Silente

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Desde edad temprana, fue Dylon quien más madera tuvo para las aventuras

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Desde edad temprana, fue Dylon quien más madera tuvo para las aventuras. Meterse en más problemas lo llevaba en las venas, en comparación a su hermana, quien era más silenciosa y retraída, él era de los que acababa llorando por caerse de un columpio o chillando ruidoso cuando se raspaba las rodillas, se había lastimado un tobillo después de caerse en un hueco del parque.

Hasta se había metido en peleas por ayudar a otros niños de los matones.

Daniele creía en aquel entonces su hermano era un idiota, todavía lo pensaba, pues su ropa siempre acabó hecha girones, al crecer aprendió él solía hacer lo correcto, mejor decir, lo correcto para su corazón. Nunca olvidaría cuando los niños se metían con ellos por no tener padre, Dylon solía ser el que discutía y pataleaba.

Reconocer aquella verdad la hizo admirarle.

Daniele había sido más contundente, una vez golpeó con su oso de peluche a una niña por lo que dijo, hasta hacerla llorar. No había sido su intención hacerla berrear como un cachorrito abandonado, pero se había metido con su hermano llamándolo huérfano feo, nadie podía meterse con su hermano.

Era una regla no escrita: no permitir se metiesen con el mellizo del otro.

Su madre pasaba casi todo el día fuera de casa por trabajo, entonces solo se tuvieron el uno al otro durante su crecimiento.

Fueron los dos contra el mundo.

Los dedos de Dylon hicieron presión en la piel de su hermana, corrían tan rápido como podían, las ramitas y otros objetos le causaron malestar en sus piernas, incluso le fuetearon una mejilla. Dylon nunca había sido mordido por un perro, una vez lo había derribado uno en una feria, pero era un labrador dorado, jamás lo hubiese visto como una amenaza, no se comparaba con el horripilante animal que les pisaba los talones.

El cánido bruscamente la mandíbula, los largos colmillos se estrellaron entre sí al morder el aire y la sensación de miedo atravesó a los dos jóvenes.

Nunca vieron un perro tan anormal.

Sus extremidades delanteras eran más largas que las traseras, corría al galope y se estiraba exageradamente, al punto en que costaba dejarlo atrás. El inminente terror culebreó en Dylon, no podía imaginarse la cantidad de microorganismos y bacterias que dejaría la mordida de ese animal, seguro tendría la peste rabia y si se las contagiaba podrían morir.

Eso si no los mataba el primer apretón o los colmillos, ah, morir estaba tan cerca que le parecía no avanzaba nada.

El primer pie del joven atravesó el campo de flores, luego lo hizo su hermana, el perro que marchaba vehemente y agresivo se estrelló raudo con una pared invisible, la energía silente del área floral repelió al can y lo arrojó de lado sobre la hojarasca.

El perro chilló, los jóvenes se detuvieron a unos metros al oírlo; ambos respiraban agitados, sus pechos subían y bajaban. El más alto observó la confusa escena, entre tanto intentaba recuperar el aire perdido, podía sentir su corazón martillando a toda máquina.

Tiempo de GorgonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora