Satoru Gojo y Suguru Geto, se enfrentan el emocionante desafío de la paternidad. Con la llegada de su primer hijo, sus días se llenan de risas y caos. A medida que navegan por esta nueva etapa, aprenderán a equilibrar su relación y responsabilidades...
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La noche envolvía Tokio en un manto de tranquilidad, pero dentro del apartamento de Satoru Gojo y Suguru Geto, no había ni rastro de calma. Las horas pasaban lentamente, mientras el llanto del bebé llenaba el pequeño espacio con una intensidad que parecía desafiar la oscuridad.
Suguru, con el cabello desordenado y el cansancio visible en sus ojos, se movía de un lado a otro en la sala de estar, meciendo al bebé en sus brazos. Cada vez que parecía calmarse, el llanto volvía con una fuerza renovada. Era su primera noche lidiando con una crisis de llanto y parecía interminable
—¿Cuánto lleva llorando? —preguntó Gojo, apareciendo en el umbral de la puerta. Se rascaba la cabeza con una mezcla de sueño y confusión, su usual aire despreocupado algo desvanecido por el agotamiento.
—Perdí la cuenta hace dos horas —contestó Suguru con un suspiro— Nada lo calma. Ya lo alimenté, le cambié el pañal, lo intenté todo Satoru
Gojo caminó hacia él, estirando los brazos. —Tranquilo Amor, déjame intentarlo. No hay nada que yo no pueda hacer.
Suguru le entregó al bebé sin protestar, aunque no esperaba milagros. Gojo era increíblemente talentoso, pero la paternidad parecía ser una batalla que ninguno de los dos había anticipado completamente. Gojo empezó a caminar en círculos por la sala, tarareando una melodía extraña.
—Shhh, shhh Vamos, pequeño, colabora con papá, que mañana tenemos un día largo... —dijo en voz baja, con una sonrisa.
Por un segundo, Suguru pensó que el plan había funcionado. El bebé dejó de llorar y su respiración se estabilizó. Pero, como si fuera una broma cruel, el llanto estalló de nuevo, incluso más fuerte que antes.
Gojo soltó un suspiro exagerado, sacudiendo la cabeza. —Bueno, no se puede decir que no lo intenté. ¿Qué te parece una misión de cambio de pañal extremo?
Suguru lo miró con una mezcla de exasperación y diversión, derrumbándose en el sofá. —"Experto en todo", decías.
—No es que no lo sea. El bebé claramente tiene un plan maestro para desestabilizarnos —respondió Gojo, apoyando al bebé en su pecho y dándole pequeños golpecitos en la espalda.
Pasaron unos minutos en los que el llanto fluctuaba, haciéndose más suave solo para volver a intensificarse. Gojo finalmente se dejó caer al lado de Suguru en el sofá, su expresión relajada a pesar del caos. —Tu turno, maestro de la paciencia.
—Lo que me falta es energía, no paciencia —suspiró Suguru, tomando al bebé con delicadeza.
Durante un rato, ambos permanecieron en silencio, simplemente observando cómo el bebé seguía luchando contra el sueño. Los minutos pasaban y los llantos comenzaban a sentirse como un eco en sus cabezas. Suguru balanceaba al bebé con movimientos lentos y calculados, pero ni eso parecía suficiente.
—¿Qué crees que nos diría Nanami si supiera que no podemos hacer dormir a nuestro hijo? —preguntó Suguru de repente, con una sonrisa de cansancio.
Gojo rio suavemente, recostando la cabeza en el respaldo del sofá. —Nanami probablemente haría un plan de sueño perfectamente estructurado con una agenda diaria. Seguiría el «horario exacto del sueño efectivo» y nos regañaría por no ser más disciplinados.
Suguru rio por lo bajo, disfrutando del breve momento de humor en medio del agotamiento.
—Quizás deberíamos pedirle ayuda —sugirió Suguru, aunque ambos sabían que nunca lo harían.
—Prefiero aprender por las malas. Si sobrevivimos a esto, sobrevivimos a todo —Gojo hizo una pausa— Aunque, si esto es una maldición, tal vez deberíamos llamar a Ijichi para que venga a exorcizarla.
Suguru sonrió, más por la imagen de Ijichi desvelado en medio de la noche lidiando con un bebé que por la idea en sí.
—Esto no es una maldición, Satoru. Es paternidad Y nadie nos entrenó para esto.
El llanto finalmente comenzó a disminuir y, con una mezcla de asombro y alivio, ambos observaron cómo el bebé cerraba los ojos lentamente, como si, por fin, la lucha hubiera terminado.
—Eso fue... agotador —murmuró Gojo, echándose hacia atrás en el sofá, dejando escapar un largo suspiro. El silencio que siguió se sintió casi surrealista después de tantas horas de ruido.
Suguru, aun sosteniendo al bebé en brazos, observó el pequeño rostro ahora pacífico. A pesar del cansancio, no pudo evitar sentir una calidez indescriptible en el pecho. Se giró hacia Gojo, con una leve sonrisa.
—Sabes, aunque estemos muertos de sueño y perdidos la mayoría del tiempo, creo que esta es la mejor misión en la que nos hemos metido.
Gojo lo miró, esa chispa traviesa en sus ojos que nunca desaparecía, incluso en momentos como este. —Definitivamente. Aunque no voy a negar que me vendría bien un "descanso por paternidad maldita".
Ambos rieron, pero el cansancio finalmente los venció. Suguru recostó su cabeza sobre el hombro de Gojo, mientras el bebé descansaba plácidamente en su regazo.
—Satoru... —dijo Suguru en voz baja, apenas un susurro— Gracias por ser mi compañero en esto.
Gojo, sorprendentemente serio por un momento, respondió con ternura: —Siempre estaré aquí, Suguru. Para los dos —dijo, inclinándose primero para besar suavemente la frente de Suguru y luego la del bebé—Y a ti —susurró al pequeño, con una sonrisa traviesa—, te protegeré siempre... porque, vamos, ¿quién más podría hacerlo tan bien como yo?
Suguru sonrió con cansancio y respondió en voz baja: —Claro, nadie podría estar a tu nivel, excepto tal vez yo —bromeó, acercándose más a Gojo—Te amo, Satoru.
Gojo sonrió de vuelta, sus ojos brillando con complicidad —Y yo a ti, Suguru Juntos somos imparables.
El apartamento finalmente quedó en silencio, con los tres abrazados en el sofá, listos para enfrentar cualquier cosa que el día siguiente les trajera, incluso si eso significaba otra noche sin dormir.
Otro capitulito salido del horno, espero que les guste 💕