Tenebrosa mirada

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En algún momento de la mañana al estar solo otra vez, Dylon se quedó dormido de nuevo

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En algún momento de la mañana al estar solo otra vez, Dylon se quedó dormido de nuevo. Antes de dormirse pensó en el cielo de la noche pasada; era hermoso en su penumbra. Desde su ventana se podía apreciar el cielo perfectamente, le permitió despejarse y recibir el fresco de la noche, porque vaya que si no tenía cuidado el pelo a cualquier se le encresparía.

Encontró cautivador los árboles alrededor evitaban que entrase la luz en todas direcciones, hacían la casa y el jardín parecieran aislados. No pudo evitar preguntarse cómo sería cuando hubiese luna llena, quizá un espectáculo.

Separó sus párpados cuando un escalofrío lo recorrió, estiró un brazo en busca de la manta, pero para su sorpresa no estaba acostado en la cama. Se sentó brusco, sus tetillas se pusieron encogieron y sus hombros se encogieron involuntariamente.

—¡Qué frío!

Se halló en medio de unas raíces terrosas; la luz era escasa, alrededor era opaco. Se incorporó a prisa y sus pies descalzos tocaron el frío de un suelo rústico. Pestañeó aturdido, caminó hacia adelante, se tropezó con una raíz y perdió el equilibrio.

Manoteó intentando sostenerse, pero no había nada para agarrar, cerró los párpados con fuerza, iba a golpearse con la pared próxima, su reacción física tampoco era tan rápida, nadie es tan rápido cuando se acaba de despertar; sin embargo, el dolor no llegó. Atravesó la pared y rodó para caer como un panqueque sobre una parrilla.

Se le escapó el aire del estómago, caer bocabajo era horrible. Escuchó un sonido áspero y elevó la cabeza con un ojo cerrado, se encontró con un par de ojos verdes brillantes fijos en él.

—Alguien que está, pero no está, qué irreflexivo.

Los pelos de Dylon se pusieron en punta, porque las palabras provenían de un ser que no debería de ser capaz de articular ni una sola palabra. Una serpiente color verde jade con ojos verdes todavía más brillantes que sus escamas lo tenía en el punto de mira.

Pretendió gritar, pero su voz se perdió con el miedo que lo invadió.

¡Debía de estar en una pesadilla!

Torpemente se paró, quiso huir, sin embargo, no había lugar al que pudiese escapar. Estaban dentro de una habitación cerrada con paredes de ladrillo, diferentes símbolos fueron dibujados en cada roca con pinturas blanca, algunos imitaban al sol y otros a la luna, el resto eran galimatías que no comprendía. Unas cuantas piedrecitas rodaron por el suelo, pues la cabeza de la serpiente rozó el techo, aquel animal era lo suficientemente grande como para tragárselo de un bocado cual jugosa golosina.

El escamoso cuerpo era más grueso que la tubería de una cañería, sin esperarlo lo rodeó, evitándole cualquiera movimiento de huida.

No es que pudiese ver cualquier ruta segura de todos modos.

—¿Q-qué cosa eres?

La voz que emergía como un siseo se oía bajita, murmurante y patentemente escalofriante le respondió:

Tiempo de GorgonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora