No siempre podemos ganar

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Hacía tiempo que no había dormido tan bien, encontró un árbol grande y con un mango aún escondido entre las ramas más altas. Usando maleza y un poco de tierra había ocultado la fruta de la vista de cualquiera, escondida entre hojas y hojas parecía imposible de encontrar.

Había esperado a que madurara, pues aún quería conservarla para su cumpleaños por venir al día siguiente. Sin embargo, hoy luego de despertar, cubrirse en una manta gris con tierra y algunos trozos de madera había emprendido el viaje de doscientos metros cruzando un par de calles hasta llegar a aquel patio.

Grande había sido su sorpresa al escuchar un ruido agudo cerca, pero lo descartó rápidamente como una rata más, ellas también merecen la esperanza de vivir un día más, eso lo había aprendido bien.

Usando su gran altura para alcanzar las primeras ramas se aproximó hacia la cima, su rostro reflejaba una sincera felicidad mientras se aproximaba hacia ese retorcido conjunto de ramas y musgo, tan cerca estaba ya.

Al llegar nota para su horror una escena espeluznante, rastros de mango por la rama y un pedazo diminuto de una tela opaca atorado en una de las ramas como única muestra de que alguien estuvo ahí.

Levantando la vista de ahí y mirando hacia todos lados vislumbró entre la casa y la contraesquina una pequeña figura moviéndose a gran velocidad con una agilidad monumental. En lugar de seguir al ladronzuelo Dinnec simplemente suspiró y se recostó en aquella rama, observando los espacios entre el forraje del árbol, una sombra agradable y un clima cálido.

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2024 ⏰

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LA MURALLA DE ALAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora