Lo único que nos queda... El presente

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<Damien>

El reloj marcando apenas las seis de la mañana y no soporto ni un minuto mas en la cama sin hacer nada. Abajo se escucha ruido en la cocina junto con un incesante abrir y cerrar de puertezuelas, somnoliento bajo las escaleras de la casa de Brooklyn que tenemos. Los escalones crujen cuando paso por ellos doy vuelta a la izquierda y ahí esta ella con su radiante sonrisa de siempre, sosteniendo un sartén en la mano.

-Buenos días dormilón- dice mientras se vuelve de nuevo hacia la estufa y yo la abrazo por la cintura.

-¿A que hora te despiertas?- pregunto bostezando mientras paso una mano por mi desordenado cabello.

-Mmm, no lo se pero ya es tarde ¿no?- puntualiza.

-Estas loca- murmullo.

-Te escuche y a parte de todo esta loca te preparo el desayuno pero si no lo quieres...-deja la frase suspendida en el aire.

-No, no hagas nada-ella corre hacia el bote de basura con mi plato en manos-Emily, por favor no comentas un acto del que luego puedas arrepentirte- digo levantándome lentamente del asiento.

-Y que si lo hago- argumenta haciéndome una mueca burlona.

-Entonces...- corro hacia ella quitándole mi plato- hare esto- y le planto un beso en la mejilla.

-Tonto- replico ella cuando tire el plato por accidente- ahora no podre comer-

-¿Era ese tu plato?-pregunto inocente.

-Sip- suspira- ¡Y ahora es comida para el perro!-abre la puerta- Vamos Zeus come todo lo que el gran bobo desperdicio, eso es, buen chico-

Zeus, le queda el nombre al fin y al cabo es un enorme san Bernardo gigantesco que devora todo a su paso, ¡Hasta mis zapatos! Después de eso ambos nos sentamos a comer la parte del desayuno que no se comió el perro.

-Y...- dice ella- ¿Qué haremos hoy?-

-No tengo idea-

Cuando acabamos nos subimos a cambiar y sacamos al perro de paseo.

-Corre Zeus, corre- grita eufórica - ¡SI!- da un brinco y entonces, un perro se pone en nuestro camino y Zeus lo persigue- ¡NO! - dice mientras corren como locos tras el otro perro.

-Jajajajaja- me burlo cuando regresa toda despeinada por la carrera.

-Si jajá que divertido- repone ella. Y entonces hace algo que no me esperaba: brinca hacia mi y caemos al suelo ella me saca la lengua mientras su para y se recoge un mechon para ponerlo detrás de la oreja.

-Auch- le digo molesto.

-Efecto retardado- canturrea.

-Vámonos- le digo.

-Okey- responde sin más.

Mientras caminamos por las calles tirita de frio y la tapo con mi chaqueta negra.

-Quiero un libro nuevo- confiesa.

-Y que quieres que haga al respecto- pongo los ojos en blanco.

-Tú que crees- me mira con el ceño fruncido.

-Que te compre un libro nuevo- me encojo de hombros.

-Diste en el blanco- se zafa de mi brazo y sale corriendo como maniática mientras da brinquitos y vueltas en el aire.

Yo sonrió espero que jamás cambie, que esto jamás lo haga, que salgamos a caminar, observar los atardeceres con sus colores que me atrapan, las olas del mar con su espuma de plata, las noches de tinta y estrellas refulgentes, sentarnos a observar las nubes, tomar café, acudir al cine, escucharla ante el piano, escuchar atentamente el silencio buscando un no se que... pero ¿no dicen que el cambio es inevitable? Y es lo único constante en nuestras vidas ¿no? Bueno pues mientras ese poder superior me lo permita seguiré viéndola sonreír como hoy lo hace (ella saluda a unos niños pequeños en los juegos infantiles del frente agitando sus manos frenéticamente hacia todos lados) y disfrutar de nuestro momento, el presente que es hoy y ahora.

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"El cambio es lo único permanente en la vida del ser humano." -Anónimo.

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