🌧˗ˋˏ 𝒰𝓃 𝓃𝑜𝓂𝒷𝓇𝑒... 𝓃𝑜 𝓁𝑜 𝒽𝒶𝒷𝒾𝒶 𝓅𝑒𝓃𝓈𝒶𝒹𝑜 ˎˊ-🌧

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A las diez en punto, justo cuando Sanemi comenzaba a relajarse, alguien llamó a la puerta. Era Kanae Kocho, la hermana mayor de Shinobu. Como habían acordado, venía a compartir el almuerzo con él. Este, aunque algo reacio a la idea de tener compañía, aceptó por cortesía, en parte por respeto a Kanae, cuyo carácter siempre era amable y despreocupado.

—Sanemi-kun, veo que te sientes un poco mejor —dijo Kanae con una sonrisa cálida mientras entraba.

El albino murmuró algo en respuesta, cruzándose de brazos, sin apartar la mirada de su nuevo compañero peludo, que dormía tranquilamente en su hombro.

Kanae se acercó con suavidad al gatito, intentando acariciarlo con una mano extendida, pero el felino, siempre atento, abrió los ojos de golpe. En cuanto notó la proximidad de ella, sus pelos se erizaron y, con un movimiento rápido, se lanzó hacia ella, arañándole el brazo antes de que pudiera retroceder.

—¡Ah! —exclamó la chica, sorprendida, llevándose la mano al brazo herido—. No pensé que fuera tan... protector.

Sanemi, aunque visiblemente molesto por la situación, se mordió la lengua para no soltar una carcajada. Su expresión endurecida ocultaba su diversión al ver lo que acababa de ocurrir.

—Será mejor que vayas a curarte esa herida —mencionó "preocupado" el de ojos lila, señalando el brazo de la dama, intentando sonar serio—. No quiero que se infecte.

Kanae asintió, un poco desconcertada, pero mantuvo su sonrisa habitual.

—Está bien, no te preocupes —respondió con una leve inclinación de cabeza antes de despedirse—. Volveré en otro momento.

Cuando Kanae finalmente se fue, cerrando la puerta tras ella, Sanemi dejó escapar una risa ronca y genuina, incapaz de contenerse más. Acarició al gatito, que ahora se había acomodado tranquilamente de nuevo en su regazo, como si nada hubiera pasado.

—Eres un pequeño maldito, ¿sabes? —murmuró, rascando detrás de las orejas del felino, con una media sonrisa en los labios—. Pero creo que me caes bien.

El gato, ronroneando suavemente, cerró los ojos mientras Sanemi seguía acariciándolo. Aunque era poco común para él disfrutar de la compañía de alguien, más aún de un animal, había algo en ese pequeño felino que lo hacía sentir más tranquilo... y tal vez, solo tal vez, más relajado de lo que había estado en mucho tiempo.

El chico siguió acariciando al gato, sus dedos deslizándose suavemente por su pelaje oscuro mientras el pequeño felino ronroneaba con satisfacción. Sin darse cuenta, lo miraba con ternura, algo muy inusual en él. Su malhumorado rostro mostraba, por un instante, una expresión relajada. Pero después de un rato, con el estómago gruñendo, Sanemi decidió que era hora de preparar algo de comer.

Dejando al gato cómodamente sobre un cojín cerca de la estufa, fue a la cocina y comenzó a preparar su almuerzo. Calentó algo de ramen para él y puso a calentar un poco de leche para el felino. Mientras removía la olla, una sensación de calma lo invadía. El suave ronroneo del gato en el fondo de la habitación le recordaba que, por extraño que fuera, no estaba solo.

Justo cuando iba a servir la comida, escuchó unos golpes en la puerta. Frunciendo el ceño, Sanemi dejó los utensilios a un lado y se acercó para abrir, sin ninguna prisa. No esperaba visitas después del incidente con Kanae. Al abrir la puerta, sus ojos se encontraron con una figura conocida: su hermano menor, Genya.

La tensión llenó el ambiente de inmediato. La relación entre ellos no era precisamente la mejor, cargada de silencios incómodos y palabras cortantes. El mayor sintió su habitual impulso de decir algo grosero, algo para dejar claro que no estaba de humor para charlas familiares. Pero antes de que pudiera abrir la boca, el sonido familiar de un ronroneo interrumpió el momento.

Bajo la lluvia, entre sombras y espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora