Cap.-6 Parada

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La mañana comenzó con el frío de la madrugada abrazándote por completo, pero el calor del cuerpo de Gojo a tu lado te mantuvo tibia. Te despertaste lentamente, notando cómo te sostenía con sus brazos, como si te protegiera del frío del desierto. Al sentirte moverte, Gojo se incorporó con una sonrisa despreocupada y comenzó a preparar el campamento para seguir su viaje.

Después de un rato, el paisaje cambió al acercarse a un pequeño pueblo polvoriento. No era más que una parada en el camino, pero lo suficientemente animado como para que Gojo decidiera hacer una pausa. Al llegar, te ayudó a bajar del caballo con la misma facilidad de siempre, luego te miró a los ojos con esa mezcla de autoridad y ternura que parecía dominarlo.

"Quédate aquí, no te muevas. No tardaré mucho," te dijo, señalando el caballo y la puerta de una pequeña tienda. A pesar de las palabras simples, había una advertencia implícita en su tono que no dejaba espacio para la desobediencia. Con eso, se dio la vuelta y entró a la tienda.

Te quedaste allí, quieta, viendo cómo Gojo desaparecía por la puerta. A través del camino polvoriento, notaste las miradas de algunas mujeres que estaban reunidas en la cantina del frente. Sus ojos, llenos de curiosidad al principio, pronto se tornaron en algo mucho más crítico. Sin decir nada, comenzaron a acercarse.

Una de ellas, alta y con un vestido rojo polvoriento, fue la primera en hablar. "Así que tú eres la que él trajo... No entiendo qué vio en ti," dijo con una sonrisa maliciosa, sus palabras llenas de veneno.

Las otras mujeres comenzaron a murmurar entre sí, sus voces cargadas de burla. "Seguro no duras ni un mes con él," agregó otra, mientras las risas se hacían más evidentes.

Sentiste las palabras como pequeños cuchillos, cada comentario mordaz profundizando tu incomodidad. Querías moverte, alejarte, pero las advertencias de Gojo resonaban en tu mente. Te quedaste allí, apretando los puños, resistiendo la tentación de responder o huir.

De repente, la puerta de la tienda se abrió y Gojo salió cargado con algunas bolsas. Apenas le diste tiempo para notar lo que sucedía, porque él no perdió ni un segundo. Ignorando por completo a las mujeres que estaban rodeándote, se acercó directamente a ti. Sin decir una palabra, te tomó por la cintura y te besó, su gesto posesivo pero lleno de confianza. Era como si quisiera dejar claro, no solo para ti, sino para todo el pueblo, cuál era tu lugar a su lado.

"Vamos, esposa mía," dijo con una sonrisa mientras te levantaba con facilidad y te subía al caballo. Las mujeres se quedaron en silencio, sus miradas de burla convertidas en algo más cercano a la sorpresa.

Sin mirar atrás ni prestarles atención, Gojo tomó las riendas y, antes de que pudieras procesar lo ocurrido, estaban de nuevo en marcha. Mientras el polvo del camino se levantaba a tu alrededor, sentías una mezcla de emociones, pero sobre todo el peso de la vida que habías aceptado, aunque no por elección. El mundo a tu alrededor parecía cada vez más pequeño, pero Gojo te hacía sentir al mismo tiempo más protegida y más atrapada en este destino incierto.

El viaje continuó hasta que llegaron a un lago tranquilo, escondido entre algunos árboles y rocas. El agua cristalina parecía un refugio perfecto después del calor y la dureza del camino. Gojo desmontó primero, ayudándote a bajar del caballo como siempre lo hacía, sus movimientos precisos y cuidados, como si fuera algo rutinario.

"Vamos a refrescarnos," te dijo, su tono casual, pero sabías que, aunque pareciera una invitación, era más una orden. Ambos se acercaron al lago y comenzaron a tomar un baño. El agua fría era un alivio para tu piel cansada, y por un momento, el mundo exterior parecía alejarse. Gojo, siempre vigilante, se mantenía cerca, sus ojos protegidos por la venda, pero sentías que su atención nunca se alejaba de ti.

Cuando el baño terminó, saliste del agua y te encontraste con algo inesperado: una nueva prenda. Gojo había traído consigo un vestido negro, simple pero elegante, que te ofreció con esa mirada seria pero encantadora. El contraste entre el vestido y la ropa negra que él llevaba era evidente, casi como si fuera un reflejo del vínculo que había establecido entre ustedes: diferente, pero inseparable.

"Este te quedará mejor," comentó mientras te entregaba el vestido, su tono suave pero autoritario. No tenías mucho margen para protestar o negarte. A medida que te vestías, sentías cómo el peso del tejido caía sobre tus hombros, un recordatorio más del control que Gojo ejercía sobre cada detalle de tu vida ahora.

Cuando ambos estuvieron listos, subieron de nuevo al caballo. El lago quedaba atrás, al igual que el pequeño respiro que te había ofrecido. El camino continuaba, el paisaje vasto y árido se extendía ante ustedes, pero con cada paso, sentías que el vínculo entre tú y Gojo se fortalecía, aunque en el fondo de tu corazón, aún latía una chispa de duda y resistencia.

Mientras cabalgaban, con el vestido ondeando al ritmo del viento y el cuerpo de Gojo detrás de ti, el desierto seguía siendo un lugar implacable, pero en ese momento, te sentías más consciente de la transformación que estaba ocurriendo en tu vida.

METANOIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora