Nuevo hábitat

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El joven tenía toda su mente puesta en el vídeo juego, era realmente un fanático asiduo de jugar en línea

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El joven tenía toda su mente puesta en el vídeo juego, era realmente un fanático asiduo de jugar en línea. Esa mañana fue diferente a otras, su padre le había solicitado encarecidamente se acercase a la casa de la vieja Ekans para recoger a los nietos de la misma.

Él tenía mejores cosas para hacer, temprano en la mañana había salido a trotar y también a entrenar, debía estar preparado si quería pasar la próxima selección. Además, tenía eso de cuarenta minutos para estar en el campo de entrenamiento o su entrenador comenzaría parlotear como una hurraca sobre lo significativa e invaluable que era la puntualidad.

—Eh, ¿qué tal?

Encontró a un chico, de su misma estatura y con pinta de ser el más bonito de la clase. Evaluó su energía, pero no había hostilidad ni queja, fue bueno de encontrar.

Dylon se reflejó en los brillantes ojos miel. El castaño silbó internamente, qué tipo. Su piel estaba perfectamente cuidada, su nariz bien perfilada y unos labios no tan gruesos, pero llamativos, tenía el cabello liso atado en una cola alta, si bien, había dejado parte de la zona trasera libre.

Se notaba era popular con las chicas.

—Eh —respondió parco—, un gusto, Huston Fidgerard.

—Dylon Ekans, un gusto también, colega.

Dylon se esmeró por ser más sociable que de costumbre, era la primera persona que conocía.

Estrecharon sus manos protocolariamente, una reacción eléctrica golpeó la piel de Dylon y su corazón dio dos brincos, igual que lo haría cuando se sorprendía o se asustaba. No estuvo seguro de lo que sucedió, si es que había obtenido un instinto de protección antinatural, sí, eso fue una bobada, mejor forzó una sonrisa y dejó la mano ajena libre.

—Dylon, mamá te ha dejado dinero —avisó Daniele a su espalda, le entregó el billete enrollado y ajustó el bolso en su hombro.

Se hubiese quedado con el dinero, era cosa de hermanos quedárselo, pero no quiso hacerlo, Dylon estuvo trabajando mucho para guardar dinero, no quería ser malvada.

El joven rubio lo enfocó para después sonreírle, le dio la mano educadamente, los pelitos en el antebrazo de Daniele se pararon con antelación, cuando sus pieles se tocaron la energía chispeó, fue invisible, pero estaba presente, había sido más potente que cuando Dylon lo tocó.

Ambos jóvenes lo notaron.

—Bienvenidos a nuestra humilde ciudad —dijo Huston y liberó a Daniele, no sin antes sonreírle con cierta picardía.

Parecía que su padre no le había contado toda la historia, pero ya lo indagaría cuando llegase a casa. En todo caso, encontró a Daniele sumamente atractiva, parecía una cereza.

Dulce y jugosa.

—Gracias, y gracias por darnos el aventón —mencionó Dylon, su mano le hormigueaba, por lo que se la sobó contra el pantalón.

Tiempo de GorgonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora