Capítulo 15 | Muñeca rota

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Romina Snyder

Bajo del auto de papá, él me acompaña hasta la puerta de los Lewis. Pocas veces he tenido acceso a esta parte de Arias. En algún momento acompañé a mi prima Carly cuando ella y mi tío Aless querían comprar una mansión en estos lares, pero después cambiaron de opinión por temas de seguridad según recuerdo. 

Estos residenciales están tan apartados de la ciudad que parece independiente, pero así hay otras tres casas rodeándolo. 

Noto cuando una de las tantas cámaras de la entrada nos enfoca y mi padre se tensa. 

—Mi amor, estaré aquí afuera por cualquier circunstancia, si decides no querer estar aquí, si alguien te incomoda, por si todo Romina. ¿Entendido?

Aclara afligido y yo asiento tocando el timbre. 

—Lo dices como si te preocupara dejarme aquí. 

—No es eso, es que regresas a lo habitual después de meses de tratamiento, creo que exageramos con este paso. 

Lo abrazo por última vez y vuelvo a timbrar. El que creo que es el mayordomo abre como si hubiese estado vigilando la entrada. Viste todo de negro como un cuervo. 

—Adelante señorita Snyder, la esperábamos. 

Expone asumiendo que lo sigo y eso hago. Papá quiere seguirnos, pero lo detiene. 

—El señor D’Santago ha ordenado que solo la niñera tenga acceso. 

—Estaré bien papi. 

Le cierra en la cara y avanzamos por la lujosa casa. Es una mansión parecida a la de tío Aless, mucho mejor. Una mezcla de elegancia y muebles rústicos, aunque siento que hay más seguridad de la que aparenta. 

A unos metros veo al mismo hombre rubio que visitó mi casa leyendo desde uno de los asientos de la estancia. Me paralizo, pero no dejo que el miedo se exteriorice. ¿Es él quien quiere verme?

Me mira decadente y vuelve la vista a su lectura.

—Yo prefería a la morena. 

Susurró alto. 

—No te detengas, en el segundo piso nos esperan.

Me recuerda el cuervo y lo sigo por los silenciosos pasillos mientras me explica cómo está seccionada la casa. La primera planta y la segunda cuando ascendemos a ella.

En la cúspide de la escalera nos espera un niño con un arma de juguete. 

—Así que tú eres la mamá que me compró mi papi, le dije que yo quería escogerla. No me gustas. 

Dice con voz muy aguda, así que mi mente hace corto, ya no sé si es un niño afeminado o una niña masculina. 

—¿Esto qué es? —pregunto por enfadarle a mi guía turístico. 

—Es Ludvika, la hija del señor D’Santago.

—¿Es lo que debo cuidar?

—Prácticamente. 

La niña truena sus dedos obligándonos a mirarla. 

—No creas que comeré brócoli o que me dormiré antes de las nueve. No serás mi madre. 

—Que asco con el brócoli, ¿antes de las nueve? ¿Cuántos años tienes? ¿Ochenta? A lo último no planeo ser tu madre, podríamos ser hermanas. 

Una diminuta sonrisa se forja en sus pequeños labios cuando cruza sus brazos. 

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⏰ Última actualización: 12 hours ago ⏰

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