𝓘𝓷𝓽𝓮𝓻𝓻𝓾𝓹𝓬𝓲𝓸𝓷𝓮𝓼 𝓲𝓷𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓪𝓼

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Narra Marizza

Cuando de pronto se escuchó un "¡Cuidadooo!" y, ¡pumm!, todo se esfumó. La ardilla salió corriendo desesperada hacia mi jardín y se escondió en los arbustos. Quedé un poco tranquila al verla desaparecer entre mi jardín, pero mi vista se dirigió rápidamente hacia el impertinente que había arruinado el momento mágico entre la pequeña y yo.

—¡Idiota! —. le grité, sin poder contener mi frustración. La rabia me burbujeaba en el pecho. Cuando el chico se dio cuenta de que era yo quien le había gritado, su expresión cambió de sorpresa a una sonrisa burlona. Era nuevo en el vecindario, vestido con bermudas de jeans y una remera de motocicleta y bicicleta reluciente junto a el en el piso. Se veía dos años mayor que yo, pero eso no me hacía menos enojada.

—Perdón, no sabía que estaba interrumpiendo tu momento de paz con tu amiga la ardilla—. dijo, con un tono tan despreocupado que me sacó de quicio.

—¡Era un momento especial! —, respondí, tratando de que entendiera que no era el momento para sus bromas.

Él se acercó a la ventana con una sonrisa coqueta, como si yo fuera la última galletita del paquete. —¿Y si la llamamos de nuevo? Tal vez quiera volver—, sugirió, como si eso pudiera arreglar lo que había pasado.

—¿Estás de joda? ¡No creo que quiera volver ahora que sos vos el que asusta a las ardillas! —, le respondí, cruzando los brazos y mirándolo con rabia. Me sentía como si pudiera lanzar rayos con la mirada.

Él se rió, disfrutando de mi enojo. —Dale, solo estaba tratando de hacer un poco de ruido. ¿No es eso lo que hacemos los chicos? Además, no tengo la culpa de que se asuste—. Sus palabras me hicieron hervir la sangre.

—Tal vez no, pero podrías haber avisado antes de arruinarlo. ¡Qué tarado que sos! —, respondí, dejando escapar mi frustración. Me encantaba ser impulsiva, y no iba a dejar que me tomara el pelo.

—¿A quién le decís tarado? Solo porque me parezcas linda no significa que me quieras gritar así—, dijo él, con una sonrisa pícara. Eso me dejó aún más enojada.

—¡Yo no estoy enojada por lo que sos! Solo estoy tratando de disfrutar de un momento tranquilo—.

Pablo no se rendía, y en lugar de eso, se acercó un poco más, como si quisiera desafiarme. —Oye, solo intentaba hacer las cosas un poco más emocionantes. ¿No te gusta un poco de acción?—.

—Lo único que me gustaría es que te quedaras callado—, le contesté, intentando mantener mi seriedad, pero una risa se me escapó.

—Parece que tenés un mal día—. dijo, mirándome con complicidad.

—¡No es un mal día, es solo que sos un pesado!—, le respondí, pero me di cuenta de que, a pesar de todo, algo en su forma de ser me divertía.

—Soy Pablo, por cierto—, dijo, extendiendo su mano hacia mí, aún con esa sonrisa burlona en el rostro.

—Marizza—, respondí, entre risas, aceptando su saludo a pesar de mi enojo inicial. ¿Quién diría que un niño nuevo podría traer tanto alboroto en un domingo tranquilo? Pero, al final, el momento con la ardilla se había esfumado, y ahora había un nuevo tipo de magia en el aire, una mezcla de enojo y risas que hacía que todo fuera más interesante. 

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"A veces, lo que comienza como un momento perfecto se convierte en un torbellino de emociones, y entre enojos y risas, la vida nos sorprende con interrupciones inesperadas."

Continuará........

Conocernos - PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora