Atando Cabos
La sala seguía en ruinas. El aire pesado de polvo y miedo se mezclaba con la respiración agitada de Alex, quien intentaba calmarse después de la pelea. El monstruo seguía inmóvil, atado con cuerdas improvisadas. La criatura era enorme, de piel grisácea y áspera, con cuernos curvados y un olor a podredumbre que llenaba cada rincón. Aun así, la sensación de peligro permanecía flotando en el aire, como si, en cualquier momento, pudiera liberarse.
Emma estaba acurrucada en el sofá, su cuerpo temblando visiblemente. La luz tenue no hacía más que intensificar el terror en sus ojos. Las orejeras celestes, su refugio de siempre, no parecían suficientes para aislarla del caos que acababa de ocurrir. Sabía que necesitaba más espacio, más silencio.
Me acerqué a ella con cuidado, sabiendo que cualquier movimiento brusco podía empeorar su estado. Me arrodillé frente a ella, tomando su mano con suavidad.
—Emma, estoy aquí —le dije, tratando de sonar lo más calmada posible, aunque mis propios nervios estaban a flor de piel.
Ella no me respondió al principio, perdida en su propio mundo. Respiraba de forma errática, su mente atrapada entre los ruidos, el monstruo y el desastre. Cada vez que abría la boca, solo balbuceaba palabras sin sentido.
—No puedo... no puedo... no puedo... —murmuraba, mientras presionaba sus manos contra las orejeras, cerrando los ojos con fuerza.
Respiré hondo. No tenía idea de cómo ayudarla en una situación así, pero al menos sabía que necesitaba sentirse segura.
—Emma, escúchame —le dije—. Todo va a estar bien. Solo respira conmigo, ¿sí? Respira profundo. Estamos bien. —Guié su mano para que tocara la mía, esperando que la conexión física pudiera anclarla al presente.
Su respiración comenzó a acompasarse ligeramente con la mía, pero aún temblaba. No había tiempo para dejarla procesar del todo, pero al menos ahora estaba conmigo, aunque fuera solo un poco.
Alex, por su parte, no podía quedarse quieta. Ya había atado al monstruo, pero seguía revisando las cuerdas una y otra vez, claramente inquieta. Sabía que su forma de lidiar con la tensión era a través del movimiento, pero el miedo empezaba a filtrarse en su voz.
—Esto no va a durar, Lily —dijo, con el ceño fruncido mientras jalaba con fuerza las ataduras—. No podemos dejar a esta cosa aquí, y no podemos mantenerla atada para siempre.
Me levanté y observé al monstruo con el corazón todavía acelerado. Tenía razón. No podíamos simplemente dejarlo ahí, esperando que no se despertara. Y tampoco teníamos idea de qué hacer cuando lo hiciera.
—Lily, ¡piensa! —dijo Alex, su voz teñida de desesperación.
Mis pensamientos estaban tan confusos como mi respiración. Me acerqué a la ventana, tratando de despejar la mente. El viento frío de la noche entraba por una ventana rota, lo que me hizo recordar lo vulnerable que éramos en ese momento. Nosotras, tres chicas solas, con un monstruo atado en la sala.
Fue entonces cuando una idea me golpeó, algo que me hizo sentir una chispa de esperanza.
—Alex, necesitamos sacarlo de aquí —dije, girándome hacia ella. Su ceño se profundizó.
—¿Qué? ¿Cómo vamos a hacer eso? ¿Y llevarlo a dónde?
Me acerqué a ella, con la adrenalina aún corriendo por mis venas.
—No lo sé... pero podemos arrastrarlo afuera. Si logramos encerrarlo en el cobertizo, quizás tengamos más tiempo para pensar qué hacer.
Alex se quedó en silencio un momento, procesando la idea, antes de asentir con la cabeza.
—Podría funcionar —dijo—. Al menos nos comprará algo de tiempo. Pero va a ser complicado mover a este monstruo.
Las dos nos miramos un segundo, sabiendo que sería difícil. Pero no teníamos otra opción. Juntas, comenzamos a maniobrar al monstruo, jalando las cuerdas para arrastrarlo por el suelo de la sala. Cada movimiento era pesado, y con cada esfuerzo sentíamos cómo la tensión volvía a instalarse en nuestros cuerpos.
Emma, por otro lado, se había movido del sofá, observándonos desde la distancia, sus ojos aún brillando con miedo, pero esta vez más conectada con la realidad.
—Emma, ¿puedes ayudarnos? —le pregunté, sabiendo que pedirle demasiado en su estado podría ser contraproducente.
Ella dudó por un momento, pero finalmente asintió, acercándose a nosotras con pasos temblorosos.
Con mucho esfuerzo, logramos arrastrar al monstruo hasta la puerta trasera. Sabía que el cobertizo estaba lo suficientemente lejos de la casa para mantenernos a salvo por un tiempo, pero la caminata con ese peso sería una tortura.
—¡Vamos! —dije, empujando con todas mis fuerzas.
Alex, sin dejar de maldecir entre dientes, tiraba de las cuerdas mientras yo empujaba desde atrás. Emma hizo lo que pudo para ayudarnos, aunque seguía con las manos temblorosas. Pero entre las tres, logramos llevar al monstruo al exterior.
Una vez en el cobertizo, cerramos la puerta con un candado improvisado, sintiendo un ligero alivio al saber que la criatura estaba contenida, al menos por ahora.
—No es una solución definitiva —murmuró Alex, limpiándose el sudor de la frente—, pero nos dará tiempo.
Me dejé caer en el suelo, agotada, mientras Emma se sentaba a mi lado, en silencio. No era el final de la pesadilla, pero al menos habíamos ganado algo de tiempo para pensar en qué hacer.
Alex nos miró a ambas, sus ojos brillando con determinación.
—Tenemos que entender qué es esto, Lily —dijo—. Y tenemos que hacerlo rápido.
Asentí, sabiendo que las respuestas no serían fáciles de encontrar. Pero ahora, más que nunca, sabía que estábamos en medio de algo mucho más grande de lo que habíamos imaginado.
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Sombras En El Umbral
FantasíaLily, una joven de dieciséis años con un pasado aparentemente normal, descubre que su vida es una completa mentira: su madre no es su madre, su padre no es su padre, y su hermano no es quien cree. Al despertar poderes ocultos, se ve arrastrada a un...