Capítulo 2: Los Ecos del Olvido

20 4 0
                                    

El eco de los pasos de Goku resonaba en las ruinas del Infierno. Las sombras parecían moverse al ritmo de su andar, como si lo reconocieran, como si lo temieran. Después de su encuentro con Drahvas, algo en su interior había comenzado a cambiar. El poder latente que poseía, nacido del miedo al olvido, crecía con cada pensamiento, con cada reflexión. Sin embargo, no era solo su poder lo que evolucionaba, sino también su comprensión del mundo demoníaco en el que vivía. Sabía que, si quería sobrevivir en este infierno caótico, debía entender las reglas no escritas que regían la existencia de los demonios.

Goku se detenía de vez en cuando, mirando hacia el vacío oscuro y profundo. "El miedo al olvido..." murmuraba para sí mismo, recordando las palabras de Drahvas. Esa era la fuente de su ser, pero ¿cómo podía moldearlo? ¿Cómo podía aprovecharlo para su beneficio? El miedo al olvido era un concepto tan vasto como aterrador. Todos los demonios se alimentaban del miedo, pero Goku sentía que el suyo era diferente. No se trataba solo de sobrevivir, sino de permanecer en la memoria de los demás. De ser recordado para siempre.

De repente, el ambiente cambió. Un estremecimiento recorrió el suelo, seguido de un leve temblor. Goku alzó la vista. A lo lejos, las figuras oscuras de otros demonios comenzaban a emerger del horizonte. Eran más de lo que esperaba, un enjambre que parecía alzarse desde las entrañas del infierno mismo. A primera vista, Goku no los reconoció, pero su presencia le resultaba familiar. Como si compartieran un mismo miedo profundo.

—Esos son... —susurró, sin necesidad de decir más.

Los demonios que aparecían ante él eran los Engendros del Olvido, entidades menores nacidas del mismo miedo que él, pero mucho más débiles, sin la misma consciencia o voluntad. Se movían como una marea, devorando lo que encontraban a su paso, buscando saciar un hambre interminable. Eran seres cuyo único propósito era evitar el olvido consumiendo la existencia de otros, pero sus cuerpos eran inestables, apenas sombras errantes de lo que un demonio verdadero debía ser.

—Así que ustedes son lo que el miedo al olvido genera en su forma más pura— dijo Goku con una leve sonrisa, casi con lástima. —No tienen conciencia de lo que son, solo actúan.

Los Engendros no le respondieron, no podían. En su desesperación por existir, habían perdido toda capacidad de razonamiento. Y, sin embargo, algo en ellos inquietaba a Goku. Se preguntaba si ese sería su destino si no lograba dominar el poder que había despertado en su interior.

—No puedo terminar como ustedes, pensó, cerrando los ojos por un momento.

El rugido de los demonios menores lo sacó de su reflexión. Su avance era implacable. Estaban hambrientos de existencia, y Goku era un blanco demasiado apetecible para ignorar. Los más cercanos se lanzaron hacia él con una velocidad que no coincidía con su aspecto casi etéreo. Sin embargo, Goku permaneció inmóvil, evaluando la situación.

Con un simple movimiento de su mano, el aire a su alrededor se torció. Una presión invisible surgió de su cuerpo, como una onda expansiva que desintegró a los primeros Engendros que se le acercaron. Sus cuerpos no soportaron la fuerza que emanaba de él, desvaneciéndose en la nada, en el olvido del que tanto huían.

—No estoy aquí para ser olvidado— murmuró con frialdad, sus ojos brillando con un destello oscuro. —Vine a quedarme.

A pesar de la advertencia implícita en sus acciones, los demonios restantes no se detuvieron. El hambre que sentían era demasiado intensa para ser controlada. Goku apretó los puños, sintiendo la energía fluir a través de él, una energía que, si bien todavía no entendía del todo, lo hacía más fuerte con cada segundo. Esa fue la primera lección que el Infierno le enseñó: el miedo era poder. Y cuanto más lo dominara, más invulnerable sería.

—¡Vengan entonces! — gritó Goku, desafiándolos.

