Tu padre te echó de la casa al perder el último año de secundaria, tu madre murió cuando tenías catorce años, y no tuviste otra opción más que aplicar al ejército británico para poder subsistir.
Eres tan sólo una joven de veinticuatro años, una gue...
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Seis años después
—Deberías concursar para la Fuerza Operativa 141, es lo que más está dando dinero en estos momentos. —me aconseja Zara, una nueva recluta que estaba al tanto de todo.
La entiendo, su sueño era este, el ejército, y está bastante emocionada por comenzar a ascender, así no lleve ni un mes aquí.
—Yo estoy bien así, lo único que pediría es un ascenso de rango. —le contesto, concentrada en mover la comida de mi plato de un lado a otro, borrando el último rastro de apetito que me quedaba.
—Entonces pídelo, el general anda de muy buen humor y quizá pases a ser Teniente. —me codea un poco a los pocos segundos de sentarse a mi lado, animándome a ir ahora mismo.
—Es la hora del almuerzo, lo haré luego, no quiero arruinarle los buenos ánimos a don perfecto. —respondo, recordándole a ella que no me llevo nada bien con nuestro superior Bolt.
—Acababa de entrar a su oficina silbando cuando lo vi por última vez, deberías ir antes de que vuelva a estar amargado como siempre. —esta vez, me empuja fuera de la mesa, y no me queda de otra más que hacer el intento.
Me dirijo a paso lento y despreocupado hasta la oficina del General Bolt, arreglando un poco mi uniforme en el camino para evitar cualquier regaño de su parte por cosas sin sentido.
Una vez frente a la puerta, me atrevo a tocar tres veces, fuerte y rítmico, obteniendo de inmediato una aprobación para seguir desde adentro del despacho.
—Sargento, ¿Qué la trae por acá? —gira su silla por completo hacia mi, se levanta, y me hace el saludo militar habitual.
—General, me gustaría aplicar para el rango de Teniente. —contesto, rogando que no comience con su típico sarcasmo referente a mi rendimiento.
Soy buena en esto, pero este tipo siempre me exige cada vez más potencial.
Sí, lo odio.
Vuelve a sentarse, ofreciéndome sentarme también frente a su escritorio, mientras piensa al compás de su silla meciéndose de un lado a otro.
—Llevas mucho tiempo en esto, eres buena en el campo de batalla, y debo admitir que ya era tiempo de que pidieras esto. —responde, al fin, sorprendiéndome por su confesión.
—Entonces...
—Debes llenar este formulario. —me interrumpe, sacando de uno de sus cajones una pila de papeles que me ofrece—. Me los puedes traer luego, pero que no pase de dos días eh. —me advierte, notando una grandiosa mejoría en su estado de ánimo.
Organizo las hojas y me las llevo, no sin antes agradecer la oportunidad tan gratuita que me ha dado.
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