Run (Parte uno).

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Nota; Dulce Octubre. Para mi desgracia este año me ha dado una patada en el culo y púes, aún no estoy muy segura que pasará con todos mis escritos guardados y sin terminar, pero cuando los publico acá de alguna manera mi orgullo me dice; Hey, tienes que terminar lo que empezaste. Así que como estamos en el mes del Terror, decidí publicar de nuevo Run, ya con detalles que quería poner desde el principio y no supe como, hasta ahora.

En fin, coman muchos dulces, saluden a sus muertos y no olviden que los ven, desde donde sea que estén. 

No edite las faltas ortográficas, porque soy huevona, fin.

(..)


No hay nada más importante que el amor de una madre, al igual que todo ese conocimiento que es puesto a prueba a medida que uno va creciendo. Hay fe en sus palabras, esperanza en su gesto, amor en sus ojos, cariño en su tacto, bondad en sus actos. Es un incandescente sol que brilla en las mañanas y que cuando la noche llega se permite descansar. Pero una madre no es simplemente la que nos da la vida, la verdadera madre es aquella que nos forja como personas, la que nos permite caminar, y aventurarnos, aquella que nos deja amar y a la que amaremos por el resto de nuestras vidas. Y sin dudarlo, una buena madre es la que nos recuerda que el dolor es bueno en ocasiones, que cuando ya no esté, se sentirá ese nudo en la garganta que arderá por años, décadas, hasta que nuestros cuerpos dejan de sentirlo y la podamos ver de nuevo.

Y una buena madre, siempre protegerá a su hijos, sin importar el costo, hasta por encima de su propia vida si es necesario. Solo se necesita un poco de fuerza, de crueldad. Tomar decisiones como si se tuviera otra opción y cuando ya no puedes decir nada, ella entenderá el motivo y llorara cuando tenga que decir adiós, te dará una suave sonrisa que su pintalabios acentúa, haciéndote recordar cómo dejaba manchada tu mejilla y te molestaba aquello. Te dirá que te ama y que fuiste lo más importante en su vida.

Después tendrás que huir... Tendrás que correr.

— Darcy West.



"Lo cantaré una vez más para ti, luego realmente tendremos que irnos; has sido lo único que estuvo bien en todo lo que he hecho en mi vida..."

Era normal que las instalaciones estuvieran tranquilas a cierta hora de la noche, a decir verdad ella ya se había acostumbrado un poco a eso. Era su horario favorito para revisar los papeles que encontraba en su escritorio cada mañana. Y es que lo curioso del fin del mundo es que cuando eres parte de la minoría de militares con vida (y que aún conservan su moral y ética), tenías que trabajar para crear una sociedad, que sirviera de sustento para aquellas personas que lo perdieron todo. Annie Leonhardt, lo sabía mejor que nadie, que un equilibrio solo se logra con un desequilibrio, pues lo bueno, viene con lo malo y viceversa.

Pero aun así le parecía una idiotez tener que rellenar el papelero como si aún estuviera en la Universidad. Era importante simplemente cuando se trataba de las nuevas personas que llegaban al refugio. Ella se encargaba de leer su perfil y decidir si eran apropiados para salir con ellos a campo o quedarse a hacer trabajos manuales en la base. Una tarea que podría sonar sencilla, sino fuera porque después de la epidemia, la gente decidió vivir en libre albedrío y la mayoría de ellos dejó la poca humanidad que les quedaba cuando el gobierno ya no pudo controlar la infección. La sociedad cayó mucho más rápido no precisamente por los infectados, sino por la humanidad misma. Así que la mayoría de la gente que entraba, tenían que someterse a un protocolo que consistía en dos cosas; prueba viral y una prueba psicológica.

One-Shot's (Mikannie).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora