—Maia — llamaron a mis espaldas, pero yo sólo quería huír de ahí.
No sé lo que estoy haciendo, pierdo la noción de dónde me encuentro. No hay un sentido. Quiero tomar mis cosas e irme lejos, muy lejos de aquí.
—Maia, por favor — dijo con ese tono de voz que me helaba los huesos. ese tono que me obligaba inconscientemente a hacer lo que me pedía. Lo que él queria. Aunque no quisiera, siempre terminaba así.
Titubeé en detenerme, preguntándome si esta vez volvería a ceder, como el millón de veces que he cedido anteriormente.
¿Volveré a caer en sus mentiras? ¿En sus engaños?
El pecho me dolía, todo me dolía. La realidad me ahogaba tanto que prefería escapar.
—Debemos hablar, y lo sabes. Ya detente — Dijo haciendo que disminuyera el ritmo en mis patines, maldiciéndome por dentro el haber accedido, una maldita vez más.
Rozó su mano, con la intención de tocarme el hombro, y como si su toque quemara, me aparté por instinto, volteándome a verlo de nuevo — Déjame en paz.
—Maia, escúchame — se acercó de nuevo. Alzó sus manos en un intento de tocarme la cara, pero él mismo se retractó al ver que me negaría.
Me puse a recordar cómo era mi vida meses atrás, antes de que todo lo que conocía, lo que me completaba. lo que me daba ganas de vivir estaba tan bien
Es difícil, y triste pensar, cada vez que me levantaba con menos ánimos, cada vez que el mundo parecía dar vueltas y vueltas sin darme una respuesta.
De la nada, mi vida empezó a irse en picada, sin ganas de regresar a lo que era.
—Déjame. en paz — Dije rendida, cansada de ser parte de tu juego estúpido. — Estoy harta de todo esto. Solo, déjame en paz.
—¿Cómo voy a estar en paz si no me dejas explicarte? — dijo él alzando un poco la voz, cosa que me hizo retroceder. Por que si seguía provocándome, en verdad era capaz de decir cosas que no quería decir.
—No te atrevas a pensar que siquiera tienes el derecho de hablarme — respondí entre dientes intentando controlar el mundo de emociones que tenía en la cabeza.
—¿Ahora no podemos hablar, siquiera? — respondió con el ceño fruncido, fingiendo (¿O no?) una indignación. Cosa que me hacía querer agarrarlo a golpes en en este momento.
—¿Ahora te indignas por que quiero protegerme de tu mierda? — exclamé exhaltada — ¿Ahora yo soy la mala por eso? —dije sintiendo el enojo bajarme a la vesícula. Por que la situación era injusta, ni siquiera comprendía por qué lo hacía.
Sigo sin creer por qué parecía que mis sentimientos nunca le importaban en lo más mínimo. No tenía ganas de escucharlo, no quería hacerlo. por que no lo merecía.
Pero lo que más me dolía, es que él, sabiéndo todo por lo que tuve que pasar a lo largo de este tiempo, me tratara como un títere, ¿Qué fue lo que cambió? ¿Qué fue lo que lo llevó a tratarme de este modo? ¿Por qué me empezó a tratar así? ¿Por qué agarraba mi corazón, y lo estrujaba con todas sus fuerzas hasta dejarlo hecho mil pedacitos?
¿Tan poco valgo?
Tal vez eso era verdad, ya que lo peor de todo no era que él me lastimaba.
Lo peor era que yo lo permitía...
—¡Sólo escúchame! — alzó aún más la voz, cosa que me sacó de los cabales, negué con la cabeza, mientras sentía tantas ganas de llorar por la frustración.
...Y eso no iba a volver a pasar.
—No te voy a volver a dar ese derecho jamás — y yo fui la primera en gritarle.
—Maldición Maia, déjame explicarte — se acercó a agarrarme de los hombros, obligándome a verlo a los ojos, los cuales derrochaban un vacío enorme. Pero igualmente me safé de su agarre.
—Ni se te ocurra buscarme — me atreví a decircon la voz rota , manteniendo la cercanía, mientras sentía una lágrima rodando por mi mejilla — cruzando esa puerta, ni se te ocurra buscarme. ¿Me escuchaste?.
Sin esperar una respuesta, me di la vuelta, saliendo de la pista de patinaje.
—Maia, ¿estás bien? — dijo el otro, abrazándome con fuerza al ver cómo me derrumbaba.
—Sácame de aquí ya, por favor — le rogué con la voz entrecortada. fingiendo que me sentía segura a su lado, y como si fuera un castigo, recordé que era lo único que me quedaba.
—Claro Maia, vámonos — se separó del abrazo mirándome con compasión. Acariciaba mi cabello con cuidado y luego sus manos bajaron a mis hombros, rozándolos con cariño.
Recogí mis cosas intentando retener mis lágrimas, intentando no derrumbarme en medio de la calle. Tomé la mano del que me abrazó, y salimos rápidamente, cosa que me regaló un respiro.
—¿Quieres ir a comer algo preciosa? — me preguntó pasando un mechón de cabello atrás de mi oreja, estaba roja.
—Sí, está bien.
Y Después de salir pensé, que por un momento, por un pequeño momento, mi vida iba a mejorar. Pero al contrario de lo que creía, todo lo que conocía se convirtió en un infierno.
Volví a caer en la misma sumisición de la cuál había intentado escapar. En ese momento no lo supe, porque era una ilusa, estaba ciega. estaba rota.
No supe, que en medio de mi consuelo, la persona que me abrazaba, había sonreído.
Toda mi vida, era un completo engaño.
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Ecos en el Hielo
RomancePatinar fue lo que los unió desde un principio. Aunque no fuera tan evidente, para uno, el otro era lo que siempre estuvo buscando; y para el otro, no supo que lo necesitaba, hasta que fue demasiado tarde. Maia y Armin pensaban que nada podía cambia...