Capítulo 4: "Despertar"

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Desperté con los ojos pesados como si llevaran varios días cerrados.
Pero esta vez no fue el dolor de cabeza lo que sentí primero, sino una sensación pesada en el pecho, una especie de vacío.
Parpadeé, tratando de enfocar la vista. Todo me dolía.
No estaba en mi casa, ni estaba con Lucía, estaba en el hospital.

Lo último que recordaba era el LSD, la ansiedad creciendo, y el techo dando vueltas. Y Lucía... ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba cuando más la necesitaba?

En ese momento me acordé de mis papás, pero ellos tampoco estaban. Siempre me había sentido así, como si fueran fantasmas en mi vida, presentes solo en lo material, pero nunca cuando más los necesitaba.

Una enfermera entró, me miró y me preguntó "¿Cómo te sentís, Valentín?"
"¿Qué pasó?" le pregunté, aunque ya tenía una idea.
"Tuviste una sobredosis. Mezclaste drogas. "¿Te acordás de algo?"

Le dije que un poco. Pero la verdad era que lo que más recordaba era el miedo.
"¿Lucía está acá?" Le pregunté, ya sabiendo la respuesta, pero necesitaba escucharlo.
La enfermera negó con la cabeza. "No. Nadie con ese nombre vino. Parece que ella llamó a la ambulancia, pero se fue antes de que llegaran."

Me quedé en silencio. Ella me había dejado. Y entonces, en ese momento, algo dentro de mí se rompió. No era solo Lucía, era todo. Era el constante vacío que sentía en mi casa, la falta de interés de mis papás, el querer siempre llamar la atención y no lograrlo. Con Lucía intenté llenar ese vacío, pero solo lo hice más grande.

Pasaron unas horas antes de que mis papás llegaran. Mi mamá lloraba como si me hubiera perdido por completo, pero lo único que sentía yo era enojo. Me abrazó, me preguntó cómo estaba, pero no podía evitar pensar en todas las veces que había necesitado ese abrazo antes y nunca lo había tenido. ¿Por qué tenía que llegar al hospital para que me prestaran atención?

"Valentín, ¿qué te pasó? ¡Nos asustaste tanto!" dijo entre lágrimas, pero todo lo que yo sentía era vacío.
"No sé, mamá. Capaz necesitaba que alguien me viera". Le dije.
Ella me miró, confundida, pero no dijo nada más. Mi papá estaba serio y callado. Sentí que me miraba como si esto fuera culpa mía, como si no hubieran estado ausentes todo este tiempo. Pero me dijo algo que no esperaba para nada: "Valentín, no sé qué pasó para que llegaras a esto, pero te vamos a ayudar. Te lo prometo", dijo con una voz seria pero temblorosa.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí que mis papás estaban de verdad conmigo. Nunca fueron los mejores, y habían estado ausentes en momentos en los que los necesitaba, pero ahora, al verlos frente a mí, entendí que también ellos eran humanos, que cometían errores.
No podía seguir cargándoles todo el peso de lo que me había pasado, pero tampoco podía ignorar lo que yo mismo había permitido.

Me quedé en silencio un rato, y después les hablé más calmado. "No sé cómo llegué a esto... me dejé llevar. Sentía que no tenía a nadie, y Lucía... ella me empujó a esto. Pero ahora me doy cuenta de que no puedo seguir así. Necesito cambiar."

Mis papás me escucharon, y por primera vez, sentí que querían ayudarme. Me prometieron que íbamos a buscar ayuda, que íbamos a superar esto juntos.

Cuando me dejaron solo, agarré mi celular y busqué el número de Lucía. Las manos me temblaban mientras lo buscaba. La quería llamar, quería decirle algo, pero no sabía qué. Pero al final, decidí bloquearla y borrar el contacto. No más Lucía, no más estar con alguien solo para sentirme visto.

Con el tiempo, las cosas empezaron a mejorar. Mis papás y yo empezamos a tener conversaciones más abiertas.
Buscamos ayuda profesional, y empecé a ir a terapia.

Empecé a entender muchas cosas sobre mí mismo, sobre mis miedos y mis inseguridades. Aprendí que no necesitaba depender de alguien como Lucía para sentirme visto. Aprendí que el vacío que había sentido por tanto tiempo no iba a llenarse con drogas, ni con alcohol, ni con relaciones tóxicas.

Me concentré en el colegio, y en mis amigos, quienes realmente querían lo mejor para mí. También empecé a estar más con mi perro.
No fue nada fácil, pero, con el tiempo, las cosas mejoraron, y aunque todavía había días difíciles, sabía que esta vez iba por el camino correcto.

No fue una recuperación perfecta, pero fue mía, y por primera vez en mucho tiempo dejé de sentir ese vacío. Y eso era suficiente.

El vacío de ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora