Epílogo: Décimo primero sábado

7 7 0
                                    

Tal vez, si le hubiera dicho no solo con mi alma que lo amaba con locura... Tal vez, si le hubiera susurrado al oído muchas veces más lo devoto que sería a él, si solo me permitiera estar a su lado. Tal vez, si hubiera hablado sobre lo que sentía y escuchado lo que él sentía. Tal vez, si hubiera hecho todo eso, envejeceríamos juntos. Seríamos hoy dos ancianos que vivieron su vida juntos, una única vida y una vida juntos, sin que nada importara. Sin que importara el sitio en donde nos paráramos, en donde estuviéramos, en donde durmiéramos y en donde despertáramos, porque nada de eso importaría si simplemente hubiera hecho las cosas diferentes y me hubieras permitido estar a tu lado.

No te culpo. Me habrías permitido estar a tu lado, lo sé, si simplemente te hubiera dicho cuánto te amo. Me permitiste tocar cada parte de ti, llegar al fondo de tu alma a través de palabras y, sobre todo, a través de tus ojos. Y no puedo hacer más que agradecerte.

Permitiste que, a pesar de todo, yo demostrara mi amor por ti. Hoy sé que no fue suficiente para mantenerte aquí. Pero amar también es saber dejar ir. Y entonces, ¿qué me importa yo? Solo me importas tú.

Supe esa noche, una semana después de saber que viviríamos una vida juntos, que no viviríamos una vida juntos, porque tú podías irte lejos de ese miserable pueblo que cada día, cada hora y cada minuto caía más profundo en el olvido.

Cuando un hombre que aparentaba ser pocos años mayor que yo ingresó por la puerta de ese hasta entonces acogedor bar, supe que todo cambiaría. Ese hombre miró el escenario y me di cuenta de que no podía atarte al camino del fracaso. Cuando me alcanzó su tarjeta, entendí que no era solo un buscador de talentos, sino alguien decidido a tenerte. Estaba dispuesto a sacarte de ese sitio y convertirte en lo que más deseabas: una estrella, un cantante de música ligera. Querías brillar con devoción e iluminidad en una gran ciudad, lejos de mí, lejos del calor del sol que habitábamos.

Era yo una estrella gigante que se apagaba lentamente, y tú, una pequeña estrella que deseaba pararse sobre la luna y cantar para la galaxia entera. ¿Quién sería yo para negarte ese sueño? No era más que un joven enamorado de ti.

Le pedí al hombre, pocos años mayor, que se sentara en una de las sillas, y le pagué una botella de vino con mi propio sueldo, porque por ti valía la pena hacerlo. No fue necesario mirar el reloj para saber el momento en que debía salir por la puerta trasera; me encontraba tan enamorado que sabía la hora en que llegabas y también la hora en que te ibas. Desde esa noche, no fui capaz de olvidar la hora en que te marchaste.

Esta vez, salí por la puerta trasera del bar mientras tú entrabas por la de enfrente. Cerré mi corazón porque tú podrías vivir mejor sin mí, y debía aceptarlo. Yo era un fracasado sin suficiente talento para marcharme; tú no eras exitoso, pero tenías todo para serlo.

¿Quién era yo para negarte el derecho de irte lejos de mí, si no podía darte nada más que mi amor? Mi amor no te alimentaría, no te haría feliz eternamente. ¿Quién serías sin tu música, sin ese brillo en tus ojos cuando hablabas de tus sueños?

No serías mi vida; serías alguien a quien habría destrozado por el capricho de no alejarte de mí. Asumí que dejarte cumplir tus sueños sería evitar perderte. No te permití buscarme. Te obligué a irte.

Aunque tardaste, en ningún momento salí de esa cabaña, a kilómetros de ese pueblo, hasta que Yoongi me dijo que estabas destrozado. Lloré noches y días sin parar. No podía dejar de dolerme por amarte, pero no podía permitir que amarme te quitara tus sueños.

Acepté lentamente que no me pertenecías y que amarte no significaba atarte a mí. No eras un perro, eras un joven que amaba. Y sigo amando.

Te digo que nunca toqué un cigarrillo, porque solo pensar en fallarte me daba náuseas. Nunca volví a sentir el sabor del alcohol en mi boca. Nunca regresé a ese bar, porque mi corazón fallaría y rompería la promesa que me hice a mí mismo.

Te digo que en mi memoria nunca se borran las imágenes de ti cantando, bailando en un escenario, solo para mí, y de mí solo. Mis manos nunca olvidaron lo suave de tu piel. Mis ojos nunca olvidaron tus pupilas, tan lejanas y cercanas al mismo tiempo. Mis labios nunca olvidaron lo suave que eran los tuyos, lo precioso que era tu cintura y tus manos, y tus brazos que aquella noche me rodearon el cuello.

Te digo que nunca te olvidé, ni ninguna sensación que me hiciste sentir.

Y nunca te olvidé, especialmente cuando años después, mientras veía televisión con Minji, hija de Yoongi y Jennie, en mi regazo. Estábamos viendo dibujos animados y, durante el intervalo comercial, apareciste tú. Me transportaste a un mundo completamente conocido.

Minji me preguntó quién eras. No pude hacer más que contestarle. Mis ojos se humedecieron porque supe que todo había valido la pena. Eres una estrella parada sobre la luna, cantando para todos los seres humanos del planeta. Supe aquella tarde que amarte había sido suficiente. Habías cumplido tus sueños, escapado del infierno y te encontrabas en las puertas del universo.

ーEs el ser más hermoso que existeー, le dije a Minji. ーSu voz te llevará al cielo en paz, pero si no te cuidas, te consumirá.ー

Pude descansar en paz cuando supe que mi dolor había sido suficiente para salvarte de la infelicidad de tener sueños rotos. Pude hundirme en el agua sin dolor alguno porque sabía que en el infierno ya me encontraba y tu en el cielo estabas. Y eso era suficiente para mi, no necesitaba nada más para estar en paz que saber que tu estabas bien, que tu habías cumplido tus sueños y que tu ahora eras una estrella que cantaba para todo el universo -incluso para los del infierno-.

Fallecí trece años después de que supiste sobre mi muerte. Te digo que nunca te fallé. Te amé hasta el último segundo y por eso te dejé ir, porque atarte hubiera sido fallarte, y no estaba dispuesto a eso.

Finalicé todo diciendo que he sido devoto de ti cada día que sobró en mi vida desde que te conocí. En mi muerte, tú me acompañaste. Te amé más que a mí mismo. En ese entonces te amé, ayer te amé, hoy te amo y mañana te amaré aún más. Porqué la muerte no ha sido capaz de quitarme tus ojos de mi memoria, y el diablo mucho menos.

 Porqué la muerte no ha sido capaz de quitarme tus ojos de mi memoria, y el diablo mucho menos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Fin
© solytori | 2024

Your Eyes | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora