- ¿Cómo que nos mudamos? -le respondí a mi hermana mayor, Julie, con una mezcla de sorpresa, incredibilidad y desagrado.
Toda mi vida, mis planes de futuro y mis aspiraciones se estaban derrumbando en ese momento.
- Le han ofrecido un puesto a papá en el que le pagan mejor y mamá se puede permitir teletrabajar. No podemos seguir viviendo así teniendo otras oportunidades.
Tenía razón, no estábamos en muy buena situación para rechazar subidas salariales e intuía que este momento iba a llegar. Pero que tuviese razón o que me lo viese venir no significaba que doliese menos. He estado viviendo en este pueblo los 17 años que tengo de vida y no pensé que tendría que despedirme alguna vez.
En vez de ponerme a discutir con ella salí del comedor para irme a mi cuarto. No estaba preparada para despedirme de mis amigas todavía, así que me tumbé en mi cama y me puse a escuchar las canciones tristes de Olivia Rodrigo en bucle. Me quedé medio dormida hasta que el sonido de mi puerta abriéndose me despertó.
- Sophie, ¿estás bien?
Me giré para ver a mi padre mientras paraba Happier.
- Como comprenderás es difícil estar bien en esta situación.
- Lo sé. Quería que te enterases por tu madre y por mí, no por tu hermana, pero veo que ha hablado de más.
- ¿No hay ninguna manera de que me pueda quedar en este pueblo lo que me queda de instituto?
- Tu tía se mudó hace unos meses también a otra ciudad, así que no. Nuestra nueva casa está a una hora y media en coche, así que no vas a tener que despedirte para siempre de tus amigas.
- ¿Entonces por qué nos mudamos? Si la ciudad está a tan poca distancia puedes ir en coche todos los días.
Mientras decía eso sabía que sonaba muy egoísta por mi parte, pero me costaba renunciar tan fácilmente a lo que siempre había sido mi hogar.
- Después de lo que pasó el año pasado nos viene bien a los cuatro cambiar de aires.
Puse los ojos en blanco antes de que mi padre volviese a hablar.
- Además, eres sociable, seguro que haces nuevos amigos enseguida.
- El problema es que no quiero hacer nuevos amigos, quiero seguir con los que ya tengo.
Tras unos minutos de discusión mi padre se fue y yo empecé a hacer las maletas ya que solo dos días después nos mudaríamos. Mientras guardaba mi sudadera favorita, mi móvil vibró encima de la cama.
¿Puedes quedar hoy?
Nunca me decía de quedar pero hoy le parecía buena idea, irónico. Decidí prepararme mentalmente y despedirme ya de mis amigas porque si no lo hacía ahora ya no lo iba a llegar a hacer nunca.
Llama a las demás, quedamos donde siempre.
Al llegar estaban todas confundidas y me acorralaron para preguntarme por qué quería que estuviésemos todas juntas sin avisar con antelación, así que en vez de esperarme o intentar decirlo de forma suave, solté la bomba.
- Pasado mañana me mudo.
- ¿Cómo que te vas?
Asentí con lágrimas en los ojos mientras se acercaban todas para darme un abrazo grupal y llorar colectivamente. Para alegrar el ambiente nos reímos recordando anécdotas, la mayoría vergonzosas, que habíamos vivido juntas y que recordaríamos siempre con gran aprecio. Cuando me llegó un mensaje de mi madre ordenándome que volviese a casa ya, nos despedimos llorando incluso más que al principio y cada una se fue a su casa, aunque extendieron el camino para acompañarme durante más tiempo. Al llegar a mi casa me despedí (por segunda, incluso tercera vez) de las chicas que quedaban y entré lo más lento que pude para alargar el momento. Cuando cerré la puerta me fui directa a mi habitación todavía con lágrimas en los ojos y me quedé dormida.
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- ¿Tenéis todo preparado? - nos preguntó mamá antes de salir de casa.
Tanto Julie como yo asentimos. Salimos al porche y me despedí mentalmente de la casa. Metimos las maletas en el maletero y mi padre arrancó el coche. Abrí la boca para hablar, pero Julia me interrumpió.
- No Sophie, no vamos a poner ninguna de tus canciones en el viaje.
Le miré de reojo y puse los ojos en blanco. Se puso a hablarme de cómo sería la ciudad y, aunque al principio fingí indiferencia, me resultó interesante la mayor parte de la conversación.
- ... y en la zona en la que viviremos hay dos institutos, tú irás al más cercano. Me pasé el otro día y está lleno de chicos guapos - me guiñó un ojo y yo le miré con asco.
- Julie, tienes 21 años, ¿no te resulta incómodo o raro fijarte en los chicos de mi edad, o peor, menores?
- Para el amor no hay edad querida mía.
- Pero para la ley sí.
Justo al decir eso llegamos a la casa en la que viviría este último año antes de irme a la universidad. Era bonita, de dos plantas, y parecía grande pero no demasiado. Cogimos nuestras maletas y, después de hacer un tour por la casa, las deshicimos. Mi cuarto era más grande que el de mi anterior casa y tenía las paredes color lavanda. Ordené mi ropa y me estaba sentando cuando un desagradable ruido de motos me asustó. Decidí asomarme a la ventana, que no me gustase el ruido que hacían las motos no significaba que tampoco me gustasen lo que había encima de ellas.
Había dos chicos, que tendrían mi edad o un par de años más, y ambos se estaban bajando de sus respectivos vehículos. El más alto era pelirrojo y, Dios mío, menuda espalda. El segundo era rubio, pero no uno de esos rubios tan claros que parecen blanco, si no un rubio tostado tirando a marrón. Ambos caminaron hacia la casa de enfrente, pero el rubio se giró hacia mi casa y me oculté detrás de la cortina para que no me vieran. Oí varias voces hablar desde fuera y me fui a la cocina a picar algo para no volver a mirar por la ventana.
Y entonces sonó el timbre. Sería muy gracioso que fuesen los moteros de antes, ¿verdad? Me puse a recoger a toda velocidad la cocina para irme corriendo a mi cuarto. Y justo al subir las escaleras, mi madre me agarró del brazo.
- Han venido las vecinas de al lado a darnos la bienvenida, se educada y ven a recibirlas.
No me dejó decir nada porque antes de que pudiera reaccionar, me arrastró a la entrada. Al llegar, vi a una chica que tenía pinta de tener mi edad y una mujer que tenía pinta de ser su madre.
- Hola, soy Sophie encantada.
- Bienvenida al barrio, soy Gracie Peters y esta es mi hija Caroline.
Mis ojos fueron directos a la joven. Pelo rizado y rubio, ojos verdes y pecas. Era guapísima.
- Encantada señora Peters.
Mientras mi madre y ella se quedaron hablando, Caroline y yo nos fuimos al salón. Puse mi serie favorita, Girlmore Girls, hasta que ella decidió romper el silencio.
- Es una casa muy bonita.
- La verdad es que sí, gracias.
- Vas a ir al Saint James, ¿verdad?
- ¿Perdona?
- El instituto que hay a dos calles.
- Ah, sí. ¿Tú vas a ese?
- Desde secundaria. Es un buen centro, no te lo voy a negar. Hay tíos guapos y los profesores no son del todo horribles, pero deberían enseñarles cómo echarse desodorante.
- No tiene tan mala pinta como pensaba.
Pareció que la conversación había acabado cuando de repente me miró con una sonrisa.
- ¿Quieres que vayamos juntas a clase mañana? Te puedo recoger a las ocho menos cuarto.
- Claro. Pero no llames al timbre o mi madre me echará la bronca por despertarla.
- Perfecto. Yo me tengo que ir ya que he quedado con unas amigas. Hasta mañana Sophie.
- Hasta mañana Caroline.
En cuanto la rubia se marchó subí a mi cuarto y me puse a leer.
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El Jardín de los Sueños
RomansaSophie, una adolescente de 17 años, se muda a Londres después de haber estado toda su vida viviendo en Horsham. Allí hará nuevas amistades, conocerá chicos y tomará decisiones que cambiarán su futuro.