-una fruta.
En un susurro apenas audible se manifestó una voz bastante aguda como para pensar en un adulto. Con gracia y una precisión por supuesto conseguida a prueba y error a lo largo de los años aquel niño se estiró, y en un hábil movimiento, se lanzó por la ventana de un pequeño edificio hacia el árbol crecido a sobremanera. Cayendo en una rama se dispuso a escalar hacia arriba, al llegar al final lanzó con una cerbatana un pequeño palito afilado, pero falló.
Luego de algunos intentos decidió subir por sí mismo, saltó al tronco y usando ambas manos se aferró como si su vida dependiese de ello, porque así era. Con gran esfuerzo consiguió subir hasta aquella fruta y respirando agitadamente se sentó admirando su recompensa.
-Eres mío, sólo mío.
Sus ojos revelaban codicia mientras usaba sus manos para arrancar la cáscara y morder aquél mango.
Minutos después y aún con el agradable sabor de la fruta madura en su estómago se levantó, usó un pedazo de tela para limpiarse manos y boca mientras descendía rápidamente por el árbol. A medida que bajaba el sol comenzaba su descenso en el horizonte y Orel se escondió en un rincón del patio justo a tiempo antes de que un hombre con el mismo aspecto que él -el de un vagabundo- cruzara la entrada.
Aquel hombre llegó corriendo lo más silencioso que pudo antes de ocultarse en otra esquina del jardín. Orel esperó hasta que comenzó a subir el árbol para escaparse a hurtadillas y ocultarse entre callejones.
Sin esperar a que "aquellos" lo encontraran rápidamente se escabulló entre los edificios y autos desvencijados buscando un lugar para pasar la noche.
A la distancia se oía un sonido gutural que sin embargo toda criatura pensante o no, en los alrededores, entendió: "no hay nadie sobre mí".
Orel se escondió en una casa maltrecha mientras algunas criaturas mucho más grandes que las pequeñas bestias diurnas comenzaban a salir de su escondite. El festín comenzaría en breve, y mañana nuevamente los pequeños lucharían por las sobras.
ESTÁS LEYENDO
LA MURALLA DE ALAS ROTAS
General FictionCuando las guerras cesaron y la gente creía que por fin descansaría surgieron de todos los rincones del mundo bestias aún más temibles. Ya no había gigantes, la naturaleza vio que son ineficaces. Tampoco había bestias increiblemente poderosas, esas...