Heeseung nos dio vuelta, ahora yo sentía el calor que las sábanas emanaban en mi espalda y él estaba sobre mí, con una mirada de hambre.
— Quiero ver cómo las lágrimas empapan tu rostro mientras te follo. — Su voz rasposa no iba acorde con las suaves caricias que estaba dando en mi rostro.
Él seguía dignándose a sonreír con malicia, a mostrar esos hermosos hoyuelos. Heeseung no me dejó ni siquiera inhalar aire, cuando sentí como entraba en mí de manera violenta, pero exquisita; un lastimoso lloriqueo salió de mis labios. Puso sus manos en mis tobillos, dobló mis rodillas e hizo que mis piernas toquen mi pecho. Entraba y salía lentamente, con toda la paciencia del mundo, yo me empezaba a desesperar, sentía que mi pene se volvía a poner duro contra mi abdomen.
Él puso mis tobillos sobre sus hombros y se posicionó entre mis piernas abiertas.
Ahí cavé mi tumba.
Sentía perfectamente la longitud de su pene llegar hasta mis órganos.
Bajé la vista y pude observar con facilidad como mi abdomen bajo se abultaba cada vez que él entraba.— Más... — Yo no gemía, imploraba. Yo lloriqueaba.
Él me empujaba, empujaba mi cuerpo contra el colchón caliente. Solté un sollozo, mis músculos se tensaban y chillaban; mi cuerpo estaba débil y vulnerable.
Jadeaba, con mi cuerpo sudando placer, mientras Heeseung presionaba ciegamente su pene dentro de mí; acariciaba con sus dedos temblorosos mis muslos, a la vez que los apretaba a su antojo; él solamente sonreía con maldad cada vez que daba en mi próstata.
Ya no podía controlar mis gemidos, mis pestañas estaban mojadas y mis mejillas estaban sonrojadas.Me estiré para agarrarme de los bíceps de Heeseung, quería tenerlo más cerca, quería fucionarme con él.
Él se mecía sobre mí, comenzando a marcar un ritmo acelerado, mis ojos nunca se despegaron de él, a pesar de que mi vista estaba un poco borrosa, me traba de enfocar solamente en Heeseung.
Necesitaba sentir su calor todos los días, disfrutar de su tacto cada segundo que pasaba.
Él pareció leer mi anhelo, porque se acercó y pegó su frente con la mía, nuestras narices se rozaban y nuestros alientos calientes se mezclaban.— B-Bésame... — Le ordené con las pocas fuerzas que tenía. — Por favor, Hees.
— Lo que tú ordenes, mi amor. — Heeseung gruñó, áspero y caliente sobre mi boca.
Sentí su aliento caliente rozando mi piel mientras sus manos firmaban un pacto de deseo en mi cintura. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y dominante, un torbellino de emociones que nos consumía. Heeseung mordió mi labio inferior y yo jadeé. Sus labios eran suaves pero firmes, reclamando cada centímetro de los míos con una intensidad arrolladora. Nuestras lenguas se entrelazaban, mientras nuestras salivas se mezclaban y escapaban de nuestras bocas. Nuestros dientes chocando generaban un sonido rasposo, pero el chapoteo de nuestros cuerpos seguía inundando la habitación.
En ese momento, éramos el epicentro de un universo lleno de pasión y entrega, donde el tiempo se detenía y sólo existíamos nosotros, perdidos en el fuego de nuestra conexión. Cada beso era un susurro sin palabras, una promesa de algo que todavía no quería aceptar.Sus labios eclipsaban los gemidos que salían de mi boca.
Separé mis labios de los suyos, porque dio justamente en mi punto dulce y más allá.
Mi espalda se arqueó y mis ojos se fueron para atrás. Lágrimas saladas descendían por mis mejillas y se perdían en las sábanas de la cama. Heeseung frunció el ceño aún más y me folló más duro, él golpeaba sus caderas contra mí. Mis sollozos eran interrumpidos por gemidos inesperados.