Durante sus años de profesión, Alastor estuvo expuesto a lo que él consideraba el pan de cada día, las tragedias. Tragedias inevitables, tragedias anunciadas, tragedias por el bien común, y su favorita, la tragedia por ambición. Le divertía narrar estos acontecimientos en su cómodo estudio, sentado en una afelpada silla forrada en cuero con el equipo a su alrededor y un micrófono frente suyo. Ahí pasaba gran parte del día, haciendo lo que apasionaba.
Hace poco se registraron casos de canibalismo en la animada ciudad de Nueva Orleans, llenando a la gente con un sabor amargo en sus bocas, definitivamente una tragedia para aquellos que no se podían costear un guardaespaldas, pero para los medios de comunicación, era una mina de oro por explotar. Alastor no era la excepción. Mientras abría las puertas de su amplio estudio de grabación, por su mente apareció la rutina que deberá seguir ese día, la misma que el día anterior, y el anterior a ese. Era una persona que disfrutaba de los días monótonos y tranquilos, donde podía ejercer su profesión normalmente y pasar tiempo con sus seres queridos.
Se acercó a la cabina de grabación con paso firme y una característica sonrisa que solo alguien como él podía tener, era la sonrisa de un locutor. A pesar de la depresión que el estado de Luisiana estaba tratando de superar y las personas que se quedaban sin empleo eran más, los locutores podían vivir tranquilos. Alastor se sentó en su silla, organizando sus ideas antes de que las personas que trabajan en el apartado técnico del estudio lleguen. Solía llegar mucho antes que ellos para disfrutar del aire limpio y del silencio, algo que desaparece cada que las personas se acumulan.
En su mente llegó la imagen de una persona en especifico, la persona con la que compartía sus días, Rosie Burkeley.
A pesar de que para la ley y la iglesia ambos están atados en sagrado matrimonio, Alastor evitaba a toda cosa usar el termino 'esposa' para dirigirse a ella, ya que no la veía como una pareja, sino que se trataba de su mejor amiga. Gracias a los beneficios que conllevaba el juntar ambas familias y casarse, ambos llegaron al acuerdo de crear esa fachada, después de todo, eran buenos amigos, y ninguno de ellos se sentía atraído hacia el otro. Desde que eran jóvenes, la mujer francesa había sido su compañera en crimen, cubriéndolo en cualquier situación comprometedora, y él le devolvía el favor.
No pudo evitar sonreír al pensar en ella y en la rutina de ese día, que incluía una deliciosa cena y una tranquila fiesta de té por la tarde. Sus dulces pensamientos de panecillos y agua caliente fueron interrumpidos por el sonido de pasos, y se dedicó a saludar a sus compañeros con una sonrisa, preparado para empezar con la jornada. Tras unos segundos de esperar y memorizar el guion, estaba al aire.
Tomó una bocanada de oxigeno, en parte para escucharse más enérgico.
— ¡Buenos días ciudadanos de Nueva Orleans! El sol brilla y los pájaros cantan, perfecto para pasar el tiempo en familia y disfrutar de nuestra bella ciudad.
Así empezaba su guion, y el resto era improvisación pura, hablando de los temas de importancia como el más reciente crimen del caníbal de Luisiana del que tanto se habla, cotilleos sobre famosos o políticos, y haciendo pequeñas menciones sobre avances en la ciudad. Hace poco un estudio se había inaugurado a unos 4 kilómetros, y era un dolor de cabeza para el locutor, ya que era un lugar dedicado a aquella caja de imágenes que llamaban Televisión, un aparato demasiado exótico, al cual solo unos pocos tenían acceso debido a lo caro que era costear una antena y uno de esos aparatos.
—¡El Caníbal de Luisiana vuelve a atacar! Esta vez las victimas fueron una pareja joven con un bebé, es una completa lastima. — Fingió un tono algo melancólico, manteniendo su tono alto y claro. — Dicen que solo el bebé sobrevivió, y que la pareja fue encontrada descuartizada y con partes del cuerpo faltantes en la cama matrimonial. Mis condolencias a la familia de las victimas.
ESTÁS LEYENDO
El Locutor
FanfictionFeliz cumpleaños 33, Alastor. Bienvenido al primer día de tu muerte. Pertenezco a a un momento de tu pasado, y gracias a su pequeño secreto, mi vida fue arruinada. Quizá no sepa como, por qué o cuándo, pero lo hizo. Llenó todos mis instantes de desa...