Un paso hacia la supervivencia

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(Día 2 en la isla)

Después de matar al jabalí, Eirik y Gunnar decidieron explorar otro lado de la isla en busca de materiales para reforzar su refugio. Mientras recogían ramas y hojas, escucharon ruidos extraños que los pusieron en alerta.

—¿Qué fue eso? —preguntó Eirik, su voz baja y cautelosa.

Gunnar se detuvo, escuchando atentamente.

—No lo sé —respondió—, pero no me gusta.

Ambos regresaron rápidamente al refugio, preparados para defenderse si fuera necesario. Una vez allí, Eirik se dedicó a reforzar la estructura, mientras Gunnar ponía trampas alrededor para evitar la entrada de animales.

Luego, comenzaron a preparar la carne del jabalí para secarla y preservarla.

—Primero, debemos retirar la piel y los huesos —dijo Gunnar, mientras utilizaba su cuchillo de piedra para cortar la carne.

Eirik ayudó a Gunnar a cortar la carne en tiras finas, de unos 10 centímetros de largo y 2 centímetros de ancho.

—Ahora, lavémoslas en el arroyo —dijo Eirik, mientras recogían las tiras de carne y se dirigían hacia el arroyo cercano.

Lavaron las tiras de carne para eliminar cualquier resto de sangre o impureza. Luego, las colgaron en un armazón de madera que Gunnar había construido, expuestas al sol y al viento.

—Debemos dejar que se sequen al sol durante varias horas —dijo Gunnar—. Girémoslas periódicamente para asegurarnos de que se sequen uniformemente.

Eirik y Gunnar dejaron que la carne se secase al sol durante varias horas, girándola periódicamente. Una vez que estuvo seca y dura, la revisaron para asegurarse de que no hubiera signos de descomposición.

—Listo —dijo Gunnar—. Ahora tenemos carne seca y preservada para el futuro.

Eirik sonrió, satisfecho con su trabajo.

—Bien hecho —dijo—. Ahora podemos almacenarla y utilizarla cuando la necesitemos.

Mientras almacenaban la carne seca, Eirik se dirigió hacia la orilla en busca de arcilla. Después de un rato, encontró un depósito de arcilla y la trajo de vuelta al refugio.

Con la arcilla, Eirik comenzó a moldear utensilios como una olla para cocinar y platos. Tenía planeado crear una mini cabaña de ladrillos de arcilla con Gunnar en el futuro.

Mientras trabajaba la arcilla, Gunnar le preguntó:

—Eirik, ¿cómo llegaste aquí?

Eirik se detuvo, recordando su pasado.

—Estaba en un barco de vikingos —dijo—. Era mi iniciación. Debía sobrevivir una semana en una isla desierta para demostrar mi valía.

Gunnar se sorprendió.

—Eres un guerrero vikingo —dijo—. No sabía.

Eirik asintió.

—Sí, lo soy —dijo—. Y voy a utilizar mis habilidades para sobrevivir aquí y encontrar una forma de regresar a mi familia.

Después de compartir su historia, Eirik se sintió aliviado. Había podido compartir su pasado con alguien que entendía lo que era luchar por sobrevivir.

—Gracias por escuchar, Gunnar —dijo Eirik.

Gunnar sonrió.

—No hay problema, Eirik. Ahora es mi turno —dijo, comenzando a contar su historia.

Eirik se sentó cómodamente, dispuesto a escuchar.

—Estaba en un viaje de comercio —comenzó Gunnar—. Nuestro barco fue atacado por piratas. Me encontré en el agua, nadando hacia la orilla.

Mientras Gunnar hablaba, Eirik se dio cuenta de que el sol comenzaba a ponerse. La luz del día se desvanecía lentamente.

—... y después de nadar durante horas, llegué a esta isla —concluyó Gunnar.

Eirik asintió, impresionado por la historia de Gunnar.

—Gracias por compartir tu historia, Gunnar —dijo.

Gunnar sonrió.

—No hay problema, Eirik. Ahora estoy cansado —dijo, comenzando a cerrar los ojos.

Eirik sonrió.

—Descansa, Gunnar. Yo vigilaré —dijo.

Gunnar asintió y se durmió rápidamente.

Eirik se sentó en silencio, vigilando el entorno. La noche comenzaba a caer, y el sonido de los insectos y los animales nocturnos llenaba el aire.

Después de un rato, Eirik se sintió cansado. Se levantó y sacudió a Gunnar.

—Gunnar, despierta —dijo—. Ahora es mi turno de dormir.

Gunnar se despertó, confundido.

—¿Qué hora es? —preguntó.

—Es de noche —respondió Eirik—. Duérmete un rato. Yo vigilaré.

Gunnar asintió y se sentó.

—No, no —dijo—. Duérmete, Eirik. Yo vigilaré.

Eirik sonrió.

—Gracias, Gunnar —dijo, y se durmió.

Gunnar se sentó en silencio, vigilando el entorno. La noche era oscura y tranquila, y el sonido de los insectos y los animales nocturnos llenaba el aire.

La noche pasó lentamente, y Gunnar se mantuvo vigilante, protegiendo a su nuevo amigo mientras dormía.

La libertad en el Horizonte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora