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La luz del sol se filtraba por las ventanas del apartamento de Satoru Gojo y Suguru Geto, iluminando el espacio con un calor reconfortante

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La luz del sol se filtraba por las ventanas del apartamento de Satoru Gojo y Suguru Geto, iluminando el espacio con un calor reconfortante. Desde la llegada de su primer hijo, su hogar se había transformado en un lugar lleno de ruidos y risas, donde el caos y la alegría coexistían en un delicado equilibrio.

—¡Satoru! —gritó Suguru desde la cocina, su tono era una mezcla de frustración y ternura—. ¿Dónde dejaste el biberón otra vez?

Gojo, todavía en la cama y con una sonrisa perezosa, se estiró antes de levantarse. La vida como padres era una nueva aventura, llena de desafíos y momentos inesperados. Al llegar a la cocina, encontró a Suguru rodeado de frascos de papillas y pañales esparcidos por la mesa.

—No sé cómo puede ser que siempre pierda el biberón cada mañana —murmuró Suguru, buscando entre los utensilios, su voz llena de una ligera exasperación.

Gojo se rio, incapaz de contenerse. —Tal vez deberías dejar de ser tan desordenado. Pero hey, no te preocupes, todo estará bien ¡Soy un padre responsable!

—¿Responsable? —Suguru arqueó una ceja, intentando no sonreír mientras sacaba otro frasco— Entonces, ¿cuándo fue la última vez que limpiaste tú?

—Tú sabes que eso no es justo —replicó Gojo, riendo— Lo que importa es que sé cómo hacer sonreír a nuestro hijo.

En ese momento, el llanto resonó en el monitor del bebé, interrumpiendo su conversación. Ambos padres se miraron y una sonrisa se dibujó en sus rostros

—Alguien parece tener hambre —dijo Gojo, su tono suave y tierno mientras se dirigía hacia el cuarto.

—¿Te gustaría que me encargue yo de alimentarlo esta vez? —preguntó Suguru, siguiendo a Gojo— No quiero que termines con más comida en la cara que él.

Gojo hizo un gesto exagerado de indignación. —¿Cómo te atreves a dudar de mis habilidades? ¡Soy el mejor en todos los sentidos!

Ambos se rieron mientras llegaban al cuarto, donde el pequeño lloraba. Al entrar, el llanto se convirtió en risitas al ver a sus padres. Gojo y Suguru compartieron una mirada que decía más que mil palabras: era un momento sencillo, pero lleno de amor.

—¡Hola, pequeño! —exclamó Gojo, levantando al bebé en sus brazos— ¿Listo para el desayuno?, para que seas un gran hechicero

Suguru se unió a ellos, acariciando la cabeza del niño. — y si mejor aún, lo dejamos que sea un niño normal!?

—Cierto, tú lo prefieres así —dijo Gojo, mientras preparaba el biberón— Pero, ¿no crees que debería tener la opción de decidirlo?

Mientras alimentaban al bebé, la conversación fluyó con naturalidad.

—A veces me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí —dijo Suguru, mirando a Gojo con cariño— Éramos solo dos hechiceros enfrentándonos a maldiciones, y ahora somos... esto.

Padres primerizos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora