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En el majestuoso salón del trono del palacio real, se encontraban el emperador Larus y su hijo menor, el príncipe Theor, un niño de cabello lacio y ojos morados que brillaban bajo la luz dorada de las lámparas

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En el majestuoso salón del trono del palacio real, se encontraban el emperador Larus y su hijo menor, el príncipe Theor, un niño de cabello lacio y ojos morados que brillaban bajo la luz dorada de las lámparas. El príncipe estaba vestido con un impecable traje celeste adornado con finas decoraciones doradas, que resaltaban su estatus. A poca distancia detrás de ellos, dos doncellas permanecían discretamente de pie, respetando el espacio del emperador y su hijo.

Frente a ellos, se hallaban los duques Bestien, un clan que está a favor del emperador, de pie con solemnidad, flanqueando a su hija más joven, la pequeña princesa Aria Bestien. Aria, de cabello rubio dorado y ojos azules, parecía una delicada muñeca. A sus siete años, ya poseía una gracia natural, con un vestido azul celeste de cuello alto que la hacía parecer una pequeña nobleza en toda regla. Su rostro combinaba la dureza de los rasgos de su padre y la suavidad de los de su madre, creando una armoniosa belleza.

El ambiente era solemne, ya que el propósito de esta reunión era crucial para ambas familias. Hoy, el príncipe Theor y la princesa Aria se comprometerían formalmente, marcando el inicio de una alianza entre el imperio y el ducado.

El emperador Larus, con su voz autoritaria pero calmada, rompió el silencio.

-Theor, ella es la señorita Aria Bestien, tu prometida -dijo, mientras posaba una mano firme en el hombro de su hijo, incitándolo a dar un paso al frente.

El joven Theor, aunque nervioso, obedeció. Apretó sus pequeñas manos, intentando calmar el temblor que comenzaba a invadirlo. Miró a Aria, que mantenía una postura impecable, casi intimidante en su perfección. A pesar de su corta edad, Theor sintió la presión de la expectativa que le caía encima.

Del otro lado, la duquesa Bestien, una mujer de cabello rojo y porte noble, se inclinó levemente hacia su hija, hablando con una voz suave y maternal.

-Aria, cariño, su majestad el príncipe Theor es tu prometido -presentó, esbozando una sonrisa de orgullo mientras observaba a su hija.

Los dos niños intercambiaron miradas por primera vez. Ambos de diez años, de mundos distintos pero unidos por el destino. Theor sentía que su garganta se cerraba por los nervios, mientras Aria, con una serenidad sorprendente para alguien de su edad, mantenía una leve sonrisa en los labios.

El príncipe, en un intento de mostrarse digno, se quedó quieto, mirando a Aria. En cambio, la pequeña princesa fue quien rompió el silencio.

-Es un honor conocerlo, su alteza Theor -dijo con elegancia Aria, inclinando ligeramente la cabeza. En sus brazos, apretaba con delicadeza un ramo de flores amarillas, que contrastaba perfectamente con su vestido celeste. La sonrisa que le dirigió era perfecta, pero no por ello menos genuina.

Ella esta enamorada de un rufiánWhere stories live. Discover now