Los Engendros se abalanzaron en una oleada desesperada, pero Goku ya no era el mismo demonio que había emergido de la nada hacía poco tiempo. Con una velocidad sorprendente, comenzó a moverse entre ellos, destruyendo a cada uno con precisión mortal. Cada golpe que lanzaba era devastador, eliminando a sus oponentes sin dejar rastro. Era casi como si los estuviera borrando de la existencia misma. No quedaban cuerpos, ni sangre, solo el vacío.

Conforme la batalla continuaba, algo dentro de Goku se encendía. No era solo el placer de la victoria, sino algo más profundo, una comprensión más clara de su naturaleza. Mientras los Engendros caían, Goku se daba cuenta de que, al consumir su existencia, estaba reclamando su propio lugar en la jerarquía del Infierno. Su miedo al olvido se hacía cada vez más tenue, reemplazado por una creciente seguridad. Cada enemigo que eliminaba lo hacía más presente, más real.

Sin embargo, cuando el último Engendro desapareció, una sensación de vacío lo invadió. Aunque había ganado, el silencio que siguió a la batalla le recordaba lo efímero de todo. A pesar de su creciente poder, el miedo al olvido seguía acechando, como una sombra que nunca desaparecería del todo.

—Todavía no es suficiente— se dijo a sí mismo. —Aún soy vulnerable.

Goku se giró hacia el horizonte. Sabía que los Engendros no eran más que un obstáculo menor. Si quería dejar su huella, si quería ser recordado, tendría que enfrentarse a algo mucho más grande y peligroso.

Mientras caminaba, su mente volvió a Drahvas. El demonio había mencionado algo sobre los Jinetes del Apocalipsis, seres de un poder inigualable que gobernaban en el Infierno. Goku no sabía cuánto tiempo más podría seguir su camino sin cruzarse con ellos, pero una cosa era clara: si quería sobrevivir, y más aún, si quería dominar su miedo, tendría que enfrentarse a los Jinetes tarde o temprano.

—Quizás no hoy— pensó. —Pero pronto.

A medida que avanzaba, el paisaje infernal cambiaba. Las ruinas y desiertos de oscuridad daban paso a territorios más peligrosos, lugares donde el aire parecía cargado de malicia, y donde los gritos de los condenados resonaban en el viento. Goku sabía que estaba entrando en el territorio de los grandes. Demonios poderosos que no se preocupaban por simples engendros o bestias menores. Aquí, los nombres eran importantes, y el de Goku aún no tenía el peso suficiente para ser reconocido.

—Eso cambiará pronto— murmuró, sus ojos brillando con determinación.

Mientras seguía su camino, un susurro familiar llegó a sus oídos. Era Drahvas, o más bien, su presencia.

—Pensé que habías aprendido tu lugar— dijo una voz en la distancia. —Pero veo que tu ambición es tan grande como tu poder.

Goku no respondió de inmediato. En cambio, sonrió. —El olvido no es una opción, Drahvas. Estoy aquí para quedarme.

Drahvas apareció ante él, su figura envuelta en sombras como siempre, pero esta vez su expresión era más seria.

—Si sigues adelante, te encontrarás con algo que no puedes manejar. Los Jinetes... los Primordiales... no son simples leyendas. Son el verdadero poder en este lugar. Y tú no eres nada comparado con ellos, advirtió.

Goku lo miró fijamente. —Tal vez no lo soy... aún. Pero nunca lo sabré si no lo intento.

Drahvas lo observó por un largo momento antes de asentir levemente. —Tienes razón en eso. Pero ten cuidado. El Infierno es un lugar que devora incluso a los más fuertes. Si no te preparas... serás olvidado más rápido de lo que crees.

Con esas palabras, Drahvas se desvaneció nuevamente, dejándolo solo en su camino. Pero Goku no se sentía solo. El miedo que alguna vez lo controló estaba comenzando a transformarse en algo más. Ahora, el miedo al olvido no solo lo alimentaba, sino que lo impulsaba hacia su destino.

El siguiente desafío lo esperaba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 20 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Demonio del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora