente la puerta y al salir, se encontró con Antonio.  Éste, con una mezcla de desesperación y arrogancia, le pidió el número de Sonia. Sergio le dio el de Patricia, con la curiosidad y la ambición mezcladas en su mirada, le preguntó qué había pasado. Antonio, con la esperanza que el ambicioso de Sergio le sirviera de algo le contó todo.

Al irse Antonio, Sergio entró al cuarto de Sonia.  "Sonia, mi amor, ¿qué pasó?  ¿Por qué ese hombre te busca?"

Sonia, con la voz temblorosa, le contó todo.  "Es un pervertido, papá.  Me besó a la fuerza.  No lo quiero cerca".

Sergio, con un gesto de preocupación fingida, la abrazó.  "Tranquila, mi amor.  No te preocupes.  Ya me encargué de ese hombre.  No volverá a molestarte".

En realidad, Sergio estaba furioso.  No podía creer que Antonio, un hombre que podía abrirle muchas puertas en el mundo de los negocios, se hubiera fijado en Sonia no en su amada Patricia, con su belleza y su astucia, era la heredera perfecta para el imperio Catamarán.  Y Antonio, con su posición social y su fortuna, sería el marido ideal para ella.

"No te preocupes, mi amor.  Ya me encargué de ese hombre.  No volverá a molestarte", le dijo a Sonia, con un tono de voz que no reflejaba su verdadera opinión.

Sonia se sintió incómoda y fuera de lugar al escuchar a su padre llamarla "mi amor" y sentir su supuesta preocupación. Le pareció falso, pero lo dejó pasar porque, a la vez, era algo que siempre había deseado escuchar de él: que la amara y se preocupara por ella.

CONTINUARA

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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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